CARACAS.— Ese fue el llamado principal de Chávez en la aplastante manifestación que cerró la campaña «roja rojita» el jueves, para que el masivo respaldo a la Revolución de aquella marea de gentes se traduzca hoy en asistencia a las urnas.
Casi 17 millones de venezolanos empadronados dirán si se quitan las restricciones para la postulación sin límites de todos los cargos de elección popular, según aprueben o rechacen la enmienda constitucional propuesta por el Parlamento con el apoyo moral de millones de firmas.
Precedido por un Día de San Valentín alegre y bullicioso, este domingo debería transcurrir con similar armonía una vez desinflada la espiral violenta que quiso imponer la oposición. Los enamorados festejaban y colmaban los comercios a 24 horas de la cita, mientras los entes encargados ajustaban detalles para garantizar la transparencia de la votación...
El amor, precisamente, ha sido parte de los resortes movilizativos de los chavistas. Su deseo de que se les deje optar por la reelección del líder en 2012 es, en última instancia, un acto de reciprocidad que reconoce la gestión de un hombre en lucha por dotar a su pueblo de «la mayor suma de felicidad». El horizonte de Chávez es la concreción de la obra inconclusa de Bolívar.
Su anunciado propósito de adentrar al proceso en una etapa superior después de este importante febrero pasa por los resultados de hoy y está también —¡por supuesto!— en los razonamientos del voto, como lo demostró la extensión de la campaña del SÍ a los más recónditos puntos de la geografía de Venezuela.
Con un cartel colgado a un algarrobo que antes fue de un latifundio, los campesinos de un fundo zamorano en Barinas recordaban en estos días los motivos contantes y sonantes que tienen para votar por el SÍ.
Fortalecida luego de un triunfo de la enmienda, la Revolución acometería sus planes con renovada aprobación y más bríos. La sustentabilidad agrícola y la instauración de las fábricas y comunas socialistas junto a la profundización del poder popular, están entre los principales puntos de la agenda de Chávez.
Ello otorga al referendo consultivo de este domingo un carácter plebiscitario del que, en la derrota, los sectores opositores saldrían aún más golpeados.
En medio de la estrechez de resultados que han adelantado los pronósticos, los siempre agresivos artículos de los plumíferos de la oposición tenían el sábado un leve sabor anticipado a derrota, y voces como la del atendido Rafael Poleo afirmaban que «los partidos políticos han internalizado sus culpas y se recuperarán en proporción al reconocimiento que hagan de sus aberraciones y la honestidad con que trabajen, dentro de sí mismos, para corregirlas».
Por eso no deben descartarse nuevos intentos para que la estabilidad sea rota a fines de este día, en lo que se ha denunciado como el Plan B de quienes adversan a la Revolución. Si pierde el NO, la alegación de fraude o la deslegitimación de los resultados podría ser puerta de escape de algunos de sus liderzuelos.
Aunque no ha habido pronunciamientos puntuales en tal sentido, llama la atención, sin embargo, su reticencia a comprometerse a aceptar los resultados.
Golpe en contra de posibles pretensiones fue la merecida desautorización a un diputado del PP español quien, en franca actitud injerencista, cuestionó el viernes la decretada extensión del horario de votación, entre otras impertinencias que hollaban la soberanía. Demasiado cercano al de la oposición, su discurso era, además, poco auténtico y muy sospechoso. El Consejo Nacional Electoral le retiró la credencial como observador y, con toda razón, solicitó al Ejecutivo su salida de Venezuela.
Para campañas sucias, basta con la que ha hecho la oposición. Hoy se sabrá si calaron o no sus patrañas y mentiras.