Lo propio del saber no es ni ver ni demostrar, sino interpretar.
Michel Focault
Ha pasado casi un cuarto de siglo del nuevo milenio y hay quien se aferra a ver la vida con la ingenuidad anterior a la era de internet. Incluso confían a la suerte o la apariencia su elección de pareja, y creen que un momento de «juguetona locura» frente a una cámara no tendrá consecuencias para su cotidianidad presencial.
Sobre todo menores de 25 años, con poca referencia a cómo era «antes», eligen ignorar las alertas de una conducta sexual irresponsable o una provocación a adultos que no están para jueguitos, sino para satisfacer parafilias propias o ajenas, cada vez mejor cotizadas en el mundo virtual, con resonancias desagradables y hasta penalizadas en el mundo presencial.
Los nacidos en las últimas dos décadas no pueden ni imaginar la vida sin conexión, y para posicionarse en ese universo sin frontera aparente de espacio/tiempo exponen su identidad hasta límites insospechados y caen en disonancias que luego les pasan cuenta, a veces de manera dolorosa, al punto de ser una de las causas principales de intentos suicidas en edades tempranas o actos tipificados como delitos.
Según percibimos en el diálogo con numerosas adolescentes cubanas, con tal de ganar seguidores en Instagram no dudan en adoptar poses de vitrina erótica en fotos y videos, o en comunicarse con sus admiradores más voraces con el soez vocabulario de las ¿canciones? de moda.
Luego la realidad las golpea: si no tienen para palpar lo que con desinhibida facilidad mostraron (a veces con trucos de software), o si no están dispuestas a dejarse hacer lo que perreaban y berreaban en el video, resultan humilladas de muchas maneras en redes ajenas (incluso de sus amistades), o violentadas en la práctica por quienes reclaman acceso a la «mercancía» expuesta, como si un centenar de like les comprara el permiso de abordaje en cualquier circunstancia.
También muchos varones explotan una imagen trucada o especulan con posibilidades económicas que no siempre están a su alcance, por no hablar del alarde sobre habilidades como amantes de alquiler o coqueteos de supuesta homosexualidad oculta, según nos dicen para garantizar patrocinio a sus recargas de datos, aunque no tengan intenciones de materializar tales propuestas.
En ese complejo escenario de este siglo XXI, la tarea de la familia adulta es hacerles conciencia de los riesgos asociados a tales conductas desde que les ponen en las manos un celular, así sean préstamos ocasionales, y no acomodarse tras un descuidado «Saben de eso más que yo».
Por ahí viene, también, la educación integral moderna para el disfrute de una sexualidad plena y feliz, como ha insistido el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), en sus diversas campañas dirigidas a familias y a adolescentes.
Con ese objetivo se celebra además el Día Mundial de la Salud Sexual, impulsada desde 2010 por la Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS) para potenciar el cuidado de nuestro bienestar holístico (físico, mental, emocional) requisito clave para alcanzar el máximo potencial de cada persona, según detalla el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA).
Salud sexual es también construir relaciones sobre la base de la confianza y el respeto mutuos, y contar con espacios seguros para expresarnos y conectarnos con otras personas en el ejercicio consciente de nuestros derechos, incluido el de la autonomía corporal.
Pero hay que abrir los ojos a esta realidad en tránsito, donde las leyes y las prácticas aún no van de la mano, sobre todo en internet. Autonomía no es esconder tus redes al acceso de tus padres o tu pareja para complacer a extraños a quienes no les importa tu potencial o tus emociones, aunque te manipulen para hacerte creer en la autenticidad de sus elogios hasta llevarte al punto en que te quieren tener.
En la práctica sexual concreta, autonomía es posibilidad de dar tu consentimiento y retirarlo cuando quieras. Que puedas decidir «si, cuándo y con quién tener relaciones sexuales», precisa el mensaje del UNFPA, y eso vale para lo físico y para lo virtual.
¿Cómo garantizas que tus fotos no son empleadas por gente inescrupulosa? ¿Cómo respondes si te exigen más «entrega» bajo el chantaje de publicar lo que ya tienen o enviarlo a tus padres, colegas, vecinos?
Te digo más: ¿cómo impides el abuso lascivo o la violación si te citan en un lugar aislado, a condición de que tus padres no lo sepan, y como compañía solo admiten a alguien en tus mismas condiciones de vulnerabilidad?
De salud sexual y redes te hablaremos la próxima semana, con consejos prácticos para cuidar autonomía e integrad física y emocional, sobre todo para la generación de los centennials.
El programa radial Siempre a tu lado es el fruto de la alianza entre el proyecto Palomas y Radio Cadena Habana; un espacio para acompañar a las personas cuidadoras, sus familias y quienes se sensibilizan ante este hermoso y desafiante gesto de humanidad, con los matices únicos de la realidad cubana.
Este miércoles 4 el tema será la vida después de los cuidados: trabajo, familia, pareja, sueños… y estarán invitadas Dianelys Cabrera, integrante del Coro Nacional de Cuba y del coro Entrevoces, y la periodista, profesora e investigadora Dixie Edith.
Siempre a tu lado cuenta además con secciones de consejos y una dinámica coloquial que agradece su público semanal y todas las buenas almas vinculadas con Palomas, por el bienestar de las generaciones añejas y futuras.
El programa se estrenó este verano, con salida cada miércoles entre las 5:00 y las 6:30 p.m. y retransmisión el domingo a las 11:30 a.m., en Radio Cadena Habana (AM 1080 KHz; FM 99.9 KHz).
Aunque el proyecto fue pensado para la etapa estival, por su sensible tratamiento del tema y los valiosos aportes para la vida de quienes cuidan de la población vulnerable, muchísimas personas han pedido que se mantenga al aire, entre otras iniciativas amorosas de la Casa Productora Palomas, siempre activa en función de la familia cubana.