Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Arte entre montañas

Por más de tres décadas los Conjuntos Artísticos Integrales del Ejército Juvenil del Trabajo han dejado una huella en defensa de la espiritualidad de las serranías

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

SANTIAGO DE CUBA.— La joven guantanamera Luz Deibys Beltrán Pérez conquistó su sueño de ser bailarina sin abandonar los colores de su natal poblado El Palmar,  perteneciente al municipio de Manuel Tames, de la mano del influjo luminoso del Conjunto Artístico Integral de Montaña (CAIM) de esa oriental provincia, radicado en la zona.

«Desde niña pertenecí a uno de los proyectos comunitarios del CAIM; allí aprendí los primeros pasos en la danza y me prepararon para ingresar en una escuela de arte, y aunque no pude concluir mis estudios por problemas de salud, obtuve herramientas para hoy realizarme profesionalmente.

Luz Deibys se considera un fruto directo de la tesonera labor que por más tres décadas han desempeñado los CAIM en defensa de la espiritualidad de las serranías cubanas, por eso, a pesar de las vueltas de la vida, ha regresado a sus orígenes y hoy ocupa una plaza en el Conjunto de la tierra del Guaso, que tiene su sede justo en la comunidad donde reside.

«Nunca me aparté de mi anhelo de ser bailarina. Ahora aquí desempeño el cargo de Instructor A para el trabajo cultural y recreativo de la especialidad de danza, y las experiencias de toda una vida vinculada con la agrupación me son hoy de gran ayuda para encaminar mi trabajo, que como el de todas las manifestaciones que integramos los CAIM, responde al propósito de defender y poner en alto nuestra cultura, sobre todo preservando las tradiciones para que nosotros, los jóvenes, y las generaciones venideras, puedan conocerlas.

«Nuestro trabajo consiste en llegar a cada lugar donde es poco asequible la cultura, adonde no van los grupos famosos, a los sitios que no tienen ese roce tan cercano con el arte y enseñarle las maravillas de la música, la danza, el teatro, la literatura y las artes visuales, que en mi caso es hacer, por ejemplo, que conozcan los diferentes bailes y las expresiones danzarias de las diversas culturas.

«También tenemos proyectos en esas comunidades, trabajamos con niños, con diferentes grupos etarios. Es un trabajo muy bonito, pues nosotros les aportamos las herramientas para practicar y apreciar el arte, pero a la vez aprendemos de su cultura, de expresiones que son novedosas para nosotros, como, por ejemplo, el changüí, el nengón, el quiribá, géneros distintivos de nuestra provincia de Guantánamo. Ese contacto constante nos aporta experiencias que uno acumula y que hacen que poco a poco nos vayamos superando, tanto en la vida profesional como personal», cuenta.

Casas de cultura de Loma Arriba

Las vivencias de Luz Deibys tienen réplicas en las de generaciones y generaciones de jóvenes que han sido o son hoy parte del quehacer de los CAIM existentes en el país, que se desenvuelven en las provincias de Guantánamo, Santiago de Cuba, Granma, Artemisa y la zona del Escambray, en el centro del país.

Creados a finales de los 80 por iniciativa del General de Ejército Raúl Castro Ruz, los CAIM cumplen con el propósito de llevar el arte y la cultura a intrincados parajes del país pertenecientes al Plan Turquino, cercanos a las granjas agroforestales encaminadas por el Ejército Juvenil del Trabajo (EJT), y materializan la vinculación de las FAR con el sector de Cultura.

Los integran soldados con aptitudes para el arte que cumplen allí su servicio militar, instructores de arte y artistas egresados de escuelas ubicados allí o en su período de servicio social y civiles, aficionados o profesionales, residentes en las zonas donde están enclavados.

Especialistas del Consejo Nacional de Casas de Cultura (CNCC), que les defienden como una de las prioridades de la política cultural cubana, aseguran que el rol de los CAIM está más allá de ser las unidades artísticas de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias (FAR), y las definen como casas de cultura de loma arriba.

Desde el accionar de estas agrupaciones, una fuerza variada y entusiasta no solo lleva espectáculos a unidades e instituciones militares y parajes recónditos de la serranía, sino también imparten talleres de creación y de apreciación de las cinco manifestaciones artísticas, bajo el mando y aseguramiento de las FAR y con el asesoramiento técnico-metodológico del Ministerio de Cultura.

