Aún podría exhibirse en librerías, porque en una de ellas compré Crónicas caribeñas, de Alejo Carpentier, volumen publicado por la editorial Letras Cubanas
Aún podría exhibirse en librerías, porque en una de ellas compré Crónicas caribeñas, de Alejo Carpentier, volumen publicado por la editorial Letras Cubanas. No voy a referirme a la obra narrativa del autor de El siglo de las luces, sino intentaré recomendar estas crónicas. Siempre interesantes. Y de paso digo que en la sabiduría literaria y periodística de Carpentier se halla un factor que muchos solemos soslayar: lo interesante.
Lo interesante no siempre aparece espontáneamente, sino que el escritor o el periodista han de buscar y saber hallar lo interesante en hechos o aspectos cualesquiera, y sobre todo poseer la maestría para expresar lo que logre uncir al lector.
Crónicas caribeñas contiene la reunión de diversos textos publicados en periódicos y revistas por Carpentier. El tema, en su amplitud, se refiere a los países que el mar Caribe humedece. Y por la cultura universal del autor de El siglo de las luces, en este libro se cosen páginas de música, pintura, ciudades, pintores, escritores, artistas de teatro, y un etcétera largo, porque, como sabemos, la cultura de Carpentier carecía de linderos visibles.
Como estudioso de la cultura del Caribe, fue atento difusor de los valores de nuestra región. En El reino de este mundo describió ambientes y personajes haitianos, y en Los pasos perdidos lo articuló con elementos venezolanos… Y podríamos seguir mencionando obras vinculadas a nuestra región, que él definió como tierra real maravillosa.
En Crónicas caribeñas aparecen visiones de ese ámbito del Caribe, incluida Cuba. Y son crónicas, a mi parecer, por su acercamiento libérrimo a temas y personajes, y sobre todo por las descripciones a veces líricas, en una prosa surcada por una emoción contenida. En Carpentier, escritor de saberes clásicos, la contención es un mandamiento de cuyo cumplimiento nunca se sustraía.
Les recomiendo que lean este rimero de crónicas sobre nuestro ámbito, lo hallen en una librería de primera o segunda manos. O en una biblioteca. Hay mucho que aprender disfrutando de una prosa clara, ágil, dúctil y amenamente organizada. Carpentier nunca escribió lo que sobra, sino lo que le falta al lector por aprender. Y por esa razón, solía convertir lo importante en un enunciado interesante, incluso, le infundía interés a lo menos importante. Esa es la virtud de todo escritor culto.