Un mensaje de reconciliación, de tender puentes que nos unan, transmitió el Arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, donde ante las cenizas de Félix Varela, rindió tributo a quien nos enseñó primero en pensar.
El Cardenal aseguró que su visita de misión pastoral a Cuba, gracias a la invitación de los obispos cubanos y del Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, le ha permitido experimentar la unión entre los pueblos cubano y estadounidense.
Pese a las tensiones entre los Gobiernos, el pueblo de Estados Unidos siente una gran admiración por el pueblo de Cuba y he podido apreciar que el pueblo de Cuba ama al de EE. UU., así que espero que el espíritu de los pueblos reconcilie a los países, aseguró el prelado.
«No hay ningún problema que no se pueda resolver hablando con respeto y solidaridad». El Arzobispo afirmó además que ama el hermoso cielo, la gente, la ciudad y la fe de Cuba.
Acompañado por varios eclesiásticos, llegó hasta la urna que guarda los restos del padre gestor de los ideales independentistas en el archipiélago, uno de los pilares esenciales en la génesis de ese pensamiento y de la firmeza irrevocable de los sentimientos patrióticos que abogaban por el nacimiento de la nación cubana a través de la eliminación de la esclavitud y de extirpar el colonialismo. Fue un defensor de la modernización de la enseñanza. Condenado a muerte por el absolutismo monárquico español, se estableció en Estados Unidos, y desde allí se consagró a fomentar el independentismo junto a otros notables pensadores cubanos.
Es muy importante para nosotros estar aquí, porque Félix Varela fue sacerdote en Nueva York y un gran ejemplo de la conexión entre fe y razón. Y esperamos —dijo el Arzobispo Dolan— que un día se convierta en santo, porque lo amamos en Nueva York como pastor, maestro, escritor.
Asimismo, monseñor Ramón Suárez Polcari, canciller de la Arquidiócesis de La Habana, recordó las enseñanzas de Varela en sus discípulos, y la influencia en José María de Mendive y luego en José Martí.
Muere en San Agustín, Florida, donde mantuvieron sus restos por más de 50 años hasta que, por un deseo muy grande que siempre existió entre sus discípulos, gestionaron, los trajeron a La Habana y se depositaron aquí. Su epitafio está hecho por todos los que vieron en él ese maestro, que lo vieron como un sacerdote santo, le explicó el monseñor Polcari al Cardenal Dolan.
Actualmente es un venerable, porque su obra fue estudiada y aceptada por comisiones en la Santa Sede, pero creemos firmemente que será beatificado y santificado, como muchos ya lo sienten, destacó el Canciller de la Arquidiócesis.
A ello le agregó el Obispo de Brooklyn, monseñor Octavio Cisneros, que en Estados Unidos, en la ciudad de Nueva York, se considera que Félix Varela fue un catedrático, un gran pensador, un gran científico, pero el pueblo lo reconoce como un buen pastor.
Es santo ya, reiteró monseñor Cisneros, canónicamente la iglesia dirá, pero en el corazón y en el pueblo, Félix Varela ha sido un santo. Sus virtudes son su santidad. Como dice Martí, aquí yace el Santo cubano.
El Cardenal Dolan fue recibido en la Universidad de La Habana por el Doctor Dionisio Zaldívar Silva, vicerrector primero de la institución, quien le ofreció pormenores sobre la historia, presente y principales proyecciones y retos de la casi tricentenaria casa de altos estudios, la más antigua del país.
El prelado se interesó por los planes de estudio de la Universidad, su proyección social y los vínculos con centros de estudio estadounidenses. Al recorrer los predios de la Universidad, llegaron hasta la Plaza Ignacio Agramonte y el Alma Máter.