Era una parada de rutina la que le hizo la policía a Guillermo Reyes, quien conducía su vehículo. Pero cuando el guardia ya lo iba a dejar continuar camino, una voz desde el fondo del auto gritó: «¡Está borracho! Está borracho!» Era el loro de Guillermo, y por culpa del ave, los agentes sometieron al conductor al test de alcoholemia, el que no pudo pasar, y por tanto fue llevado a prisión.