Desde 2007, Venezuela es sede de la Escuela Latinoamericana de Medicina Dr. Salvador Allende. Además de los más de 26 000 estudiantes que cursan la carrera de Medicina Integral Comunitaria por toda la geografía nacional, esta institución alberga a más de 2 000 jóvenes de 39 países de América, África y Asia. En 2013 será su primera graduación, cuando unos 300 alumnos reciban su título de MIC, señaló a JR la doctora Sandra Moreno, su directora. Autor: Ismael Batista Publicado: 21/09/2017 | 05:15 pm
CARACAS.— Cuando más de 8 000 venezolanas y venezolanos —desde jóvenes hasta personas mayores— reciban sus títulos de médicos integrales comunitarios, el mundo estará asistiendo a la mayor graduación de especialistas en estas ciencias de la que se haya tenido noticias.
Será, además, la concreción de un nuevo paradigma universitario que se ha estado reclamando desde hace varias décadas entre las corrientes progresistas de la comunidad académica internacional y en los foros temáticos multilaterales.
Se promueve como política adecuada desde la Conferencia Internacional sobre Atención Primaria de Salud de Alma-Ata, realizada en Kazajstán entre el 6 y el 12 de septiembre de 1978.
«La medicina primaria es un esquema legitimado y muy bien estructurado. Se estima que entre el 80 y el 90 por ciento de los problemas de salud pueden resolverse a este nivel, a través de una adecuada orientación y de acuerdo con cada paciente, porque para los médicos no existen enfermedades, sino enfermos».
Así señala a JR el doctor Antonio Torres, coordinador nacional del Programa de formación de Medicina Integral Comunitaria (MIC) del Ministerio de Educación Universitaria de Venezuela.
«Cuba, y ahora nosotros —además de experiencias locales en Canadá—, ha sido la nación que ha asumido como propio este modelo. Lo ha implementado, enriquecido y perfeccionado en la teoría y la práctica. Ahora somos acreedores de ese patrimonio científico, humanista y solidario.
«Y Cuba, se conoce, tiene un sistema de salud, una maestría profesional y unos índices sanitarios de los más envidiables y mejores del planeta. Hemos tenido, así, el privilegio de desarrollar nuestra experiencia desde la mejor escuela.
«Ha sido un trabajo de equipo. Involucra a varias de nuestras universidades y a casi todos los municipios del país, lo que nos ha permitido tener una matrícula por encima de los 26 000 alumnos en MIC, entre el adiestramiento para la carrera, con el curso premédico, y los que ahora se gradúan tras seis años de continuo estudio y trabajo en la base.
«Nuestros profesores son miles de docentes de la Isla. Médicos de la más elevada calificación que colaboran en las misiones Barrio Adentro I y Barrio Adentro II. Trabajan en las áreas de salud, desde las comunidades hasta en centros de alta tecnología.
«O sea, es el resultado de las grandes políticas sociales de la revolución bolivariana. De su compromiso con la salud y el bienestar. De que en Venezuela, la medicina ha dejado de ser un privilegio para convertirse en un derecho».
Superándonos a nosotros mismos
La Universidad Bolivariana de Venezuela, la de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora, la Nacional Experimental de la Fuerza Armada, la Francisco de Miranda, la Rafael María Baralt y la Rómulo Gallegos son los seis centros de altos estudios que acogen de forma institucional a esos 26 000 estudiantes.
El joven de 26 años Yerbis Delgado estará entre los más de 8 000 que reciban su título de Doctor en Medicina.
«Del muchacho que en 2005 logró pasar las pruebas de aptitud al profesional en que ahora se ha convertido, quienes mejor hablan son los residentes de La Quebradita, una de las tantas parroquias de la ciudad de Caracas, quienes a lo largo de un sexenio los han visto crecerse como individuos valiosos, mejores seres humanos y personas útiles», dice Mirger Mujica.
«No ha sido fácil —añade Yerbis—. Hemos tenido que superarnos a nosotros mismos. Y también enfrentar las campañas de difamación de los medios de comunicación burgueses. Ellos no aceptan la capacidad de la revolución bolivariana para, en poco más de una década, ir dejando atrás las decenas de años de exclusión a que fueron sometidas las inmensas mayorías.
«Sin embargo, para su pesar, la misma gente es testigo del esmero con que se nos ha preparado y de los resultados que hemos obtenido, desde la prevención de enfermedades, al diagnóstico y atención integral a los pacientes».
Para Luz Galavis, quien también egresa de MIC, la ceremonia de conclusión de carrera en el Paseo de los Próceres —uno de los sitios históricos más emblemáticos de este país— es demostración fehaciente de una «política de inclusión y universalización de la enseñanza como la que ha reclamado la Unesco para todos los países del mundo».
Metodología rigurosa y aprendiendo haciendo
A Carabobo se le conoce por su gran potencial industrial. Colaboran aquí más de 2 000 médicos cubanos. Se les puede ver en casi 600 consultorios, 48 áreas de salud, 47 centros de diagnóstico integral y otras dependencias sanitarias.
Aquí concluyen sus estudios 822 nuevos galenos. Para el ingeniero Andrés Romero, coordinador del Consejo Académico y el Programa MIC local, por la Universidad Rómulo Gallegos, el desempeño de su alumnado «está entre los primeros en resultados académicos, organización y participación», dice orgulloso.
«Es un botón de muestra; un camino de amor, conciencia y compromiso de alumnos, profesores y trabajadores —tanto venezolanos como cubanos—, con el que hemos ido construyendo el modelo de medicina que necesita hoy con urgencia la humanidad».
Marlin Mejías, estudiante de 5to. año de MCI en La Guaricha, pasa más de 16 horas «preparándose y aprendiendo». El tiempo que le dejan libre las obligaciones curriculares, lo aprovecha «para ayudar y seguir aprendiendo en el CDI de mi comunidad, un barrio pobre donde no teníamos acceso a un médico hasta que primero llegó Barrio Adentro I y luego se levantó este complejo. Y ahora, por esas vueltas que da la vida, y gracias a Dios y a Chávez, muchos nos convertiremos en guardianes de vida, de la de nuestra propia gente.
«Hemos ido estudiando en los consultorios, en los centros de diagnóstico y rehabilitación, y también en los hospitales, donde se nos ha preparado metodológica y técnicamente como en cualquier universidad tradicional, o mejor aún. Hemos aprendido haciendo. Hemos aprendido desde la vida, y no desde la muerte.
«Así es como los profesores nos han explicado una de las filosofías de esta carrera. En otras escuelas de Medicina los alumnos aprenden todo lo concerniente a la especialidad en cadáveres, esquemas y maniquíes. Nosotros no; vemos y seguimos a nuestros maestros mientras atienden a los pacientes, a nuestros vecinos, y muchas veces a nuestros propios padres e incluso hijos, porque muchas de nosotras somos madres.
«Unas cuantas éramos jóvenes —varias, madres solteras— que parecíamos condenadas a la casa y a criar hijos. Sin embargo, gracias a esta oportunidad, a este programa de universalización, inclusivo, de acceso para todos a estudios de la más alta calidad, somos ahora mujeres preparadas para no solo cuidar a nuestros hijos e hijas, sino a todos los que necesiten de la mano tierna y fecunda, sólida y dulce, de una doctora.
«Yo soy, ahora, una de ellas».