Con crueldad insuperable, otra vez, este 15 de junio el Departamento de Estado negó la visa a Adriana Pérez O’Conor con lo cual le impide visitar a su esposo, Gerardo Hernández Nordelo, quien sufre injusta prisión en Estados Unidos por haber luchado, pacíficamente y sin armas, contra las acciones de los grupos terroristas anticubanos que han contado siempre con el auspicio y la protección de sucesivos gobiernos norteamericanos, incluyendo la actual Administración.
Por su heroísmo Gerardo fue condenado a dos cadenas perpetuas más quince años y, como si fuera poco el brutal e ilegal castigo, se le prohíbe durante 11 años la visita de su esposa. Esta decisión confirma que, en cuanto a patrocinar el terrorismo contra Cuba, nada ha cambiado en Washington.
En el colmo del cinismo la Secretaria de Estado considera que Adriana «constituye una amenaza a la estabilidad y seguridad nacional de los Estados Unidos».
Ante tanta indecencia sobran las palabras.
¿Hasta cuándo?