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La carrera armamentista, amenaza latente

El renovado ímpetu de la industria militar planea sobre la estabilidad del planeta, y algunos hasta hablan de una nueva guerra fría

Autor:

Marina Menéndez Quintero

No se trata solamente del cambio climático y las amenazas que la subida de las temperaturas, la deforestación, el deshielo y las lógicas afectaciones a la agricultura representan de manera paulatina pero inexorable sobre la vida en el planeta: las guerras también siguen demostrando cuán inseguro es el mundo.

La impunidad de Israel en su asedio contra Gaza por la incapacidad de la ONU de detenerlo, es una muestra del riesgo a que estamos expuestos todos.

De momento, las llamas se extienden por el Medio Oriente con la esperada implicación de otros actores que repudian las acciones de Tel Aviv y el respaldo de Washington, y que han convertido en escena frecuente los ataques contra las bases militares estadounidenses en la región.

Mientras, la intención de obstaculizar los ataques israelíes a la Franja ha convertido el Mar Rojo en teatro de operaciones de los hutíes con base en Yemen, con el consiguiente obstáculo que significan para el paso de las naves comerciales que navegan por sus aguas, lo que está encareciendo el intercambio a nivel mundial.  

Pero pudiera haber amenazas a la paz en otros puntos del planeta. Desde Europa, el reinicio de una carrera armamentista que pareció detenida tras el fin de la llamada Guerra Fría es visible, y constituirá otro desafío.

La continuación del enfrentamiento Rusia-Ucrania atiza las preocupaciones, y es la mampara tras la cual emergen las intenciones de Occidente para asestar un golpe lo más contundente posible contra Moscú —algo que no ha conseguido— y, de paso, reforzar la industria de armamentos, que es el propósito detrás de la infundada acusación de que una Rusia vencedora del conflicto, sería una amenaza a la seguridad de todo el resto de Europa.

De hecho, el enfrentamiento no es exactamente bilateral, si se toma en cuenta la cuantiosa ayuda militar y financiera de Estados Unidos y la Unión Europea a Ucrania.

Aunque el titular de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, lo ha negado, el Canciller de Polonia acaba de afirmar que ya hay tropas de la OTAN combatiendo al lado de Kiev, lo que supondría el peligro de una extensión de la guerra de incalculables consecuencias, porque habría armamento nuclear de por medio.

Pero más allá de ese escenario catastrofista —¿o catastrófico?— hay nubes a más largo plazo, como las señales que avisan de las intenciones de convertir la esfera militar en un componente esencial de Los 27.

La denominada Estrategia Industrial Europea de Defensa y su complemento, el Programa Europeo de Inversiones en Defensa, se manejan desde fines del año pasado y acaban de ser oficialmente presentados en Bruselas.

La motivación principal que se arguye es la demostrada incapacidad de la industria militar del Viejo Continente de proveer a Ucrania del suministro de armas necesario y con la rapidez requerida, para enfrentar a Moscú.

En vista de ello y según la Comisión Europea, «una UE más fuerte y más capaz en materia de seguridad y defensa contribuirá a la seguridad mundial y transatlántica y es complementaria de la OTAN, que sigue siendo la piedra angular de la defensa colectiva de sus miembros».

Sin embargo, resulta difícil entender que más armas prometan un planeta más seguro.

Analistas de la zona como Le Grand Continent estiman que la espiral armamentista que se avecina constituirá un peligro, y citan los datos ofrecidos en la Estrategia… para ilustrar las necesidades alegadas.

Por ejemplo, que las importaciones por Europa de armas provenientes de Estados Unidos se han duplicado desde 2022, impulsadas por el abastecimiento a Ucrania.

Datos compilados por el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo aseveran que los contratistas estadounidenses representaron alrededor del 55 por ciento de esas compras europeas.

Como contrapartida, el nuevo programa europeo invita a que para 2030 los Estados miembros adjudiquen el 50 por ciento de su presupuesto de contratación pública para la defensa a países del bloque, cifra que llegaría al 60 por ciento en 2035.

Para dentro de seis años, además, el valor del comercio en ese rubro dentro de la UE deberá representar como mínimo el 35 por ciento de todo el valor del mercado de armas de la Unión, al tiempo que la adquisición de los equipos militares por la misma vía, que denominan colaborativa, deberá alcanzar el 40 por ciento.

El pilar anunciado sobre el que se erige la política es «invertir más, mejor, juntos, y en Europa».

Sin embargo, no bastará, obviamente, con desdeñar otros mercados. Para lograrlo habría que reforzar la industria militar de cada uno de los países del bloque.

En espiral

Aunque la nueva estrategia europea toma cuerpo al socaire de la extensión del conflicto Moscú-Kiev y se hace pública ahora, el rearme en el Viejo Continente fue avistado desde hace un año por observadores como el Transnational Institute (TNI), un ente internacional de investigación e incidencia política que, según anuncia, trabaja «por un mundo más justo, democrático y sostenible» hace casi 50 años.

En un informe dado a conocer por estos días pero de 2023, el TNI advertía ya del incremento de los gastos en la esfera bélica. El Fondo Europeo de Defensa pactado para 2017-2021 contemplaba un presupuesto de ocho mil millones de euros para la investigación y el desarrollo de productos militares, cifra que era 13,6 veces mayor que la de los programas que le precedieron, remarcó la publicación.

El propósito, dijo, era la mejora del armamento existente y el desarrollo de nuevas armas con la introducción de tecnología de punta como la inteligencia artificial y los drones: tecnologías disruptivas, calificó el informe, que cambiarán el curso de las guerras.

Además, el estudio reveló el empuje de grupos de presión relacionados con el comercio de armas, en las decisiones de la UE. Ello invitaría a pensar en la presencia, también, de un asunto de dinero en las medidas recientes.

De ese modo, la extensión del conflicto Moscú-Kiev sirve de trampolín a un reforzamiento militar europeo que impulsará, a su vez, el desarrollo de esa esfera en Rusia y pudiera conducir a nuevos entuertos.

Pese a las limitaciones económicas, los miembros de la OTAN destinan presupuestos millonarios para la adquisición de armamento. Foto: AFP

Aunque el presidente Vladimir Putin ha refutado reiteradamente el supuesto interés de su país de emprenderla contra toda Europa luego de un hipotético aunque plausible triunfo militar sobre Ucrania, tampoco puede ocultarse que ha sido el propio apoyo militar y financiero de Estados Unidos y Europa a Kiev el que ha puesto de relieve las potencialidades de la industria militar rusa… y la ha obligado a seguir haciendo fuerte un pilar —la defensa— que ya estaba obligada a desarrollar habida cuenta de la presencia de la OTAN a sus puertas.

Rusia se mantiene imbatible… y se defiende sola.

Un reportaje de noviembre pasado elaborado por la publicación rusa Sputnik daba cuenta de modificaciones y ajustes realizados «en tiempo real» y una vez iniciado el conflicto, que han hecho más eficiente la artillería de Moscú, heredada de la «época soviética».

Del otro lado, la reciente entrada a la Alianza Atlántica de Finlandia y Suecia, y la propuesta del presidente francés, Enmanuel Macron, de desplegar tropas de esa organización militar en Ucrania, siguen complicando el panorama.

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