La secuencia de la respuesta sexual es natural y predecible, pero sus tiempos e intensidad tienden a ser únicos
Serás sabio cuando puedas disfrutar de todo lo que te pase, absolutamente de todo;
proverbio inca.
Un lector de 57 años de edad nos cuenta que se ha casado tres veces y ninguna de sus parejas respondió igual al sexo: Todas tenían edades y figuras similares, eran profesionales y de origen urbano; sin embargo, una demoraba mucho en excitarse y era multiorgásmica, otra apenas lubricaba y la tercera, aunque siempre dispuesta, decía ser frígida.
Lo primero por aclarar es que esa acepción de frigidez está en desuso por despectiva e inexacta. En su lugar se emplea anorgasmia o preorgasmia, tema en el que profundizaremos en otra página. En cuanto a las diferencias, casi nunca la gente reacciona igual, ni comparada con otra ni consigo misma, pues además de la educación y capacidades físicas, influyen las emociones y la iniciativa de la pareja de turno.
La fórmula generalizable la propuso el Doctor Fernando Bianco a finales del siglo XX: cualquier situación estímulo produce una respuesta sicofisiológica involuntaria que el individuo traduce en conducta erótica (o no) según sus condicionantes culturales, vivenciando placer o displacer.
Esa secuencia es natural y predecible, pero sus tiempos e intensidad tienden a ser únicos, fenómeno que ha sido muy observado desde hace siglos, unas veces para arrojar luz desde postulados científicos, y otras para estigmatizar a personas y grupos.
De los estudios modernos, podemos citar como pionero al sexólogo británico Havellock Ellis, quien en 1906 propuso dividir en dos fases la respuesta sexual humana: la tumescencia (acumulación de energía sexual) y la detumescencia. Dos décadas después, el sicoanalista austríaco Wilhelm Reich propuso otras dos: el control voluntario de la excitación y las contracciones orgásmicas involuntarias.
En 1966, el ginecólogo William Masters y la sicóloga Virginia Jonhson delimitaron cuatro fases medibles (Excitación, Meseta, Orgasmo y Resolución) y establecieron patrones diferenciados para hombres y mujeres, proponiendo además pautas terapéuticas para quienes se sentían inconformes con sus peculiaridades.
Este esquema aún se emplea en la Sexología Clínica con acotaciones que lo han enriquecido, como la propuesta de la sicóloga Helen Kaplan en 1979 de contemplar el deseo como fase previa, ajustada en 1991 por el terapeuta sexual David Scnarch, para quien este requisito podía aparecer o desaparecer en cualquier momento.
Luego los sicólogos españoles José A. Carrobles y Silvia Sanz sugirieron añadir otra fase dedicada a la valoración de la satisfacción, pues cada individuo procesa la experiencia a su manera y a partir de esa reflexión (no siempre consciente ni compartida) decide su conducta futura.
En 1997 los sexólogos Beverley Wipple y Karen Brash-McGreer apuntaron que las mujeres pueden experimentar excitación sexual, orgasmo y satisfacción sin que aparezca el deseo, como pueden también sentir deseo, excitarse y satisfacerse sin llegar al orgasmo.
La doctora Rosemary Basson propuso en el año 2000 dividir el modelo tradicional de Master y Jonhson en dos: el clásico lineal de cuatro fases se ajusta a los hombres y a mujeres emparejadas hace poco tiempo, y el circular describe a las mujeres no enamoradas o que llevan más tiempo de relación, pues para ellas el proceso se inicia con intimidad, comunicación, estimulación y valoración interna de la excitación, y en función de cómo se sientan, continúan o no las fases clásicas, a las que siguen de nuevo la valoración y la necesidad de más intimidad.
Excitación: Aumenta la tensión sexual (vasocongestión). En una mujer inicia la lubricación y dilatación vaginal, se erectan sus pezones, los labios de la vulva y el clítoris. En un hombre se erecta el pene y se elevan los testículos.
Meseta: La excitación se mantiene. Se hincha el tercio exterior y entrada de la vagina y el clítoris se retrae hasta la unión ósea del pubis. El glande y el tronco del pene aumentan de tamaño.
Orgasmo: Se libera la vasocongestión en una serie de contracciones involuntarias de la zona genital que luego se extienden al resto del cuerpo. En la mujer se perciben en la vagina, el útero y zona anal. En el varón se contraen los órganos genitales internos y segundos después el pene y la uretra para facilitar la eyaculación.
Resolución o período refractario: Haya o no orgasmo, cede de forma gradual la vasocongestión y la miotonía (tensión muscular) acumulada. En los hombres suele durar más, pero con entrenamiento, ambos sexos pueden acortarlo y reiniciar el ciclo en segundos o minutos.