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Trump y sus consuegros contra Biden y su hijo

Este fin de semana fue un muestrario de la simulación en la que son maestros la clase política y los magnates estadounidenses

Autor:

Juana Carrasco Martín

Esto es un asunto de ceguera política colectiva o fe ciega en una falsa democracia, lo que es casi el mismo padecimiento de la ciudadanía estadounidense cuando le cree al presidente saliente, Joseph Biden, y al entrante, Donald Trump. Este fin de semana fue un muestrario de la simulación en la que son maestros la clase política y los magnates estadounidenses.

Biden, cuando todavía se postulaba para un segundo mandato en la Casa Blanca, prometió y descartó reiteradamente que no indultaría a su hijo Hunter, culpable de fraude fiscal y de haber mentido en un formulario para comprar un arma en 2018, cuando negó una adicción.

El domingo en la noche rompió su promesa a los estadounidenses. En definitiva, está entre sus prerrogativas presidenciales: concedió un indulto generalizado a Hunter Biden por cualquier delito que haya podido cometer durante un período de 11 años. Argumentó que el proceso fue político, por tanto, selectivo e injusto: «Hunter fue señalado solo porque es mi hijo, y eso es un error».

Como es de suponer, la clase política del sacrosanto imperio sufrió una sacudida terrenal, y las críticas le llovieron desde el campo republicano y hasta entre afines demócratas. Alguien le recordó que durante los procesos penales a Donald Trump —que por arte de magia de la doblez en la Justicia en EE. UU. ahora han sido cerrados—, Biden clamaba: «Nadie está por encima de la ley».

La moneda mostró la otra cara. El presidente en retirada dio un paso en falso, y prefirió portarse como padre condescendiente y no como recto servidor público; el presidente entrante se montó raudo y veloz en el carro de la simulación, donde él también puede dar lecciones, y en su plataforma Truth Social dijo que el indulto era «un abuso y un error judicial», agregando lo que le conviene y tiene desde hace mucho pensado para ponerlo a su vez en práctica en cuanto llegue a la Casa Blanca: «¿El indulto otorgado por Joe a Hunter incluye a los rehenes del J-6, que ya llevan años encarcelados?», dijo en referencia a quienes asaltaron el Congreso de Washington el 6 de enero de 2021 para tratar de evitar que certificara la victoria de Biden como presidente.

El Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes calificó el indulto como «abuso de poder sin precedentes» y «una mancha en el honor de la presidencia de Estados Unidos». Pura hipocresía para cubrir apariencias, porque los indultos por intereses particulares o políticos han sido práctica normal en la mayoría de las presidencias.

Las mentiras inundan Washington, sin importar el color partidista que tengan, de manera que otros sucesos de fin de semana también marcaron el nepotismo como práctica habitual, el nombramiento de familiares, amigos, socios… sin importar méritos o capacidades. Trump es un experto en ello.

El pasado sábado nominó como embajador en Francia a su consuegro Charles Kushner, padre de Jared, el esposo de su hija Ivanka, y argumentó: «Es un tremendo líder empresarial, filántropo y negociador, quien será un firme defensor representando a nuestro país y sus intereses».

De esa manera presentó a Charles Kushner, el fundador de la empresa de bienes raíces Kushner Companies, quien en 2004 se declaró culpable de 18 cargos de evasión fiscal, manipulación de testigos y realización de contribuciones ilegales a campañas electorales, por lo que fue sentenciado a dos años de prisión, y que entonces maquinó una venganza intimidatoria contra su cuñado William Schulder, cuando descubrió que este había cooperado con las autoridades federales en su contra, un chisme sórdido el de la venganza digno de una novela televisiva de baja estofa, que ni les cuento.

Pero el final de aquello: En 2020, Trump indultó a Charles Kushner.

Aunque es práctica en EE. UU. que las embajadas clave las ocupen importantes donantes políticos, asociados en negocios, familiares y amigos, el todo queda en familia se extiende en el caso de Trump, de manera que un multimillonario más entró en el equipo, con el también aval de ser consuegro. Designó a Massad Boulos como asesor principal en Asuntos Árabes y de Medio Oriente. Es el suegro de Tiffany Trump, otra de sus hijas, y que le ayudó en su campaña electoral de 2024 para influir en las comunidades de origen musulmán en los llamados estados clave, definitivamente ganados por el republicano. Boulos también tuvo sus halagos en Truth Social, al ser presentado como abogado consumado, líder muy respetado en el mundo de los negocios, amplia experiencia internacional, defensor de los valores republicanos y conservadores.

Y que no se nos olvide, la nuera del presidente electo, Laura Trump, casada con Eric Trump, ha sido nombrada ya copresidente del Comité Nacional Republicano y se dice que el gobernador de Florida, Ron De Santis, podría avalarla como sucesora del escaño del Senado que dejó Marcos Rubio, nombrado como futuro secretario de Estado (y que merece renglón aparte en su momento).

Falacias, engaños, nepotismo… claro que sí. Eso y mucho más.

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