A.A: Inicié mi relación actual cuando él estaba casado. Se divorció a los dos años y al fin tuvimos nuestra oportunidad. Antes, nos veíamos frecuentemente, ahora no salimos a ningún centro recreativo. Al principio no pensamos que nos enamoraríamos y nos faltamos el respeto en fiestas, como consecuencia no puedo formar parte de su grupo. En verdad, ambos sufrimos sin saber qué hacer. Él desea evitar problemas con sus amigos, no quiere que piensen mal, pero también desea tener una familia y yo soy la mujer que ha buscado siempre. Tratamos de separarnos pero nos resulta imposible. Nos queremos y no tenemos voluntad para hacerlo. Pensamos que algún día encontraremos una solución. Tengo 23 y él 32 años.
No encontrarán tal solución si no la buscan y ejecutan. Hasta ahora han esperado e intentado separarse sin lograr sentirse mejor, de modo que están convocados a buscar otras soluciones y valorar si es este el problema fundamental.
Toda pareja transita por diferentes etapas. Su subsistencia depende en cierta medida del ajuste a estos cambios. Ya no son amantes furtivos. ¿Qué son? ¿Cuáles son los cambios? ¿Cuáles son placenteros? ¿Cuáles indeseables?
Por lo que narras, pudiéramos pensar que la estabilidad mermó el interés por compartir espacios de complicidad y placer. Ya las calles no son el contexto exclusivo para ello. Ahora es la casa, pero, al menos para ti, no basta.
También pudiera suceder que a pesar de actuar como una pareja consolidada no se hayan asumido como tal. Es difícil crear una familia ocultando la relación. No pueden borrar lo sucedido, pero sí es posible asumir su historia y disponerse a enfrentar los contratiempos. Aunque ahora se lamenten, sería oportuno reconocerse en su pasado. Lo que hicieron también los representa, y posiblemente a ello se deba una buena parte del compromiso que ahora disfrutan.
*Máster en Psicología y consejera en ITS y VIH /sida