Es hora de poner límites a una excesiva entrega a los seres amados, no hay manera de satisfacer del todo las demandas de otros
A.F.: Como esposa y madre, pongo todo mi empeño en actuar correctamente. Trato de complacer a mis hijos y esposo sin dejar tiempo para mí. El problema es que nunca están satisfechos conmigo, nunca falta un nuevo reclamo. Me duele mucho cada vez que mi esposo dice «jugando» que se va a tener que buscar a otra que cuide más su belleza o que no esté cansada en las noches, cuando él desea hacer el amor.
Es hora de poner límites a esa excesiva entrega a los seres amados. En el mensaje adviertes que no hay manera de satisfacer del todo las demandas de otros, ni las propias respecto a lo correcto. La exigencia personal es devastadora al creer que hay algo más que perfeccionar. Buscando asegurar amor pueden perderlo, sin darse cuenta.
Tienes en los reclamos de tu esposo la invitación a retomar el cuidado de tus placeres y hacerlo reflexionar sobre el costo que para él tendrá convivir con una mujer que es madre y amante al mismo tiempo.
Tan solo la idea de perder el amor de sus seres queridos resulta devastadora para muchas mujeres. Todavía hoy muchas sucumben en nombre del amor al estrago de una entrega sin límite, que intenta cumplir demandas imposibles de satisfacer. Por amor, deviene brutal la exigencia de complacer a otros. A veces, cuando una mujer deviene madre se olvida de su feminidad, esa particular manera de disfrute que la habita y la hace diferente a todas las demás. Descuida dar lugar a los encuentros íntimos, las conversaciones pausadas, la complicidad con su amado. Es paradójico, porque una mujer puede entregar lo más preciado de su existencia a cambio de un amor que puede perderse fácilmente si descuida el valor de los momentos de deleite para el matrimonio y su propia salud. ¿Será eso amor? ¿A qué precio?
Mariela Rodríguez Méndez, master en Sicología clínica