CARACAS, Venezuela.— El niño se acercó hasta donde pudo; pero no lo dejaban pasar. «Déjenlo, que viene para acá», dijo el hombre que hablaba un asunto serio ante la concurrencia. Inmediatamente le preguntó su nombre y el chiquillo respondió con la boca llena, algo indescifrable. «Te pareces al Gallito, mi nieto, que solo tiene 11 meses. ¿Y qué edad tienes tú?».
Después de la respuesta de «tres», también difícil de escuchar, inquirió: «¿Y qué me traes?» «Galleta», replicó el niño. «Bueno, dame galleta, pues». Entonces el muchachito sacó parte del alimento de su boca y lo introdujo en la del adulto, que comió con placer ante la risa de los presentes.
«Están viendo lo que es un niño, la generosidad; luego viene la sociedad capitalista y nos enferma de egoísmo, pero él comparte lo que tiene en la boca. Benditos sean los niños», terminó exclamando.
Así era Chávez. Único, irrepetible. Y no desde el conocido concepto psicológico sino desde su dimensión de persona excepcional, capaz de hacer eso por la TV, pero también de llorar sin pena ante la angustia, de reprender a sus ministros, de cantar, recitar un poema, o de hablarle los asuntos más delicados al país.
«Como ese ninguno», suelen decir hoy millones de venezolanos; incluso algunos de sus enemigos en vida.
No en balde el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, su discípulo Nicolás Maduro Moros, ha subrayado incontables veces que el huracán humano que simbolizó Hugo Rafael Chávez Frías, se produce una vez cada 200 años.
El hombre original
Acaso lo que más magnetiza en la historia del Comandante Eterno es su originalidad, muy ligada a su naturalidad sin límites.
Fue singular cuando lanzó aquel «…Por ahora», después de los sucesos de febrero de 1992; cuando, luego de su extraordinaria victoria electoral de 1998, juró sobre «esta moribunda Constitución» que impulsaría una Carta Magna adecuada a los nuevos tiempos; o cuando, en septiembre de 2006, se persignó en el estrado de la Asamblea General de la ONU y llegó a decir para referirse a George W. Bush: «Ayer estuvo el diablo aquí, en este mismo lugar. Huele a azufre todavía».
También peculiar resultó su respuesta al rey de España, Juan Carlos, después del famoso ¿Por qué no te callas? en la Cumbre Iberoamericana de Chile en 2007. Si bien Chávez no le respondió en el plenario —porque no lo escuchó— replicó más tarde con claridad conceptual: «…Se le olvidó al rey eso de que nosotros no somos sus súbditos (…) Hace 500 años se levantó un grito de rebeldía en esta tierra, no era en español, sino en nuestro idioma originario... y hace 500 años desde Madrid imperial salió la orden, que se callen, y por qué no te callas, indio Guaicaipuro, cállate Tupac Amaru (...) Pero no los callaron sino cuando les cortaron la garganta, los descuartizaron, los picaron en pedazos y colocaron sus cabezas en estacas, ese fue el imperio español aquí (...) Ahora estamos en un renacer de la historia».
Esa originalidad se concretó, más que en episodios puntuales, en proyectos tangibles: la implementación de las misiones sociales, el cambio radical a la cultura y el deporte, el Plan de la Patria... O en la interrelación que cultivó con el público en su Aló Presidente, el programa radio-televisivo de más alto alcance en la historia venezolana.
Según sitios digitales como el de la emisora Radio YVKE Mundial y el de Venezolana de Televisión (VTV), desde el 23 de mayo de 1999 hasta el 29 de enero de 2012 se transmitieron al aire, en 378 ediciones del programa, 1 656 horas con 44 minutos y se atendieron en directo 996 llamadas de ciudadanos. Además, fueron recibidas más de 25 000 cartas; a muchas, el mandatario respondió en vivo.
No pocos venezolanos obtuvieron turnos operatorios, viviendas dignas, acceso a programas sociales, o concretaron viejos reclamos —obstaculizados antes por la burocracia— gracias a la gestión del peculiar moderador de Aló Presidente, el mismísimo Chávez.
Como si resultaran pocos los números, el programa se originó desde más de 255 locaciones del país; y también en el extranjero con ediciones en Guatemala, República Dominicana, Brasil, Argentina, Bolivia y Cuba. El más largo sobrepasó las ocho horas (unos señalan que ocho horas y siete minutos, otros más).
Al lado del Presidente desfilaron en las transmisiones personalidades de talla universal como el Comandante en Jefe Fidel Castro (primer invitado internacional, el 29 de octubre de 2000), Evo Morales, Daniel Ortega, el reverendo Jesse Jackson, los actores —también estadounidenses— Danny Glover y Sean Penn y el futbolista argentino Diego Armando Maradona, entre otros.
