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La pelota en la cancha de Europa

La continuación del financiamiento a Ucrania puede estarse convirtiendo en una carga para Occidente

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Una mala «nueva» esperada marca el comienzo del año para Europa: de cumplirse la confirmación por la Casa Blanca de que se le ha acabado el dinero presupuestado para Ucrania, la carga quedaría totalmente sobre los hombros del Viejo Continente.

La noticia la acaba de dar a conocer John Kirby, coordinador de Comunicaciones Estratégicas del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, y pondría en apuros a la Unión Europea (UE), que también ha hallado escollos para seguir sosteniendo a su coyuntural aliado.

La última cita cumbre de la UE, en diciembre, fracasó en el intento de aprobar un monto de 50 000 millones de euros adicionales para que Ucrania pueda seguir enfrentando a Rusia.

Aunque, a priori, las negociaciones en el seno del bloque se mantienen abiertas gracias a las conversaciones sostenidas por los embajadores de los 27, la decisión final ha sido dejada a los respectivos mandatarios, quienes volverán a reunirse en febrero.

Sin embargo, es sabido que la cita tendrá un obstáculo en la posición de Hungría, cuyo primer ministro, Viktor Orbán, impidió ya, con el veto, la aprobación del Marco Financiero Plurianual de la UE previsto para el período 2024-2027, donde se inserta el monto solicitado para Ucrania en ese lapso.

Altos directivos del bloque europeo esperan conseguir la aprobación en febrero, accediendo a la solicitud de Budapest de un plan B consistente en desembolsar el dinero por tramos. Pero, alertan observadores, ello requeriría una nueva votación cada vez.

Todo esto ocurre en un momento dramático para Kiev y para las aspiraciones geoestratégicas con que Estados Unidos y Europa la han apoyado hasta hoy con potentes armas y dinero que suma decenas de miles de millones de dólares.

En reiteradas ocasiones durante los últimos meses, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha reiterado la necesidad de más respaldo, incluso presentándose personalmente ante el Congreso de EE. UU., mientras a la contraofensiva anunciada por sus mandos contra Moscú siguieron jornadas en las que las tropas ucranianas continuaron sin mostrar el músculo esperado, y las necesidades se incrementaban no solo en el frente bélico, sino de cara a la propia vida nacional. 

Hace unos días, fue la vice primera ministra para la Integración Europea y Euroatlántica de ese país, Olha Stefanishyna, quien lanzó el llamado de urgencia al afirmar ante el foro Europa Global, organizado en el Parlamento Europeo, que la supervivencia de su país dependía de que la UE aprobara el paquete.

«Que se complete este apoyo financiero para los próximos cuatro años es vital para nosotros, dijo. No nos podemos imaginar la situación si la decisión no se toma el primero de febrero».

En ese contexto, la esperada y escueta afirmación de Kirby con respecto a Ucrania de que «hemos emitido el último paquete para retirar y para el que disponíamos de financiación», dejaría la pelota del lado europeo, si es que finalmente Joe Biden no logra persuadir a los legisladores republicanos en el Congreso, quienes se han negado a aprobar otra cifra.

A no ser que el Presidente de Estados Unidos ceda a sus presiones, y conceda el incremento del presupuesto para la seguridad fronteriza con que le chantajea la contraparte.

Pero ese sería un signo de debilidad y, por tanto, de mal agüero para un mandatario que aspira a la reelección, y con los comicios casi a las puertas.

Desde mediados del mes pasado, el periódico The New York Times se hizo eco de las advertencias de la Casa Blanca acerca del fin de los fondos. Según dijo entonces el diario, citando al Pentágono, para entonces quedaban 1 100 millones de dólares del total previamente aprobado.

Y aunque el rotativo aseveró que todavía quedaban miles de millones de dólares en pedidos de nuevas armas y equipos que los fabricantes entregarían directamente a Ucrania en los meses siguientes, también advirtió que la incertidumbre no solo rodeaba al financiamiento de Estados Unidos, sino a la posibilidad de que Europa pueda o no «compensar la carga».

Tales dudas, dijo, causaban «estragos» en la planificación bélica de Ucrania, pues, según sus comandantes, ya estaban «racionando los proyectiles de artillería».

Quién da más

Las manos atadas, al menos por ahora, del Ejecutivo estadounidense, ponen más visos de urgencia a las decisiones de la UE.

Pero las economías del Viejo Continente también padecen el desgaste de los millones erogados y, como todo el mundo, según ha alertado el Fondo Monetario Internacional, padecerá una disminución del PIB este año que se ubica en la tendencia global. Según la propia Comisión Europea, la economía del bloque habría crecido, al concluir 2023, un modesto 0,8 por ciento.

Ese entorno está precedido por las tensiones que han significado para las naciones europeas, sobre todo a lo largo de 2022, no solo las erogaciones y el sostén a Ucrania en guerra, sino, además, las secuelas de las sanciones impuestas a Rusia, que se viraron sobre sí mismas.

Encarecimiento de los combustibles y, básicamente, del gas, obligaron a racionamientos en el suministro de energía e hicieron más crudo el invierno, al tiempo que las restricciones para la adquisición de aceites y granos, de los cuales han sido suministradoras principales, históricamente, las naciones contendientes, también afectaban.

A ello se suma ahora el enlentecimiento de la locomotora alemana, que según analistas ha sido la más golpeada por la pérdida del «gas barato de Moscú». Estudiosos consideran que es la principal economía desarrollada con peores resultados del mundo, y que podría ir hacia la desindustrialización, debido al alto costo de la energía.

En medio de las «cuentas» distintas que ofrecen los medios en torno a cuál de las dos partes —EE. UU. o la UE— han destinado más apoyo a Kiev desde el inicio del conflicto con Rusia, The New York Times pareció brindar la solución salomónica al explicar que, aunque Washington ha ofrecido mayor cantidad de fondos, si se cuentan el equipamiento bélico y el dinero en efectivo, para un total de más de 75 000 millones de dólares, es la UE quien ha aportado más desde el punto de vista netamente financiero: 79 100 millones de dólares frente a 26 400 millones de dólares líquidos de Washington.

Mientras algunos hablan de «fatiga», muchos se preguntan si las circunstancias permitirán que tal ritmo se mantenga.

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