Nuevos estudios sugieren que las tecnologías de la información y la comunicación emiten más gases de efecto invernadero de lo que se pensaba
Una computadora de altas prestaciones empleada para jugar emite anualmente 452 kilogramos de CO2 a la atmósfera, revela un estudio publicado por el banco suizo Credit Suisse que muestra la huella de carbono de los seres humanos con sus actividades diarias.
Asimismo, la computación global podría ser responsable de una mayor proporción de emisiones de gases de efecto invernadero de lo que se pensaba anteriormente, y estas emisiones continuarán aumentando significativamente a menos que se tomen medidas, destaca otro estudio publicado en la revista Patterns realizado por la Universidad de Lancaster, en Reino Unido, y la consultora Small World Consulting Ltd.
«Al final del día, es nuestro estilo de vida diario lo que impulsa los niveles de emisión. Si es el coche que conducimos, el vuelo que tomamos, los productos que compramos, o la casa que calentamos, todas las emisiones globalmente se generan en última instancia con el fin de adaptarse al comportamiento y al gasto del consumidor. Por tanto, la pregunta es cuál es nuestra huella de emisión y qué se puede hacer para llevar esto en consonancia con los límites relacionados con el cambio climático», señala el reporte de Credit Suisse.
En otras palabras, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) contaminan más de lo que se pensaba, y solo un cambio en los patrones de uso permitirán un modelo más sostenible, además de practicar acciones en favor del medioambiente, como la reforestación.
Los investigadores de la Universidad de Lancaster y Small World Consulting Ltd señalan que las estimaciones previas de contaminación de las TIC no toman en cuenta el ciclo de vida completo y la cadena de suministro de los productos y la infraestructura, lo que incluye aspectos como la energía gastada en la fabricación de equipos, el coste de carbono asociado con todos sus componentes y la huella de carbono operativa de las empresas detrás de ellos, la energía consumida al utilizar el equipo y la gestión de los residuos al finalizar su vida útil, entre otros aspectos.
Argumenta esta investigación que la proporción real de las TIC en las emisiones globales de gases de efecto invernadero podría rondar del 2,1 por ciento al 3,9 por ciento —antes se ha estimado en un dos por ciento—, aunque subrayan que todavía existen importantes incertidumbres en torno a estos cálculos. Estas cifras sugerirían que las TIC tienen emisiones superiores a las de la industria de la aviación, que representa alrededor del dos por ciento de las emisiones globales.
En todo esto el papel de internet es clave. Advierten los investigadores que cuestiones como big data, inteligencia artificial, el internet de las cosas, el blockchain y las criptomonedas corren el riesgo de impulsar un mayor crecimiento sustancial en la huella de gases de efecto invernadero de las TIC por su alto consumo de energía.
En su trabajo, los autores analizaron dos temas centrales: la propia huella de carbono de las TIC, así como su impacto en el resto de la economía. A menudo se ha citado, y se ha incluido en los cálculos de políticas, que las tecnologías de la información y la comunicación conducirán a una mayor eficiencia en muchos otros sectores, lo que generará ahorros en las emisiones netas de gases de efecto invernadero.
Sin embargo, el estudio rechaza estos presupuestos y afirma que a medida que las TIC se han vuelto más eficientes, su huella ha absorbido una mayor proporción de las emisiones globales. Además, las TIC han impulsado amplias mejoras en la eficiencia y la productividad, pero, de manera crítica, las emisiones globales de gases de efecto invernadero han aumentado.
Esto podría deberse en parte a los denominados «efectos rebote», en los que una mayor eficiencia da como resultado un aumento de la demanda.
Y aunque reconoce el estudio que varios de los gigantes tecnológicos del mundo han hecho declaraciones sobre la reducción de su huella climática, señala que muchas de estas promesas no son lo suficientemente ambiciosas y que la autorregulación de la industria puede no ser suficiente para alcanzar el objetivo de llegar a cero emisiones netas en 2050.
El estudio de Credit Suisse abarca numerosas facetas de la vida diaria. En cuanto a las actividades digitales, apunta que jugar a videojuegos y ver la televisión (o contenido por streaming) conlleva un importante consumo energético que produce una huella de carbono.
Así, indica que con una computadora de altas prestaciones, si el jugador es casual generará anualmente 41 kilogramos de CO2, pero si se dedica a esa actividad con mucha frecuencia —los streamers de Twitch o YouTube, por ejemplo—, la cifra se multiplica por diez.
Ver algo en Netflix dos horas al día, redunda en 49 kilogramos de CO2 al año, mientras que los televisores en sí mismos suman entre 22 y 48 kilogramos cada 12 meses.
El uso durante ocho horas diarias de un ordenador significa 123 kilogramos de CO2, mientras que una laptop genera 67 kilogramos anuales. La carga de los celulares, por otro lado, se estima en siete kilogramos.
Los investigadores de la Universidad de Lancaster y Small World Consulting Ltd consideran necesario introducir límites globales de emisión de carbono. A su juicio, esto eliminaría las preocupaciones sobre los «efectos de rebote». También advierten contra una dependencia excesiva de las energías renovables en los cálculos sobre las futuras emisiones de gases de efecto invernadero de las TIC, debido al suministro limitado de productos básicos vitales, como la plata, que se necesita para fabricar paneles solares.
En cuanto el estudio de Credit Suisse, detallan cómo llevar un nuevo estilo de vida que reduzca de forma efectiva las emisiones de CO2 en todos los ámbitos. En ese sentido, recomiendan solo dos horas diarias de televisión o entretenimiento, y descartan totalmente el uso de ordenadores de altas prestaciones para jugar, entre otras múltiples recomendaciones.
Credit Suisse apunta asimismo que no basta con dejar de practicar ciertas actividades o cambiar patrones de consumo, son necesarias agresivas campañas de reforestación para reponer los árboles que necesita el mundo en aras de lograr mayores captaciones de carbono. Los datos de la compañía indican que actualmente el 30 por ciento de las emisiones son captadas por los bosques, pero el 47 por ciento se mantiene en la atmósfera. Queda mucho trabajo por hacer todavía, y 2050 está «a la vuelta de la esquina».
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