NADIE nace asesino, ni verdugo de otros más débiles. La «perfección» en el mal se aprende. Lamentablemente, siempre hay quien enseña actitudes pésimas, o quien, viéndolas, no las corrige.
Es ese el caso que vemos en la foto de la izquierda. Se trata de niñas israelíes. Muchachitas sonrientes. Tienen plumones en las manos, y escriben, dibujan. Mas, ¿qué exactamente, y en qué «pizarrón»?
Se trata de proyectiles de artillería. Ese es el «soporte». Varios de los «rockets» están ya pintarrajeados. Una de las niñas, a la vista de la tripulación de un tanque sionista, escribe: «From Israel and Danielle» (De parte de Israel y Danielle). Una carta bastante triste, por cierto, para sus destinatarios.
Entre estos últimos se encuentran los niños libaneses. De todas las víctimas fatales de la agresión israelí al país de los cedros, un tercio son menores. Ello sin contar el gota a gota de niños palestinos que mueren atravesados por las balas y las esquirlas sionistas, por el «infame pecado» de darse un baño en una playa de Gaza, o de jugar fútbol con sus compañeros en cualquier aldea cisjordana.
A ellos van dirigidos los cohetes que autografían los infantes israelíes. No pelotas ni muñecas, sino cohetes. Juguetes de la muerte.
El pequeño de la otra imagen, ha tenido por desgracia recibir uno de esos envíos. La foto solo muestra su mueca de dolor, pero no alcanza a decir qué ha sido de sus padres y de sus hermanos. Qué ha sido de su hogar. Definitivamente, las fotos son muy parcas.
Todos los días llegan misivas del crimen, sin respiro. Según AFP, dos civiles, entre ellos una niña de 11 años, murieron este viernes en el sur libanés. El padre y el hermano de ocho años de la menor también fueron heridos cuando un misil impactó la moto en que viajaban. El récord fatal llega a 341 muertes con una muchachita libanesa.
Al otro lado de la frontera, los infantes israelíes ríen. No saben la magnitud de desgracias imborrables que causará su improvisado pizarrón. Pero así, tomando por ordinario y corriente lo terrible, crecerán como personas insensibles a la tragedia ajena.
Dudo mucho de que eso le haga un gran favor a la propia sociedad israelí.