Y.A.: Tengo un niño de cinco años y una niña de cuatro. Mi esposo insiste en que mantengan su intimidad y no se vean desnudos. Yo tengo mis dudas porque están pequeños. Además, son hermanitos y se deben tener confianza. Estoy en una encrucijada.
La confianza, la intimidad, el respeto a las diferencias y al espacio privado son valores que se construyen desde los primeros años de vida. Los hermanos pueden aprender que el cuerpo forma parte de ese territorio cuya exposición y uso están sujetos a reglas. Paulatinamente deben obtener ese espacio y comprender la diferencia entre lo íntimo y lo público, lo suyo y de otros. Su cuerpo forma parte de eso propio que se cuida y no se enseña a todos ni en todo momento.
Esto no niega que existan momentos en la intimidad familiar en los que se vea la desnudez de otro. También sucede que por curiosidad contemplan el cuerpo de otros y descubren sus diferencias. En caso de que suceda, se debe aprovechar para conversar sobre sus interrogantes y destacar el valor del cuidado del cuerpo, de cubrir los genitales, etcétera.
Es cierto que cada familia y cultura tiene sus valores y normas para estos temas. Hay muchas maneras de respetar la intimidad de cada infante y todas son válidas, mientras se evite el juego de terceros con los genitales infantiles, no se eroticen los cuidados ni se consientan roces sexuales, aunque sean iniciados por los infantes. Cuidado es también proyectarse a una sexualidad como derecho a elegir el disfrute de un modo singular, privado, respetuoso, con límites.
La confianza familiar no niega la existencia de normas internas que difieren de las del mundo exterior. Esa relación entre hermanos es de los tantos temas en los que ambos padres deben encontrar consenso. Su esposo y usted se preocupan por educar a sus hijos. Eso es lo más importante.