Jamás enseñó titubeos. En un programa transmitido en marzo de 2006 tildó a Bush hijo de «burro» y «asesino». «Eres un burro, un donkey (asno, en inglés), un cobarde, un alcohólico, eres de lo peor que ha habido en este planeta (...) Mister Danger, cobarde, asesino, genocida, eres un genocida», dijo desde el estado de Apure.
El hombre bolivariano
«Ellos quieren robarse a Bolívar, pero todos sabemos que fue Chávez quien lo rescató». Así dice Christian Ruiz, un chofer caraqueño de 33 años, para referirse a una de las grandes reconquistas del Presidente, esa que la derecha venezolana pretende manipular en sus campañas demagógicas.
Fue el Comandante Eterno quien impulsó, mediante el conocido referéndum de 1999 —para cambiar la Constitución— el añadido de «Bolivariana» al nombre de Venezuela.
Fue él, además, quien en marzo de 2006, después de la aprobación por la Asamblea Nacional, firmó, en honor al decreto de Simón Bolívar (20 de noviembre de 1817), la inclusión de una octava estrella en la bandera del país que representaba la antigua provincia de Guayana.
A Chávez se le debe también la exhumación, en julio de 2010, de los restos de El Libertador en el Panteón Nacional, para certificar científicamente que era él, y ahondar en las causas de su muerte. «¡Qué momentos tan impresionantes hemos vivido esta noche! Hemos visto los restos del gran Bolívar. Confieso que hemos llorado, hemos jurado. Les digo: tiene que ser Bolívar ese esqueleto glorioso, pues puede sentirse su llamarada», escribió entonces en su cuenta en la red social Twitter.
¿Cuántas veces se refirió Chávez a Bolívar durante los 58 años, siete meses y cinco días que vivió? Son incontables; pero las menciones siempre nacieron del anhelo de colocar al Libertador como eje y brújula de una nación mejor, emancipada, próspera, ligada emocionalmente a la América nuestra y con una independencia plena.
El hombre de la sinceridad
El hoy Presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, uno de los vicepresidentes que tuvo Chávez, señaló en una ocasión que cuando nadie se atrevía a hablar de una revolución, el líder bolivariano lo hizo, y cuando nadie osaba referirse al socialismo como proyecto, el Presidente venezolano empleó públicamente y sin miedos el término.
Esa fue otra de las cualidades innegables de Chávez: su valentía. En una época en la que todavía Cuba era empleada para intentar generar más recelos que ahora, invitó a Fidel a Venezuela. Y el líder histórico de la Revolución le habló al pueblo de esta nación en la sesión solemne de la Asamblea Nacional, celebrada en el Palacio Federal Legislativo, el 27 de octubre del 2000.
Un año antes, bajo un diluvio de críticas de la derecha, había viajado a La Habana para, entre otros asuntos, sostener un partido de béisbol con la participación de veteranos de ambos países, que se hizo célebre porque terminó con una refinada broma del Comandante en Jefe, quien disfrazó a algunos de los peloteros de la selección nacional de viejitos con barriga.
Su valentía se conjugó siempre con su don para no cansarse (pronunció el discurso más largo de un presidente ante el Parlamento: nueve horas y 28 minutos, en enero de 2012), su carisma, su voz de trueno, las canciones patrióticas, sus deseos de hacer; su sinceridad a toda prueba, hasta en los momentos más crudos. Se conjugó con su inclinación a las raíces, sus cualidades de padre, hijo, hermano, pelotero, soldado, amigo.
Jamás dejó de hablar de Sabaneta, jamás disimuló sus creencias y su fe infinita. Al respecto, en abril de 2012, en su estado natal de Barinas, sabiéndose enfermo, provocó lágrimas vivas de millones de televidentes, que lo vieron rodeado de su familia en una iglesia. «Dame tu corona, Cristo, dámela, que yo sangro; dame tu cruz, cien cruces, pero dame vida, porque todavía me quedan cosas por hacer por este pueblo y por esta patria», dijo con emoción.
Y agregó conmovido: «Yo ahora no pude evitar las lágrimas cuando sentí la mano amorosa de mi madre y al mismo tiempo la mano de mi padre, las dos manos, una me sobaba por aquí y otra por aquí y dije: Dios, hace cuánto que no sentía estas dos manos al mismo tiempo».
Ese apego a los padres, a los hijos, a la Patria, tampoco lo abandonó nunca. Su última imagen pública, en febrero de 2013, es al lado de sus hijas María Gabriela y Rosa Virginia. Y su última proclama, desgarradora y estimulante a la vez, el 8 de diciembre de 2012, es un canto a la patria nueva: «Sea como sea, y con esto termino, hoy tenemos Patria, que nadie se equivoque. Hoy tenemos Pueblo, que nadie se equivoque. Hoy tenemos la Patria más viva que nunca, ardiendo en llama sagrada, en fuego sagrado».
*Las fotos forman parte de la exposición En el corazón del pueblo, que se exhibe actualmente en el Museo de la Revolución