La ignorancia contribuye a que la sociedad moderna no esté preparada para respetar y recibir a sus transexuales tal y como son Pregunte sin pena
Esta es, en síntesis, la historia de cualquier transexual, en Cuba, en Europa o en cualquier otro punto del planeta. Es su primera batalla contra lo evidente, mucho más dolorosa cuanto más asombro o rechazo despierte en sus seres queridos.
Con el tiempo se pasa de la desesperanza a una desgarradora aprehensión del «problema». Los calificativos se suceden, a cual más agresivo o burlón, acrecentando el sufrimiento y la necesidad de ser «normales» para ser comprendidos.
A veces también se suceden las visitas al médico de la mano de papá o mamá, interesados en perfilar la identidad de ese ser que aman, pero no comprenden, de volverlo más acorde con su apariencia, «por su propio bien y el de la familia».
Sin embargo, en la mayoría de los casos estas personitas desean todo lo contrario: «Cuando decidí vestirme ya siempre de niña, recibí muchos maltratos, físicos y verbales, me golpearon mucho. Cuando me obligaron a vestir de varón, quien iba dentro de esa ropa era una niña».
La sociedad, de manera injusta y equivocada, persiste en moldearles dentro de un cuerpo que sienten que «no les pertenece», de tan distinto a lo que ven en esas otras personas con quienes se identifican psicológicamente.
«Sé que no puedo ser como los demás. La mayoría de mis compañeros de escuela se han podido realizar como hombres y mujeres “completos”. ¡Cómo me gustaría poder ser totalmente una mujer y sentirme segura de que nadie lo va a cuestionar!».
Pero aún no lo logran. No hay fórmula que complazca a todos sin negar la propia esencia de la persona implicada.
Hacer valer su identidad entraña grandes retos. Si no trabajan o estudian, se les tilda de parásitos sociales. Si deciden hacerlo, para la administración del centro puede ser un problema que su comportamiento no coincida con sus documentos en materia de sexo y nombre.
No pocas veces desembocan en conflictos legales si sus respuestas a las actitudes de los demás resultan agresivas o mal interpretadas por algunas autoridades.
Pero aun cuando logran sortear tales obstáculos, cuando sienten que triunfan porque se les ve como lo que sienten que son, temen aquellas circunstancias en las que su seguridad puede sucumbir ante la ignorancia:
«Usted no sabe lo que yo sufro día a día por mi situación... Si me da un infarto, me llevan al hospital y descubren mi sexo, sé que seré causa de burlas y comentarios sobre mi persona, y estoy seguro de que van a ir a verme como a una cosa rara».
Sensibilidad como divisaLa ignorancia en materia de diversidad sexual y el silencio sobre el tema impuesto en el mundo por una cultura predominantemente heterosexual, contribuyen a que la sociedad moderna no esté preparada para respetar y recibir a sus transexuales tal y como son, y atender además a sus necesidades como se atienden las de otras minorías.
Incluso en un país como el nuestro, donde se lucha desde hace medio siglo por eliminar todo tipo de discriminación, estas personas tienen los mismos deberes ante la sociedad, pero no logran ejercer plenamente todos sus derechos.
Cambiar esta realidad exige de grandes esfuerzos educativos, sociales y jurídicos, pero sobre todo de un espíritu solidario por parte de quienes deben tomar las principales decisiones y luego irradiarlas en aras de una adecuada comprensión de este fenómeno en todo el planeta.
Con el ánimo de contribuir a este cambio, especialistas del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) elaboraron un material educativo que pronto estará en circulación en la Isla.
Como muchas veces se rechaza lo que no se conoce, la divisa de este material es Seamos un tilín mejores, y llama a incorporar como acto cotidiano el respeto a la dignidad de las personas transexuales en nuestro país.
Según explicó a Sexo Sentido Mariela Castro, directora del Centro, está dirigido especialmente a líderes de opinión en esferas como la educación y la salud, y también al Parlamento y otras instituciones clave en este asunto.
Además de un grupo de conceptos básicos, explicados en un lenguaje sencillo y respetuoso, el plegable sintetiza, en palabras de las propias personas implicadas, algunos de los sentimientos contradictorios que les embargan, relacionados sobre todo con su aceptación por los demás.
La transexualidad —explica el tríptico— es un término creado por las ciencias médicas para designar a aquellas personas que por lo general desde su infancia temprana y a lo largo de su vida demuestran un indisoluble sentimiento de pertenecer a un género (femenino o masculino) que no se corresponde con el sexo que le fuera asignado al nacer según la morfología de sus genitales externos (vulva en la mujer, pene y testículos en los hombres).
En un sistema social que se precia de proteger al ser humano y de ayudarlo a crecer en todos los sentidos, las leyes y los servicios de salud deben contemplar estas diferencias con absoluto respeto, protegerlo y encauzar sus necesidades de la mejor manera, de acuerdo con el desarrollo científico, moral y educacional que hemos alcanzado.
«Se necesita mucho coraje para soportar vivir dentro de un cuerpo que no te pertenece, y lo que más te ayuda a tener fuerzas para la vida es la comprensión, aceptación y apoyo de la gente».
Es todo lo que estas personas reclaman. Si nadie pide nacer con atributos de hombre o de mujer, ¿cómo creer que alguien asuma esa ambivalencia «porque sí» o para «molestar a los demás» como a veces se escucha por la calle?
No se trata de romper normas pautadas en la sociedad para hombres y mujeres. No es ese el deseo de quienes viven tal experiencia por voluntad de la naturaleza, no propia.
Al sentirse dentro de un «cuerpo equivocado», necesitan modificarlo, ajustarlo a su identidad, tal como otras personas tratan de ajustar su peso corporal o aquellas áreas de su cuerpo que las hacen sentir inconformes, y para ello invocan su derecho a una adecuada autoestima y una mejor salud mental.
La vida es un regalo demasiado valioso. Si la envoltura en que nos ha sido dada es causa de conflictos, nada malo hay en tratar de armonizarla con nuestros sentimientos y necesidades. Lo que somos siempre valdrá más, y hay que respetarlo.