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En medio de las malas noticias que significan la continuación de la masacre israelí en Gaza y la inacción de la ONU; la continuación del conflicto en Ucrania y el decrecimiento económico mundial previsto por los organismos financieros internacionales, entre otros problemas, la materialización de un Brics reforzado con la entrada de otros cinco miembros, constituye un magnífico saludo para 2024.
Con una proyección hacia el Sur quizá más activa y visible desde la asunción, hace ahora exactamente un año, de Lula como presidente de Brasil, el grupo conformado originalmente, además, por Rusia, India, China y Sudáfrica, recibió de manera formal, este martes, la llegada de Arabia Saudita, paso que también están dando Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, Irán y Egipto, como fue acordado en la Cumbre de los Brics celebrada en Johannesburgo el pasado agosto, y que se perderá la Argentina de Javier Milei, cuya entrada también se aprobó pero el nuevo mandatario dejará pasar.
Materializar esas incorporaciones significará dotar al pequeño numéricamente, pero potente grupo, de un mayor peso en la economía del orbe. Si su PIB representaba entre un 23 y un 25 por ciento del producto interno bruto mundial, se estima que ese índice ascenderá ahora a un rango en torno al 29 por ciento.
La presencia entre los integrantes del Brics ampliado de muchas de las principales economías productoras de petróleo también les otorga valor agregado, pues el total de la producción de crudo de sus miembros ascenderá en el nuevo formato a 3,4 millones de barriles diarios, equivalentes a un 42 por ciento de la producción mundial.
Pero tales capacidades no serían tan relevantes sin el espíritu de cooperación y de fomento del multilateralismo que prima en la actuación de los Brics, lo que ha convertido a ese conglomerado en esperanza con asideros reales para las naciones del Tercer Mundo.
Su papel como contrapeso del injusto orden económico y financiero mundial ha sido advertido por la treintena de países que han manifestado su deseo de incorporarse, estimulados por el respaldo de su Nuevo Banco de Desarrollo a proyectos de cooperación con las naciones del Sur que suman más de 90 de ellos desde la fundación del banco en 2015, además del fomento de las transacciones financieras prescindiendo del billete verde estadounidense.
Ello ha propiciado un empuje a la llamada desdolarización en el intercambio comercial internacional, que beneficia no solo a los países con reservas en divisas enflaquecidas, sino a aquellas castigadas por las ilegales e injustas medidas coercitivas unilaterales que les impiden el acceso al dólar.
En ese contexto, la dinámica actividad china en el comercio mundial ha potenciado, de forma paralela, el uso del yuan, que ha sido moneda salvadora en algunos casos de países con fuerte endeudamiento, y sin dólares para pagar.
De hecho, se ha conocido que en las relaciones de compra-venta entre dos de los miembros más fuertes y líderes en el contrapeso a la unipolaridad, precisamente China y Rusia, el 92 por ciento de las transacciones se realiza ya haciendo uso de sus monedas nacionales.
Es una práctica que se extiende, incluso, fuera de los marcos del Brics, ya sea de forma bilateral o en el contexto de otros bloques como la Organización de Cooperación de Shangai, que también ha adoptado el incremento del uso de las monedas nacionales en los acuerdos mutuos, como línea.
El año que comienza se anuncia apretado para el Sur, pero la acción de los Brics permitirá que les sea menos angosto.
