Los científicos encargados de monitorear el clima, especialmente los sistemas tropicales de gran intensidad, tienen en la informática una de sus grandes bazas de triunfo
El lanzamiento del satélite Tiros I, en 1960, marcó el inicio de una nueva era en la meteorología. Por vez primera los científicos disponían de imágenes de la Tierra en tiempo real para realizar sus pronósticos.
Desde entonces una serie de equipos tecnológicos se ha sumado a este empeño, que protege la vida humana a partir de conocer con anterioridad la posible ocurrencia de fenómenos naturales.
Aunque no es una ciencia exacta y depende de múltiples variables, hoy la meteorología es cada vez más precisa gracias al empleo de las nuevas tecnologías informáticas.
Además de los satélites, sensores en barcos, aviones, radares y estaciones automáticas se utilizan para procesar los datos a partir de los diferentes modelos de pronósticos que son generados por ordenadores, y varias fuentes indican que las predicciones meteorológicas hoy son fiables en un rango de entre cinco a ocho días.
¿Alguna vez se ha preguntado cómo hacen los científicos para saber exactamente por dónde va a pasar un huracán? Esta es una cuestión clave para salvar vidas.
De acuerdo con la NASA, trazar la ruta de un huracán depende de la precisión con la que se pronostiquen los vientos en modelos computarizados.
«Por lo general, la velocidad y la dirección de los vientos varían con la altitud», afirma la agencia espacial estadounidense en su sitio web.
«Los ciclones tropicales débiles tienden a ser dirigidos por vientos a menor altura, mientras que los vientos que ocurren más arriba normalmente influyen en la ruta de huracanes más fuertes».
Lograr esta precisión requiere de un monitoreo y seguimiento constante de un fenómeno meteorológico como un huracán. De ahí que las noticias sobre la nueva dirección que tome una de estas tormentas son actualizadas constantemente.
En el caso de los satélites climatológicos, utilizan distintos sensores para recoger toda la información que necesitan sobre un huracán.
Según la web científica How Stuff Works, desde el espacio los satélites siguen las nubes visibles, los patrones de circulación del aire, la lluvia, la velocidad del viento y las precipitaciones. Todos los datos cuentan.
También poseen sensores infrarrojos para detectar las diferencias de temperatura en una tormenta, así como la altura a la que se encuentran las nubes.
El trabajo de seguimiento a estos fenómenos comienza, incluso, desde mucho antes de que se formen. Una anomalía en el comportamiento del clima sometida a los modelos permite predecir si se formará o no un huracán, con grados de probabilidad que varían según las condiciones.
Y una vez que los meteorólogos determinan que una tormenta supera los 120 kilómetros por hora en la velocidad de sus vientos, comienza un rastreo constante de su comportamiento a través de los modelos computarizados para predecir su ruta e intensidad en las siguientes horas.
Si algo se puede calificar de temerario en cuanto al monitoreo de los huracanes es el avión que les da «caza».
En este caso, los aviones son acondicionados para resistir el embate de los vientos, y viajan con un equipo de meteorólogos a bordo. Los aeroplanos tienen sondas —instrumentos en forma cilíndrica, generalmente— equipados con sensores de presión, humedad y temperatura, que son lanzadas en paracaídas para determinar la velocidad y dirección del viento.
Datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, pionero en el empleo de este tipo de aviones, indica que el modelo que actualmente se usa es el de tipo de carga, conocido como Hércules.
La aeronave cuenta con cuatro motores Rolls-Royce turbo-propulsados capaces de sostener una velocidad de crucero de 500 kilómetros por hora, y puede llegar hasta los 670 kilómetros por hora. Generalmente, según relatan las fuentes especializadas, estos aviones pueden volar hasta 15 horas seguidas, aunque NOAA indica que generalmente las misiones duran 11 horas.
En el desarrollo económico de cualquier país, un centro meteorológico es muy importante. Así sucede en nuestro caso. El Instituto de Meteorología de Cuba (Insmet), fundado el 12 de octubre de 1965, es clave para la toma de decisiones, pues suministra información autorizada, confiable y verídica sobre cuestiones climáticas.
Para esa labor dispone de 68 estaciones de registro y verificación de datos, y una red compuesta por ocho radares (tres japoneses, cuatro de tecnología soviética y uno alemán), los cuales cubren el territorio nacional completo y están totalmente automatizados.
Este sistema nacional permite que las observaciones hechas en cada uno de los territorios lleguen a la sede en Casablanca y a los centros provinciales con inmediatez, precisión y puntualidad, lo cual conlleva a contar con la información necesaria para confeccionar los pronósticos a muy corto y mediano plazo.
La digitalización del Insmet comenzó en 1985 con la llegada de las primeras computadoras personales. En 1987 se instaló una red interna para el intercambio de información entre máquinas, y en la década de 1990 comenzó la automatización de los procesos.
Una información publicada en mayo de 2016 daba cuenta de los avances registrados por el Insmet en cuanto al empleo de las tecnologías. En el citado mes el Instituto adoptó SmartMet, una herramienta para la recepción de información destinada al análisis y la confección del pronóstico del tiempo.
SmartMet permite a los especialistas procesar los datos requeridos, comparar las salidas de los modelos en diferentes niveles de la tropósfera, y contribuir a emitir pronósticos más fiables a muy corto plazo (de pocas horas), a corto plazo (de 24 a 48 horas) y mediano plazo (de tres a diez días).
Además de ello, el Insmet acomete una serie de investigaciones en áreas diversas que permiten al país salvaguardar la vida de sus ciudadanos e informar de forma oportuna ante la ocurrencia de fenómenos naturales.