Cuando alguien va a morir se levanta temprano. Con los zapatos se coloca la tristeza. Repasa sus problemas. Analiza con fruición las circunstancias ambientales. Se repite que hizo todo cuanto estuvo a su alcance para lograr la solución. Y puesto que ha dejado de creer en el prójimo, no tiene una fe verdadera en Dios y duda de sí mismo, reafirma su decisión de morir. A partir de este momento estará sumido en su proyecto.
Cuando alguien va a morir sale de compras y vuelve a casa con un nuevo exprimidor de limones. Se prepara un caldo y mientras lo bebe piensa en los antepasados inútiles. Desconecta la radio. Descuelga la foto de algún aniversario familiar y antes de guardarla se detiene un rato a mirar los rostros borrosos de la cartulina. Envuelve cuidadosamente otros útiles portátiles.
Escribe cuatro cartas muy tristes. Llora mientras coteja papeles y corbatas: prepara el camino a sus biógrafos. Imagina qué dirán de su muerte inesperada. Considera pertinente una sonrisa tradicional de tristeza y desaliento: va al espejo y la improvisa con cierto patetismo. Construye una frase poética, como corresponde a la situación.
Y tres minutos antes, exactamente tres minutos antes, decide que morir es una tontería literaria. Que no resuelve nada.
Conecta la radio y devuelve la foto a la pared. Se peina como por primera vez y nos lo cruzamos luego en las exposiciones. Sale del cine y se detiene previsoramente ante el semáforo. La luz demora, pero él no se impacienta. Empieza a llover y piensa que mojarse es una agradable locura. Anda con aparente descuido bajo la lluvia y observa las vidrieras con obstinación romántica. Se siente feliz, recuerda cuán cerca estuvo de la muerte. Se encariña con los objetos, sonríe y saluda y anda por las calles que ahora le parecen desconocidas. Termina afirmándose que ese es, realmente, su primer día de vida.
Tarde, muy tarde, regresa a la casa. Piensa que tiene un sitio muy acogedor y que después de todo su situación no es tan precaria. Se abriga. Acomoda las almohadas, enumera cuanto hizo en el día. Traza mentalmente planes sobre la forma más agradable de vivir: no amará, no se meterá en negocios ni en política, no odiará, no leerá periódicos, se comprará una capa y un nuevo monedero, obviará todo cuanto pueda significar una preocupación. Esa noche duerme profundamente.
Se despierta muy tarde y reanuda su existencia, ahora con los nuevos puntos de vista. Es lunes y le correspondería realizar gestiones más rutinarias, pero decide olvidarlas. Se va al mar, a disfrutar el movimiento de las olas. Allí se olvida también de las penas, del reloj, de la muerte posible, de sus contemporáneos. En un esfuerzo de concentración se olvida de sí mismo. Por último se olvida del olvido.
Y muere.
Editorial Letras Cubanas
Siempre la muerte, su paso breve
Al cielo sometidos
Lezama revisitado
Editorial de Ciencias Sociales
La fiesta de los tiburones
Ediciones Unión
Caignet, el más humano de los autores
Editorial Oriente
Cine cubano, ese ojo que nos ve
Reynaldo González Zamora
Narrador, ensayista y periodista, nació el 23 de agosto de 1940 en Ciego de Ávila. Es considerado uno de los más prestigiosos ensayistas cubanos. Su obra se caracteriza por el constante acercamiento a la identidad y cultura nacional, tanto desde la mirada histórica como desde el presente más inmediato.
Fue redactor jefe de la revista Pueblo y Cultura, órgano del Consejo Nacional de Cultura. Entre 1963 y 1965 dirigió la página cultural del periódico Revolución. Fundador, como redactor jefe, de la revista Revolución y Cultura. Editor en las editoriales Unión y Ciencias Sociales, con una labor destacada en obras de José Lezama Lima, Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez. Fue director de la Cinemateca de Cuba durante 11 años.
Es miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua y actualmente dirige la revista literaria La Siempreviva.
Ha colaborado en revistas y periódicos de Alemania, España, Estados Unidos, Francia, Italia y México, así como en algunas de las principales publicaciones culturales cubanas: Unión, La Gaceta de Cuba, El Caimán Barbudo, Revolución y Cultura, Casa de las Américas, Revista de la Universidad de La Habana, Bohemia, Cine Cubano, Juventud Rebelde, Granma, el sitio Cubaliteraria y la publicación digital La Jiribilla.
Tiene publicados, entre otros, los volúmenes: Miel sobre hojuelas (cuentos, Ediciones R, 1964); Siempre la muerte, su paso breve (novela, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1968); La fiesta de los tiburones (relato testimonial, Editorial de Ciencias Sociales, 1978); Contradanzas y latigazos (ensayo histórico-literario, Editorial Letras Cubanas, 1983); Lezama Lima, el ingenuo culpable (ensayos, Editorial Letras Cubanas, 1988); Llorar es un placer (ensayo, Editorial Letras Cubanas, 1989); Échale salsita. Comida tradicional cubana (recetario culinario, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999); El bello habano. Biografía íntima del tabaco (ensayo histórico, Editorial Letras Cubanas, 2004); Al cielo sometidos (novela, Ediciones Unión, 2001); Envidia de Adriano (poesía, Ediciones Unión, 2003); Espiral de interrogantes (Ediciones Boloña, 2004); Lezama sin pedir permiso (Editorial Letras Cubanas, 2008) y El más humano de los autores (Ediciones Unión, 2008).
Sus textos han sido traducidos al alemán, francés, inglés, italiano y polaco. Ha dictado conferencias sobre temas culturales e históricos cubanos en universidades y otras instituciones de Alemania, Brasil, Cuba, Chile, España, Estados Unidos, Francia, Grecia, Hungría, Italia, México, Nicaragua, Polonia, Uruguay y Venezuela.
Por los valores de su obra ha sido reconocido con una mención en el Premio Casa de las Américas (1968); el Premio Nacional de la Crítica Literaria (1983, 1988, 1989, 2001, 2005 y 2009); el Premio Juan Rulfo de cuento (1983); el Premio Italo Calvino de novela (2000); la Distinción por la Cultura Nacional; y el Premio Nacional de Periodismo Cultural (2007). En el año 2003 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura.