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Miguel D’Escoto: No se puede ir al cielo en Cadillac

Este sacerdote nicaragüense, un hombre de paz, sabe que el futuro hay que ganarlo en batalla. Fidel es el modelo, reconoce durante su conversación con este diario

 

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Aceptó con la fidelidad del soldado cuando Daniel Ortega presentó su propuesta como candidato a la presidencia de la Asamblea General de la ONU, y con esa misma lealtad Miguel D’Escoto Brookman se pondrá «a la orden» de Nicaragua cuando concluya, en pocos días, su mandato.

Hombre de fe amante de la paz y revolucionario, llegó al Palacio de Cristal que acoge la sede de la ONU portando todo eso, que resume tan sencillamente: «El compromiso con la causa de los excluidos; esa es parte esencial de mi razón de ser como sacerdote y como militante sandinista».

Lo confiesa con la misma voz tranquila de sacerdote que ha estremecido los plenarios internacionales desde sus años como canciller del Gobierno del FSLN, en los 80. Entonces, su verbo irradió desde los podios denunciando la agresión imperialista contra la tierra de Sandino y fue su digno representante en la batalla legal que ganó a la prepotencia yanqui en la Corte Internacional de Justicia  de La Haya. Ahora, su paso por la titularidad de la Asamblea General deja un período inédito lleno de acciones a favor de los desposeídos.

Stela Calloni, la sagaz, combativa e incansable periodista argentina lo busca para saludarlo cuando el padre D’Escoto, como se le conoce, acaba de presentar su libro Antiimperialismo y no violencia. Pero él todavía está repartiendo firmas y, en la espera, ella desteje recuerdos de luchas comunes entre los que aflora la huelga de hambre que él decretó en los 80 y ella asumió, entre otros compañeros, para darle apoyo.

Enfundado en su guayabera blanca y sonriente, gentil, D’Escoto al fin logra robar un momento a los invitados que procuran un intercambio, y conversa para JR.

—¿Cree que ha podido cumplir los propósitos con los que asumió la presidencia protémpore de la Asamblea General?

—Asumí con el deseo expresado de luchar con todas mis fuerzas en defensa de los intereses y los derechos de los más desprotegidos de la tierra. Me siento tranquilo de que no escatimamos ningún esfuerzo en defensa de esos derechos y, sí: me hubiera gustado que se avanzara más, aunque tengo que reconocer que casi nunca, en ningún año de la historia de las Naciones Unidas, se avanzó tanto. De modo que estoy contento, pero no satisfecho. Siempre queremos más y no basta con declaraciones y resoluciones, hay que tomar acciones encaminadas a la erradicación de una pobreza que no es solamente algo inaceptable sino que también es algo inexcusable. La lucha continúa.

—Precisamente, una de las iniciativas que marcó su mandato es la Conferencia que convocó para analizar las causas y salidas a la crisis. ¿Cómo la valora?

—Bueno, posiblemente fue la más importante conferencia en la historia de las Naciones Unidas, y un éxito porque se logró fue que se reconociera al G-192, es decir, a la Asamblea General, como el lugar adecuado para discutir todo lo relacionado con la nueva arquitectura financiera y económica internacional. Pero el logro, ahora, va a depender de lo que se llama «el seguimiento»; va a depender de los países miembros. Hay muchos gobiernos en el mundo que aunque necesiten el cambio ya perdieron toda esperanza, y no dan las batallas. Las batallas hay que darlas, porque uno no puede darse por derrotado antes. Ese es uno de los problemas: con tanta decepción, muchos como que han perdido la esperanza de que se puede lograr. Ojalá que todos se involucren a lo máximo.

—Usted ha hablado de la situación inédita que vive América Latina, y la posibilidad de concretar el sueño de Bolívar. ¿Podrá la región seguir avanzando? ¿Ve nuevos peligros?

—En el camino de unidad y de eventual integración, el ALBA tiene que seguir adelante. Hay un dicho que afirma: «No se va al cielo en Cadillac». No, no se logran las metas que deseamos sin luchar; el camino tiene muchos baches y es difícil; pero tenemos aquí a nuestro hermano Fidel, que es un ejemplo de que la lucha tiene que continuar, un ejemplo de perseverancia y de lucha a niveles heroicos. Ese es el modelo.

—¿Cuán lejos o cerca ve la reconquista de la multipolaridad en las relaciones mundiales?

—Yo creo que parte de lo que envalentonó al Imperio fue que ellos pensaban que íbamos a pasar de la bipolaridad a la unipolaridad, y que allí nos íbamos a quedar el tiempo indefinido, que ellos iban a acomodar las monedas para que allí nos quedáramos por un siglo. Y la unipolaridad no duró más de 15 años. Ya no, ya estamos en la multipolaridad, y eso para nosotros es muy importante. El imperio ya no será lo mismo; va a tener los mismos deseos y sueños de dominación planetaria; le va a tomar un tiempo aceptar el hecho de que ya no; pero en la medida que nosotros, por ejemplo, en América Latina, nos vayamos uniendo, las potencias que quisieran maltratarnos o tratarnos en una forma inaceptable, ya no se van a atrever.

—¿Qué hechos le permiten afirmar que estamos en la multipolaridad?

—¡Evidentemente! Mira, China es una realidad que el imperio tiene que tomar en cuenta. Recuérdate de aquel incidente en 2001, en que los chinos derribaron un avión espía y los americanos reconocen que sí, pero que siempre habían hecho espionaje aéreo sobre China y continuarían. Le exigen a los chinos que devuelvan el avión, y China les dice: se los vamos a devolver en cajitas de fósforos después que lo hayamos analizado, y lo vamos a hacer mejor que ustedes. Y Estados Unidos no puede hacer nada. Está claro que no puede, ya no. Hay muchos ejemplos que tomar en cuenta. La India, incluso Brasil; Rusia ciertamente, y  todas las economías emergentes. El mundo ya es otro. Y de aquí a diez años va a estar incluso más desarrollada esa multipolaridad.

—¿Cómo siente esta vuelta del FSLN al gobierno?

—Aunque la oposición está tratando desesperadamente de impedir el progreso, este período se está basando muchísimo en la primera parte del gobierno de la Revolución de los 80. Entonces había una guerra. Ahora hay una guerra mediática, pero el proceso se está basando muchísimo en programas como Hambre Cero, Usura Cero, Calles para el pueblo, el Plan habitacional, a pesar de que somos un país pobre. La gente lo siente, hay un cambio grande. El campesinado se está dando cuenta y se está concientizando más que nunca. Creo que vamos bien. Daniel está tan comprometido como siempre. Es el máximo estadista y dirigente político que Nicaragua ha tenido en toda su historia, y está sacando adelante a nuestro país.

—¿Qué planes inmediatos tiene ahora que concluye en la Asamblea General?

—Mire, tengo varias cosas, pero todo va a depender… En cuanto yo llegue, me reporto. Soy un soldado sandinista más bajo las órdenes de nuestro Comandante.

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