Nuevos mercados para el gas ruso han propiciado el incremento de su economía. Autor: Internet Publicado: 17/02/2024 | 09:38 pm
Sorprendidos se han reconocido muchos, y con razón: Rusia, uno de los países más castigados del orbe por las sanciones tan en boga, ha logrado que su economía creciera en 2023 más que las de otras naciones no tan «desafortunadas» como ella. De modo que las medidas coercitivas unilaterales con que Estados Unidos y Occidente pretenden presionarla, están resultando para los castigadores «un tiro en el pie».
Mientras el Producto Interno Bruto (PIB) de la nación euroasiática creció el año pasado un 3,6 por ciento, Europa en su conjunto consiguió solo 0,5 por ciento. El informe más reciente del Fondo Monetario Internacional también señala que Estados Unidos registró 2,5 por ciento, y la institución estima que durante el año en curso todavía descenderá cuatro décimas más.
En su conjunto, el crecimiento de la economía mundial fue estimado por el reporte en 3,1 por ciento. Es decir, que la de Rusia rebasó el promedio del orbe en cinco décimas porcentuales.
«La economía rusa ha podido absorber los efectos iniciales de las sanciones», atestiguan los mismos que antes previeron una debacle.
Lo antes impensable es que, luego de rectificar al alza sus pronósticos del PIB de Rusia en 2023, el FMI reconozca su positivo impacto en el 2,8 por ciento que las economías emergentes y en desarrollo de Europa deben registrar este año.
«La mejora del pronóstico de 0,6 puntos porcentuales para 2024 con respecto a las proyecciones de octubre de 2023 puede atribuirse a la economía rusa», afirmó.
Los menos dados a aceptar la resistencia de Moscú adjudican esos resultados al incremento de la actividad en la esfera militar, impulsada por el dilatado conflicto con Ucrania que ha sido, precisamente, el motor de las más de 14 000 medidas —que incluyen a individualidades como el presidente Vladimir Putin— con las cuales EE. UU. y Occidente han querido debilitar a Rusia, y no presionar el fin de la guerra.
Cierto que el aumento del PIB ruso en 2023 se registra de comparar los resultados con el año anterior, cuando el conflicto con Ucrania y el primer impacto de las medidas punitivas provocaron una caída del -1,2 por ciento.
Pero ello no resta mérito a lo alcanzado. Por el contrario, Moscú ha tenido el mérito de saber cómo eludir el hueco al que quería enviarlo un fallido aislamiento, y eso ha entrenado al país para seguir creciendo.
Empujados por las evidencias, aquellos analistas también han debido dar por hecho que el éxito se debe a una acertada estrategia económica; superior, con creces, al impulso de esferas relacionadas con la guerra.
Búsqueda de otros mercados allende las fronteras de Europa que, de paso, ha beneficiado a países emergentes y fortalecido los polos alternativos, y menos dependencia de la exportación de petróleo y gas, los rubros más penalizados por las sanciones, fueron pasos eficaces unidos a buenos precios mundiales de los hidrocarburos y créditos flexibles.
Aunque los satanizadores y víctimas de la rusofobia no quieran hacerlo, hay que escuchar lo que ha explicado el presidente Putin para tener más elementos. Según precisó en una reciente reunión nacional sobre economía, hay otros renglones que han beneficiado esa esfera como la industrial, con un crecimiento en 2023 de 3,5 por ciento en áreas como producción de ordenadores, aviones, barcos, equipos eléctricos y vehículos de motor, renglones en los que el aporte fue en todos los casos de dos dígitos.
También avanzó el sector manufacturero, con un aumento de su productividad de un 7,5 por ciento.
Observadores más proclives a tomar en cuenta el acertado desempeño de un país al que se pretendía asfixiar con 12 paquetes de sanciones hasta hoy, miran también hacia el sector de las finanzas que, igualmente, ha logrado salir ileso del cerco.
Los bancos rusos ganaron en 2023 un total de 37 000 millones de dólares: 16 veces más que el año anterior, puntualizó admirado un popular youtuber experto en política internacional usando datos del Banco Central de Rusia, pero, también de un prestigioso gurú occidental de las finanzas que no le concedería glorias a Moscú en vano. Según el Financial Times, «la resistencia de la economía rusa es visible en la ganancia de los bancos».
