Se trata de bacterias patógenas oportunistas que se han encontrado en pacientes femeninas con una amplia variedad de cuadros clínicos
Cuando atrasamos la cosecha, los frutos se pudren, pero cuando atrasamos los problemas, no paran de crecer.
Paulo Coelho
Los micoplasmas son bacterias facultativas (que pueden adaptarse a vivir con o sin oxígeno), y al menos tres especies de estas (Mycoplasma hominis, Ureaplasma urealyticum y Ureaplasma parvum) provocan infección genital en personas adultas e infección respiratoria en recién nacidos, por lo que tanto las relaciones sexuales desprotegidas como el contacto del bebé con el canal del parto se consideran sus vías de transmisión.
Por lo general la infección contraída durante el nacimiento se autolimita rápidamente; en cambio la que se adquiere por contacto sexual se vale de cualquier brecha en el sistema inmunológico para dominar la flora de la vagina. Los factores que lo propician son la edad madura o muy avanzada, el alto número de parejas sexuales, las lesiones o alteraciones del aparato genital, el uso inadecuado de toallas sanitarias y tampones, los anticonceptivos que no son de barrera, el uso de algunos medicamentos, hábitos inadecuados de higiene, vestuario y nutrición, así como los cambios hormonales y metabólicos.
De acuerdo con información consultada en el sitio web Viviendo con salud, que se refiere a estudios sobre la enfermedad en varios países, estos patógenos oportunistas se han encontrado en pacientes femeninas con una amplia variedad de cuadros clínicos, como inflamaciones agudas del cuello uterino (cervicitis), el endometrio y las trompas de Falopio (salpingitis), pero también aparecen en mujeres asintomáticas exploradas por diversas razones (parejas infectadas, embarazos, chequeos de rutina).
Cuando la evolución es silenciosa tiende a la cronicidad, y a largo plazo puede provocar inflamaciones pélvicas graves que derivan en infertilidad, embarazos ectópicos, partos prematuros o severas molestias durante el coito.
Aunque en proporción menor, los hombres también pueden ser colonizados por micoplasmas. A veces no hay señales de malestar (sobre todo en presencia del U. parvum), pero otros padecen secreciones y dolor a causa de la inflamación de la uretra (uretritis) y puede llegar a la inflamación prostática (prostatitis).
Los síntomas generales más usuales para ambos sexos son la necesidad frecuente de orinar, el ardor y a veces fiebre o pequeñas pérdidas de orina. También puede aparecer dolor lumbar en caso de una prostatitis y dolor en el abdomen bajo en caso de una salpingitis, que además provoca secreción vaginal y manchas de sangre en la ropa.
Para diferenciar esta bacteria de otras ITS es necesario tomar muestras y analizarlas en el laboratorio. Solo así se puede determinar el tratamiento antibiótico específico más efectivo. Ambos integrantes de la pareja deben ser tratados y rechequeados para darles el alta, y se les sugiere además emplear condones en tanto dure la infección, o como un sano hábito permanente.
Si en ese tiempo uno de los dos, o ambos, han tenido otras relaciones desprotegidas, es recomendable que se contacte a esas personas y se les sugiera chequearse, pues es bastante probable que tengan esa ITS también, aunque no presenten síntomas.
Si se recibe el diagnóstico en una etapa sin actividad sexual, es posible que el patógeno haya estado hospedado en los genitales durante varios meses sin manifestar síntomas, esperando uno o varios factores que rompan el equilibrio inmunitario (estrés, embarazo, sida, otras enfermedades, algunos tratamientos médicos…).
Las consecuencias de esta ITS también se exacerban con el contagio de una nueva infección, como la gonorrea u otro micoplasma. Por eso les llaman enfermedades oportunistas.
No es recomendable automedicarse, ni siquiera con antibióticos de amplio espectro, porque ciertas cepas son resistentes a algunos fármacos y además se puede provocar el desbalance de los hongos u otros componentes de la flora habitual, cuyo desarrollo descontrolado también perjudica la salud sexual y reproductiva.