Netanyahu regañó a Obama por permitir un acuerdo nuclear con Irán. Autor: AFP Publicado: 21/09/2017 | 05:42 pm
Si bien la mayoría del mundo celebró el reciente acuerdo alcanzado entre Irán y los cinco miembros del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña) más Alemania, otros, unos pocos pero muy fuertes, no están contentos, aunque parezca que la rabieta se les ha pasado un poco.
Israel y Arabia Saudita, rivales históricos de la nación persa, son dos pesos pesados en el Oriente Medio a los que inquieta un pacto que reconoce el derecho de Teherán al desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficos, aunque con sus restricciones. Y no se trata solo de eso. También les incomoda que un arreglo en este sentido pueda significar una vía abierta a un cambio geoestratégico mayor en el Medio Oriente, que atente contra sus posiciones privilegiadas.
Israel, única potencia nuclear en la región, teme que si el acuerdo provisional de seis meses llegara a puerto seguro y ambas partes negocian otro de carácter definitivo, Irán pueda contar con mayores ingresos gracias al alivio de las sanciones que le permitirían a Teherán un mayor apoyo al movimiento de resistencia islámica palestina Hamas y a la guerrilla libanesa Hezbolá, pesadilla para Tel Aviv por ser la única que los ha expulsado de sus tierras.
Por su parte, a Arabia Saudita, rival de Irán hasta por razones confesionales, y que tiene menos puntos en común con Estados Unidos que Israel, le preocupa que una normalización de las relaciones de Teherán con Occidente pueda darle a la nación persa mayores garantías de seguridad, y un reposicionamiento en el comercio de petróleo, algo que ha sido para Riad carta credencial en sus alianzas con actores extrarregionales, entre ellos Washington a la cabeza. En ese segundo punto, la monarquía saudita ha ganado mucho con las pérdidas de la República Islámica.
Con este telón de fondo, eran esperadas las airadas reacciones, incluso antes de que se llegara al acuerdo, del primer ministro israelí Benyamín Netanyahu, quien calificó el acuerdo de «error histórico», y la negativa de Arabia Saudita a aceptar un puesto en el Consejo de Seguridad como miembro no permanente, entre otros temas por su rechazo al acuerdo con Irán, y otras declaraciones incómodas para sus relaciones con la Casa Blanca.
Pero a medida que han pasado los días, el reclamo de estas dos naciones a la potencia estadounidense ha bajado el tono, sobre todo después de que el jefe de la administración, Barack Obama, resuelto a sellar un acuerdo con Irán, les ha explicado que es mejor tener amarrado a Teherán con un pacto que continuar en un estado de beligerancia con el que no pueden asegurarse qué pueda estar haciendo Irán con su uranio enriquecido.
Así, el demócrata les asegura que nunca permitirá otra potencia nuclear en el Medio Oriente, por tanto está trabajando también en pos de la seguridad de sus aliados.
Sin embargo, Tel Aviv y Riad (además de los otros integrantes del Consejo de Cooperación del Golfo) no creen en el compromiso de Irán, de quien dicen «engañó» a Occidente para conseguir un acuerdo que no desmantela sus instalaciones nucleares, y por tanto podría continuar desarrollándolas.
Esta desconfianza y la vieja intención de ahogar a la República Islámica tienen activos al lobby israelí y saudita en el Congreso estadounidense, a los halcones y legisladores recalcitrantes, y hasta a los que solo les interesa bloquear cualquier triunfo de Obama en su gestión.
Las críticas y los reproches en este escenario también fueron muy fuertes, y comenzaron a cocinarse nuevos paquetes de sanciones con el objetivo de boicotear el acuerdo de Ginebra.
Al mismo tiempo, tratarán de hacerle ver al Presidente estadounidense que Teherán no es interlocutor serio y que fue ingenuo al pretender llegar a un modus vivendis con el «enemigo».