Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Asesinato en el expreso Manhattan

Racismo, discriminación, intolerancia, fanatismo y hasta supremacía blanca bajo las piedras de la sociedad estadounidense

Autor:

Juana Carrasco Martín

AHORA resulta que Joe Biden está impulsando «una peligrosa división racial» en Estados Unidos. Eso dicen sus detractores y se sabe que en tiempos de campaña electoral cualquier epíteto viene bien para serrucharle el piso al contrario. No es precisamente la ética lo que mueve a la política estadounidense y tampoco le interesa hurgar en busca de las verdades.

Todo parte del discurso que el Presidente dio en la Universidad Howard en Washington D.C., histórico centro de altos estudios, privado y negro. Allí, ante los graduados, sentenció: «La supremacía blanca… es la amenaza terrorista más peligrosa en nuestra patria». Para no dejar dudas, le puso el sello de certificación: «No digo esto solo porque estoy en una universidad negra. Digo esto donde quiera que vaya»… «El progreso intrépido hacia la justicia a menudo significa un retroceso feroz de las fuerzas más antiguas y siniestras. Eso es porque el odio nunca desaparece… solo se esconde debajo de las rocas».

No es la primera vez que esta visión está presente en la actual administración de EE. UU. En 2022 dijo que las personas negras viven con el temor de ser «baleadas por armas de guerra desplegadas en una causa racista», y a mediados de 2021 publicaron la primera Estrategia Nacional para Contrarrestar el Terrorismo Doméstico,  en la cual definieron a los «extremistas violentos por motivos raciales» y a los extremistas antigubernamentales como «los dos elementos más letales de la amenaza del terrorismo doméstico actual».

El pasado 1ro. de mayo se cometió un asesinato en el metro de Nueva York, a plena luz del día, con presencia de testigos y hasta anuencia de algunos como se pudiera comprobar de algunas versiones en redes sociales y hasta en la prensa establecida, y detrás de ello una respuesta probable o plausible al problema: el racismo y la visión supremacista blanca de los aconteceres en una nación que,  lejos de ser la melting pot (crisol de razas o pueblos), como se vendió, es cada vez más un restaurante en el que no todos son aceptados como comensales en paridad, o ni siquiera se les deja entrar o vivir de las sobras.

La víctima del tren F en la estación Broadway-Lafayette, en Manhattan, era un hombre negro sin hogar llamado Jordan Neely. Lo estranguló un exmarine, bien rubio, llamado Daniel Penny. Unos testigos dicen que Neely actuaba de manera errática, amenazando y tirando basura a la gente. Otros, según señalaba un artículo de commondreams.org, incluido un periodista independiente llamado Juan Alberto Vázquez, dijeron que Neely no atacó a nadie, solo clamaba que tenía hambre y sed y rogaba que le compraran comida, como confirma un video de antes del incidente.

 Neely gritaba que no le importaba «ir a la cárcel o que le dieran cadena perpetua» y que estaba «listo para morir». Justo esto último fue lo que sucedió. Daniel Penny lo asesinó públicamente y la policía, en un principio, lo dejó en libertad sin ningún cargo. Hasta la Asociación Nacional de Policía en la ciudad lo llamó «el buen samaritano del metro de Nueva York».

Y cuidado. También hay video del estrangulamiento y al menos se ven otros dos hombres en el momento de la asfixia letal.

 Solo después de las protestas y los carteles exigiendo justicia para Neely de manifestantes que llevaron sus cánticos por las calles de Manhattan y la estación del metro, el exmarine Penny fue arrestado el 12 de mayo por «homicidio involuntario en segundo grado», Y se ha creado un fondo para su defensa que en pocos días ha recaudado más de dos millones de dólares y cuenta con el respaldo de influyentes políticos republicanos como el gobernador de Florida, Ron De Santis, y la representante de Georgia, Marjorie Taylor Greene.

