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Un pastel horneado en el Elíseo

El gobierno francés pone en práctica un plan de reactivación económica por 26 000 millones de euros

Autor:

Luis Luque Álvarez

La huelga del 29 de enero llevó a las calles de 200 ciudades a 2,5 millones de franceses. El 19 de marzo se podría reeditar la escena. Foto: WSWR.org

Desde Europa gotean noticias: bancos que quiebran, fábricas que ponen el candado, edificaciones que se paralizan. Pero «Francia aguanta mucho mejor que otros países».

Lo dijo recientemente el mandatario galo, Nicolas Sarkozy, aunque el 29 de enero, 2,5 millones de franceses se fueron a las calles para hacer sentir su disgusto con el rumbo económico del país —las sumas multimillonarias entregadas a los bancos fueron otro ingrediente de la molestia—, y las agencias encuestadoras, que no duermen, dieron la nota: al 68 por ciento de los ciudadanos no los convence el optimismo del hyperpresident...

Ciertamente tienen lógica las cuentas que sacó Sarkozy, cuando comparó la situación local con la de España, donde se perdieron 500 000 empleos en el último trimestre de 2008, mientras en Francia fue cinco veces menos. Si conocemos que el país ibérico tiene poco más de 46 millones de habitantes, frente a los 64,5 millones de su vecino, el colchón sobre el que cae París tiene más plumas. Y quienes gobiernan, tal vez estén un poco más descansados...

Para poder lidiar con la crisis económica que tiene en ascuas a toda la Unión Europea, el equipo del mandatario francés también ha pensado medidas encaminadas a hacer más llevadero el «peregrinar por el desierto». Así salió a escena, a finales del pasado año, un plan de reactivación económica por 26 000 millones de euros, buena parte del cual apuntalará al golpeado sector de la construcción y al del automóvil. Este último emplea a un diez por ciento de la población laboralmente activa, y la advertencia es que únicamente recibirán dinero aquellas empresas que no desplacen sus fábricas hacia otros países para ahorrar en salarios. Como postre, a semejanza de una medida tomada en Alemania, el que se deshaga de su «cacharrito» y compre uno nuevo, recibirá mil euros de gratificación.

Sin embargo, para que lo social no se vaya de la mano —en Guadalupe, territorio de ultramar donde hubo protestas y un fallecido, se fue incluso de ambas manos—, París ha horneado un pastel de 2 600 millones de euros para aliviar a las mayorías que, cuando les aprieta el zapato, saben hacerse sentir. Las medidas de Sarkozy son abarcadoras: a las familias de más bajos ingresos se les pagará unos 200 euros, y se les duplicará la ayuda a aquellas que tengan tres hijos. Los ancianos con una jubilación baja, también obtendrán 200 euros para pagar a quienes los cuidan; los desempleados que trabajaron al menos cuatro meses en dos años, serán premiados con 500 euros, y en fin, unas cuatro millones de personas de escasos recursos se beneficiarán con recortes de impuestos.

Una imagen metafórica —la del cuerno de la abundancia— pudiera servir para ilustrar la de un Estado benefactor que hace llover dinero a diestra y siniestra. Sin embargo, no se cuestiona el sistema que propicia la ocurrencia de estas sacudidas mundiales. Este debe ser simplemente «refundado», según Sarkozy, y también según los líderes europeos reunidos en una «minicumbre» en Berlín hace dos semanas, quienes, a la par que hablaban de la necesidad real de regular el mercado, acordaban que el Fondo Monetario Internacional —pesadilla de los países del sur— asumiera el papel de vigilante de las medidas anticrisis, y recibiera más recursos financieros. ¿No es algo así como regalarle un cuchillo plateado a Jack el Destripador?

Los sindicatos franceses, por su parte, ven señales positivas en toda decisión que beneficie a los más humildes. Pero consideran limitado el alcance del paquete de Sarko y le reprueban que no vaya a la raíz. Y anuncian un nuevo paro nacional el 19 de marzo.

Interrogado por JR sobre el tema, un activista sindical del sector energético, Sebástien Viscuso, explicó que «después de la poderosa movilización y la huelga del 29 de enero, el gobierno ha tenido que lanzar medidas “sociales” y postergar sus dogmas neoliberales».

«Los 2 600 millones de euros están lejos de ser suficientes para atacar el fondo de los problemas y poder entablar una solución social a la crisis del capitalismo en el mundo», refiere, y añade que la vía efectiva pasa por aumentar sustancialmente los salarios (en más de 300 euros), por prohibir que las empresas, beneficiadas por ayudas públicas, sigan despidiendo a los trabajadores, y por que el gobierno dé marcha atrás a su plan de no reemplazar a 30 000 funcionarios públicos jubilados en 2008.

«El sistema capitalista y neoliberal ha llegado al límite de su camino», afirma Viscuso. «Mientras te escribo, escucho que enero registró 93 000 desempleados más, mientras se donan cientos miles de millones a los bancos para salvar el sistema capitalista. Las personas aceptan estas cosas cada día menos. La mayoría de los franceses apoyan la huelga del 19 de marzo y no creen en las promesas y las propuestas del gobierno», concluye.

Tenemos, pues, enfrentados, dos criterios. Uno desde el Palacio del Elíseo; otro, desde el taller, desde la calle. El nuevo pulso entre ambos será en marzo. Observemos.

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