Foto: Reuters Por fin la posibilidad de la Asamblea Constituyente se hace cierta, y el Nuevo País empieza a erigirse sobre las estructuras carcomidas de la institucionalidad en Ecuador. Toca decir la última palabra, ahora, al mismo pueblo que hasta ayer veló por la inviolabilidad del Congreso, guardián bullicioso y firme de la sede del Legislativo para impedir la entrada de parlamentarios destituidos por tratar de impedir, a toda costa, la celebración del referendo.
La consulta popular que dirá si hay Constituyente o no, tiene lugar hoy, saldada la puja que duró hasta esta semana, cuando los 57 congresistas insistían aún en sesionar paralelamente en un hotel de la capital, para desacreditar al Parlamento verdadero.
Pero la estratagema estaba condenada al fracaso desde que el Tribunal Constitucional —ante el que habían apelado la convocatoria al referendo y su propia remoción— fallara en contra, decisión que tuvo el mejor cuño de garantía en el respaldo del pueblo.
A los de abajo les toca, y su presencia ha sido más definitoria que la vigilancia policial: lo que se decide es puente que les permitirá transitar al futuro.
La nueva Constitución será el cimiento para edificar los cambios que ese mismo pueblo, tal vez sin siquiera saberlo, demandaba desde que se levantó contra las democracias entreguistas, neoliberales y corruptas de Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez. Y este el momento de certificar la defunción de esas políticas, si el nuevo destino es plasmado por las leyes que defina la nueva Carta Magna.
Elecciones distritales para lograr una democracia «más amplia y participativa», despolitización de los tribunales, autonomía en la administración pública y más presencia del Estado en la economía, sin llegar a la total estatización, son algunos de los postulados en que piensa el presidente Rafael Correa.
Para alcanzarlos, el estatuto que acompaña a la pregunta de si «quiere Ud Asamblea Constituyente, sí o no», estipula que esta tendrá amplios poderes, y bastará el voto de la mayoría simple —el 50 por ciento más uno de los asambleístas— para aprobar los artículos, de modo que se eviten —como ha alertado Correa— las «trampas» que la oligarquía ha urdido contra el MAS y Evo Morales en Bolivia.
Como se esperaba, han sido altos también los obstáculos encontrados por el Presidente de Ecuador, asentado aún el mandatario sobre el falso piso de la partidocracia que combate y pretende arrasar desde hoy. Si el SÍ triunfa este domingo, todavía las vallas serán escarpadas.
No solo las encuestas —que han previsto entre un 80 y un 63 por ciento de respaldo—hacen pensar que la ciudadanía consolidará los esfuerzos de Alianza PAÍS. El apoyo también puede advertirse en ese rápido, eficaz e imprescindible núcleo que organizaciones sociales y políticas, y hasta ciudadanos de a pie, han ido consolidando junto a un mandatario que, virtualmente, llegó al entramado eleccionario solo, y «se hizo» en pocos meses frente a la verborrea demagógica y reaccionaria del ex candidato del PRIAN, el magnate Álvaro Noboa.
Ahora mismo, a los esfuerzos del Ejecutivo por dar a conocer los objetivos de la consulta a todos los ciudadanos y asegurar su participación —se han editado boletas en sistema Braille y habrá personas que ayudarán a los discapacitados a votar—, se han sumado maestros, líderes campesinos y hasta amas de casa, enrolados en campaña popular para rebatir los millones que, según ha denunciado Correa, invirtió la derecha en promover el NO.
Aunque el periódico El Universal parecía citarlo de modo crítico, constituye una verdadera y emocionante muestra de sabiduría y poder popular la anécdota del profesor que, aprovechando la presencia de los padres en una reunión de su clase, explicaba que la educación será mejor si hay una Constituyente.
Claro que la prometida gratuidad de los estudios no llegará de la mano de la Asamblea; pero un sistema más justo estará asegurado a los ecuatorianos si logran que la nueva Constitución lo plasme así. Para eso han sido convocados.