Sin embargo, algunos de esos manifestantes fueron arrestados porque llegaron a las vías del metro en Lexington Avenue y East 63rd. Street el sábado e impidieron que llegara allí un tren de la línea Q, provocando retrasos en el tránsito. La policía dijo que sus acciones habían sido «peligrosas, imprudentes y que pueden poner en peligro la vida», y el jefe de Tránsito de la ciudad que habían retrasado a los neoyorquinos y arriesgado a trabajadores y socorristas, y sentenciaron «es inaceptable».

La obnubilada visión a que someten a una sociedad —y al mundo entero pudiera decirse también— hace ver con doblez obcecada a quienes representan un sistema cada vez más deshumanizado y egoísta. Para ellos, la solución de los «males» como Neely es acabar con los pobres, no con la pobreza. Ya sea un hombre común o pueblos sacrificados en el altar del moloc de las guerras.

Veamos solo una vía del problema que «afea» y «pone en peligro» sus calles: los homeless o sin casa, como era el joven asesinado.

El país más rico y poderoso del planeta, que tiene los recursos para solucionar cualquier carestía o necesidad material de los suyos, vuelve constantemente la mirada para otro lado y deja a una parte de su población sucumbir, prefiriendo emplear esos capitales en el fomento de conflictos y guerras en otros lares…

El Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD) de Estados Unidos contó alrededor de 582 000 estadounidenses sin hogar en 2022. Eso es aproximadamente 18 por cada 10 000 personas. Por cierto, 2 000 más que en 2020. También se afirma que el Gobierno gasta en cada uno de ellos 35 578 dólares al año como promedio en los llamados servicios de crisis, cárceles, hospitalizaciones y albergues de emergencia, aunque son muchos los que viven en las calles, en tiendas de campaña personales a la orilla de vías públicas, en edificios abandonados. Enfermos mentales como Neely, sí; o drogadictos, también; pero los hay quienes perdieron sus empleos en edades en las que les es difícil ser contratados, o quienes sus bajos ingresos no les alcanza para rentar ni siquiera una habitación.

Un artículo publicado en globalgiving.org detallaba cómo ponerle punto final a tan penosa situación, y partía de una cifra oficial de costo bien alta y quizás exagerada suministrada por el HUD: 20 000 millones de dólares.

Sin embargo, esos multimillonarios dígitos son casi doblados por los 35 000 millones que los estadounidenses gastan en el gimnasio y apenas una lasquita en el más reciente presupuesto de defensa que se está gastando la administración Biden en este 2022, cuando alcanzó 877 000 millones de dólares, por no mencionar lo que le ha suministrado en armas al Gobierno de Kiev para desafiar a Rusia.

En el análisis se enumeraban las causas del problema de los sin viviendas en EE. UU.: ausencia de viviendas que pueden ser pagadas e insuficientes ingresos (63 por ciento de la población vive de salario en salario); brechas en los servicios médicos y de salud asequibles (66,5 por ciento de las bancarrotas familiares están relacionadas con problemas médicos, unas 530 000 familias en un año); la injusticia racial y la discriminación expresadas en la negativa de dar créditos a personas que viven en áreas indeseables por la presencia de personas pobres y minorías, en especial población negra.

También en esas causales están la violencia doméstica (solo en 2019 se le reservaron 48 000 camas diarias a los sobrevivientes de violencia doméstica), pero no son suficientes y obligan a no pocas mujeres  a continuar viviendo en hogares abusivos o en las aceras.

Por último, destaca el estudio los desastres naturales y, aunque menciona los efectos inmediatos causados por el huracán Katrina que asoló Nueva Orleans, entre otras ciudades estadounidenses, no menciona este dato revelador de que la catástrofe ayudó a «blanquearla», pues se redujo su población en 250 000 personas (el 53 por ciento) y eso incluyó a 190 000 residentes negros, el 59 por ciento de la población de esa etnia.

Si juntamos estas cinco causas, y aunque pretendan ocultarlo, la discriminación, la intolerancia, el fanatismo, están en el núcleo del problema. La pérdida moral en esta otra «tragedia americana» es obvia. Es el odio racial ¿escondido? bajo las piedras el que estrangula a diario a los Jordan Neely y ampara a los Daniel Penny en EE. UU.

 

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