En ese marco, los países relegados a «los suburbios» pueden aplaudir otra iniciativa que ha posibilitado el curso internacional de las finanzas rusas y, al propio tiempo, de otras naciones castigadas por Washington y la Unión Europea: el sistema de pagos MIR, una variante de emergencia que dio una respuesta soberana de Rusia a su desconexión del sistema Swift para transacciones financieras, y de los mecanismos de pago Visa y Mastercard.
Lo mejor es que el sistema ruso se internacionaliza y extiende a otras naciones injustamente sancionadas por Washington, como Venezuela y Cuba. Armenia, Belarús, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turquía, Uzbekistán y Vietnam también se sumaron a la iniciativa.
De paso, el MIR es otra contribución para disminuir la dependencia del dólar, cuyo uso desciende en favor de transacciones mediante las monedas nacionales, y pudiera convertirse en uno de los pilares de la demandada nueva arquitectura financiera.
Del otro lado
Lo que los sancionadores tampoco valoraron en su justa magnitud —con contadas excepciones como Hungría, que sigue desaprobando sus medidas y, en un principio, Alemania con sus comprensibles reticencias— era el daño que ellos podrían autoinfligirse.
La política de cierre contra Rusia no logró desbarrancarla, mientras la ausencia de sus hidrocarburos se vuelve contra EE. UU., además, el continuo suministro de armas estadounidenses a Ucrania sigue golpeando sus arcas… y aleja la posibilidad de una solución negociada al conflicto entre Moscú y Kiev.
En buena medida ello está en el sustrato de algunos de los problemas económicos y sociales en países europeos que prescinden ahora del gas ruso —sobre todo después del atentado al gasoducto NordStream 2— y también del crudo, en tanto Moscú lo vende, sencillamente, en otros mercados.
Fuentes periodísticas afirman que a fines de diciembre de 2023, las entregas de petróleo ruso a Asia eran un 130 por ciento superiores a las de enero de 2022. Hoy Moscú vende a la India 1,7 millones de barriles diarios, con lo que se ha convertido en su principal proveedor, del tercio que sus exportaciones de crudo representaban, antes, para Nueva Delhi.
Es solo un ejemplo al que hay que agregar el magnífico estado de las relaciones de Rusia con la también poderosa China en todos los ámbitos, y la profundización de los nexos con Latinoamérica y África, lo que señala el carácter amplio de su geoestratégica búsqueda de alternativas.
Muchos de esos nuevos partners han sido capaces, además, de pasar por encima al dictamen según el cual Rusia no podría vender su petróleo a más de 60 dólares el barril, como reza entre las sanciones. Eso ha posibilitado mayores ingresos a la nación euroasiática y contribuyó a fortalecer el rublo.
Es en ese contexto que se encarece el suministro de energía en Europa con la consiguiente afectación a la industria y, en algunas de sus naciones, el asunto se ubica como una de las causas del descontento de los agricultores pues, entre otras razones, está haciendo azarosa la producción agrícola.
Alemania, considerada hasta hace poco la locomotora de la economía europea y tan beneficiada del barato gas ruso, tiene a su economía ahora caminando en reversa, con una contracción el año pasado de 0,3 por ciento y una tasa de inflación anual del 5,9 por ciento que ha sido la mayor de los últimos años. Ello ha provocado recortes en los subsidios e incrementado un disgusto social que se teme que siga beneficiando a la ultraderecha.
En Francia, también afectada por la ausencia de los combustibles de Rusia, un político opositor, Florian Philippot, titular del partido Los Patriotas, ha estimado que las sanciones contra Moscú «están matando» la economía.
La necesidad ha conseguido incluso que, por medio de terceros, los sancionadores se hagan la vista gorda para pasar por encima a sus propios acuerdos.
Es un secreto a voces que la posibilidad de refinar el petróleo de Rusia en otros países está permitiendo que los autores de las medidas punitivas puedan importarlo, después, desde esas naciones.
También lo hace Estados Unidos, donde la necesidad de paliar el encarecimiento del combustible es visible detrás de las licencias que, presuntamente, habían aflojado la mano contra Venezuela —otro país castigado por la potencia—, al permitir a algunas compañías transnacionales operar con su petróleo y flexibilizar las medidas contra Pdvsa.
Las sanciones han sido un boomerang, y lo peor es que Estados Unidos y Europa no han podido… o no lo quieren parar, en favor del sueño de debilitar la resistencia rusa.