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Apretando los dientes y con cara de pocos amigos, como casi le es habitual, la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, se presentó ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes para exponer su valoración de las relaciones internacionales y de la diplomacia estadounidense.Fue un verdadero asalto al planeta, disponiendo allá y acullá, y cuando dirigió su mirada al sur, la arremetida no se hizo esperar, con especial énfasis en los ataques a Cuba y Venezuela, pero sin olvidar dar órdenes a otros que tienen en la lista de amigos, socios y aliados.
Por supuesto, antes había hecho la tradicional profesión de fe neoconservadora bushiana: «a lo largo de los últimos cinco años desde el 11 de septiembre, hemos estado muy enfocados en la guerra global contra el terrorismo», y a ello correspondía la explicación para los incautos —que todavía los hay en su mundo: «Para ser exitosos, la fuerza de las armas es necesaria, pero no suficiente. Estamos movilizando nuestros principios democráticos, nuestra asistencia para el desarrollo, nuestra compasión, nuestra diplomacia multilateral y el poder de las ideas para ganar lo que será una lucha generacional».
Y fanáticos como son de ponerle a cualquier operación una etiqueta para su venta, dijo que estaban llamando a esa misión «la diplomacia transformacional».
Bien dispuesta al mangoneo, la Condi afirmó que su vecino México debería «hablar y actuar en el sentido de que las leyes de Estados Unidos deben ser respetadas». La advertencia tenía que ver exclusivamente con un tema de su mayor interés: proteger la frontera y frenar la inmigración no deseada. La sentencia fue sin remilgos: «el gobierno de México entiende que así debe ser». No hay mucho más que decir, a pararlos ante la valla, que del otro lado no los quieren a todos.
Zanjado ese tema, la señorita jefa de la diplomacia fue particularmente agresiva contra Venezuela y al acusar al presidente Hugo Chávez de estar «destruyendo a su propio país económica y políticamente», no se cuidó de esconder la garra injerencista, cuando apuntó que el gobierno de Washington está apoyando a ONG venezolanas.
Claro que no dio nombre, pero el asunto es más que sabido. La abogada venezolano-norteamericana Eva Golinger ha escrito más de un artículo y hasta libros sobre el tema, con buena documentación probatoria de cómo los bushianos echaron mano y dieron —dan— dineros en abundancia a unas cuantas supuestas ONG para que hicieran y sigan haciendo su labor golpista, subversiva, conspirativa y antibolivariana. Para esos menesteres de pago están la llamada Fundación Nacional para la Democracia (NED/Nacional Endowment for Democracy) y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
Recientemente, el ex zar de la Inteligencia, John Dimitri Negroponte, ahora segundo de la Rice y al parecer encargado especialmente del asunto Venezuela, dijo también ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, que Estados Unidos asumirá un rol más activo en Latinoamérica para contrarrestar la influencia del presidente Chávez que «está amenazando la democracia» hemisférica.
Les duele una integración que va tomando forma y nada tiene que ver con la difunta ALCA ni con los taimados TLC.
Este jueves, por ejemplo, en Quito, se reunieron los ministros de Relaciones Exteriores de Bolivia, David Choquehuanca, de Venezuela, Nicolás Maduro, y la ecuatoriana María Fernanda Espinosa. Alguna que otra prensa aviesa del continente resaltó el supuesto hermetismo de la cita.
Pero Maduro hizo bien transparente el encuentro cuando aseguró que se habían afianzado las relaciones entre las tres naciones; Caracas y Quito reafirmaron los acuerdos suscritos el pasado 17 de enero en materia petrolera, energéticos y de desarrollo social; y todos condenaron las fumigaciones aéreas que ejecuta Colombia en la zona fronteriza con Ecuador, y sí que no es un secreto que este forma parte del Plan Colombia de Estados Unidos, uno de sus engendros para el control político-militar de la región bajo una supuesta guerra al narcotráfico.
Les molesta el prestigio de una Venezuela que incluso ha fortalecido con su presencia el Mercado Común del Sur (MERCOSUR).
Respecto a las opiniones de la Rice sobre Cuba nada nuevo sobre el tapete, como no sea reiterar sus intenciones de poner en práctica cuanto antes lo que llaman «transición a la democracia», es decir, el Plan Bush que atenta contra todo lo logrado por un pueblo en Revolución, y hasta tiene un capítulo secreto dispuesto a la agresión... Poco aprenden de las lecciones de la historia, quienes siempre se han cogido el dedo con la puerta de la isla caribeña.
En resumen, la imprudencia sigue siendo una mala característica del equipo bushiano, y la repiten en su «diplomacia transformacional».