Oportunidad y aprendizaje

El profesor de Educación Plástica Frank Alejandro Velázquez Duporté, de 20 años, está a punto de cumplir su tiempo de servicio militar en el CAIM de Guantánamo; sus cualidades para la pintura y las artes plásticas en general le llevaron a ser parte de esa agrupación y aunque refiere que cuando termine se insertará como docente en alguna escuela, recalca que adonde vaya llevará las enseñanzas de estos días de talleres, ensayos y actuaciones en granjas y plazas siempre con experiencias nuevas.

«Me gustó mucho estar aquí, porque esta es una Unidad de arte; aquí músicos, bailarines, actores, plásticos, todos vivimos en unión, nos apoyamos los unos a los otros y siempre aprendemos. Este año me ha permitido valorar más mi profesión y he
obtenido muchas herramientas para desarrollarla».

Roberto Carlos Danger Ramos, profesor de Física y bailarín aficionado residente en El Palmar, quien igualmente está a punto de concluir su SM en el CAIM Guantánamo, coincide.

«Mi experiencia como bailarín aquí ha sido maravillosa. El contacto con los bailarines egresados de escuelas me ha ayudado a mejorar mi técnica de baile; fui a varios lugares que no conocía de mi provincia, como Maisí y otros sitios de difícil acceso. Ha sido una etapa muy bonita, que siempre recordaré cuando retome mi vida como profesor y de seguro seguiré como aficionado en la casa de cultura de mi municipio, Manuel Tames.

Historias como estas llevan a Arturo Blas Fariñas de Dios, metodólogo del CNCC, a ubicar los mayores logros de los CAIM, en «lo que queda» tras el paso de los jóvenes por estas agrupaciones; en el saldo en formación de valores y preparación para la vida de los protagonistas de ese sistema de trabajo.

Oslayda Aguilera, al frente del trabajo sociocultural comunitario en el CNCC, es rotunda al afirmar que la mayor huella de los CAIM en sus más de 30 años de existencia, ha sido hacer realidad el verdadero trabajo comunitario. «Los CAIM están dinamizando la vida cultural de las comunidades de difícil acceso del país.

«En la actualidad, con las dificultades económicas y energéticas que enfrentamos, eso se rea-
firma. A veces es complicado llevar la cultura a las montañas, pero allí están ellos, caminando mochila al hombro, o montados en un camión, para llevar a esas zonas, arte de calidad», apunta.

Con los recuerdos a flor de piel del tiempo en que creció como instructora de arte en el CAIM de Santiago de Cuba, Gelsy Vigil, asegura que en su actual responsabilidad como directora de la casa de cultura Josué País, hay mucho de las herramientas que descubrió en aquellas jornadas intensas de ensayos y creación allá en Los Negros, y no deja de resaltar el empeño de los CAIM en la preservación de las tradiciones.

Y es que a pesar de que, como refiere Arturo Fariñas, tienen un alto reto ante la inestabilidad de su fuerza laboral, que les obliga cada uno o dos años muchas veces a empezar de cero en la preparación técnica de los representantes de las manifestaciones, porque concluyen su SM o su servicio social, historias como las narradas aquí dan cuenta de que el impacto de los CAIM se multiplica y trasciende las montañas.

Encuentro en Santiago

Los logros y desafíos de la labor de los CAIM en el país fueron tangibles en tierra santiaguera en la semana precedente, cuando esta oriental provincia fue sede de su 21er. Encuentro Nacional, que para ellos es como el evento magno de estas agrupaciones que se produce cada dos años.

Más allá de la fraternal competencia, que esta vez, al decir del jurado, «ha estado bien reñida», la ciudad vivió el necesario intercambio de experiencias y el contacto con el arte generado por las cinco instituciones de este tipo existentes en el país. En las noches, la sala principal del teatro Heredia acogió las presentaciones y cada uno de los CAIM lució todas sus potencialidades ante el jurado.

A la par, en las mañanas, más de una treintena de centros y comunidades santiagueras, lo mismo dentro de la urbe que en zonas periféricas como Baconao o los poblados El Cobre y El Cristo, centros penitenciarios, hospitales y unidades militares, tuvieron en la creación variada de estas agrupaciones una opción de esparcimiento este verano.

Así toda la urbe disfrutó, aplaudió y apreció lo que ocurre cuando el arte que, con seriedad y compromiso se engendra entre montañas, inunda las ciudades. Es la señal de que los CAIM existen, crean, forman, para el bienestar y defensa de la cultura cubana.

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