Un grupo de investigadores de la Universidad de Reading ha empezado a desenterrar el fósil de un hadrosaurio que conserva tejido blando
Este no es otro aburrido cuento sobre dinosaurios. No se nos asuste. Sí es una especie de cuento sobre fósiles, es cierto, pero es uno peculiar. Peculiarísimo, de hecho. Porque no hay nada de común en hallar los restos de un dinosaurio con piel adherida aún. De hecho, es tan poco común, que menos del uno por cierto de los fósiles hallados mantienen rastros de su piel.
Pero hay otro elemento que le pone distinción a esta historia. Fue un grupo de estudiantes el que protagonizó el hallazgo. Y esto sí es tristemente común: un enorme por ciento de las investigaciones que usted lee sobre avances científicos usa los esfuerzos de miles de estudiantes en el mundo, cuyos nombre, muchas veces, no aparecen en los principales créditos, así que este hallazgo es doblemente feliz, por ser excepcional y por traer una especie de tributo obligatorio a los sacrificados estudiantes de Ciencias que toman parte en él.
Pero, pongámonos serios para entender esto ¿Cómo sucede que un fósil sea encontrado con piel? ¿Es esto algo real, o tendremos que esperar a que lo desmientan? ¿Cómo es posible que suceda este tipo de conservaciones tan extremas?
La Universidad de Reading (Inglaterra), la Universidad de Nueva Inglaterra (Australia) y el Museo Royal Tyrrell (Canadá) han convocado a sus estudiantes de paleontología desde antes de la crisis pandémica para un proyecto de exploración en el Parque Provincial de los Dinosaurios de Alberta, Canadá.
Desde 2019, las coordinaciones y primeros trabajos estaban hechos, pero la pandemia interrumpió duramente los afanes académicos, solo para retomarlos a partir de 2021, con tiempos mejores.
El año pasado se desplegó sobre el terreno el primer grupo de estudiantes. Uno de los componentes detectó que parte de un fósil sobresalía de una ladera rocosa. Para sorpresa de todos los presentes, no solo habían encontrado huesos fosilizados, sino que conservaban impresiones de la piel del animal en partes de la cola y de una pata, conservados en una formación rocosa.
Tras los primeros asombros, las pruebas lideradas por los investigadores Brian Pickles y Caleb Brown revelaron que se trataba de los restos fósiles de un hadrosaurio.
Esta especie la formaban herbívoros del Cretácico tardío que se expandieron por gran parte del mundo, en los actuales continentes de Asia, Europa, Sudamérica, Antártida y Norteamérica, como sigue atestiguando este nuevo espécimen. El fósil descubierto está datado con 75 millones de años aproximadamente.
Si bien esta especie está ampliamente documentada, otro factor hace de este hallazgo uno especial: los paleontólogos creen que es altamente probable que el resto del cuerpo del animal se haya conservado en semejantes condiciones debajo de la formación rocosa, por lo que estos restos pueden brindar una información única acerca de los hadrosaurios, su fisonomía y el desarrollo del crecimiento en estos animales extintos.
A principios de este mismo mes, el hallazgo de un fósil de Stenopterygius, un género incluido en el famoso orden de los ictiosaurios, también asombró por la conservación de piel y grasas.
En general, cuanto más tiempo transcurre, mayor es el deterioro de cualquier resto natural. Esto es especialmente cierto en el caso de los tejidos blandos, las partes de los organismos que no están mineralizadas, como la piel, los músculos o los vasos sanguíneos. En 1993, Mary Schweitzer, entonces afiliada al Museo de las Rocosas, reportó datos que sugerían la posibilidad de tejidos blandos y biomoléculas conservados en un hueso de Tyrannosaurus rex con una supuesta edad de 68 millones de años. Sus resultados fueron recibidos con gran escepticismo.
Restos de la cabeza y parte de la cola que quedan visibles en el nuevo hallazgo. Foto: National Geographic
En 1966 Roman Pawlicki y sus colaboradores habían publicado observaciones similares acerca de la presencia de vasos sanguíneos, colágeno y osteocitos presentes en huesos de dinosaurio, pero no suscitaron mucho interés académico.
En las últimas dos décadas, según indica el sitio especializado Geoscience, Mary Schweitzer y su grupo de investigación, enfocados en este polémico asunto, han encontrado ejemplos adicionales y han utilizado una amplia gama de técnicas analíticas para documentar sus hallazgos con tejido blando incluido. Parece que la posibilidad de que los tejidos blandos y las biomoléculas de los dinosaurios se hayan conservado hasta la actualidad es cada vez más aceptada, contra todo pronóstico.
Solo entre 2016 y 2017, un período en que el tema se analizó profundamente, fueron reportados tres hallazgos de este tipo, en un interesante estudio que fue presentado en el Congreso de la Sociedad Canadiense de Paleontología de Vertebrados de 2017.
Y aquí tenemos precisamente una de las claves de este tipo de conservaciones extremas: el frío terreno canadiense.
Tratándose de un asunto siempre muy polémico, al remitir a la interminable cuestión de un datado corto o largo, dos opciones académicas diferentes para medir la antigüedad de las especies terrestres, entender el proceso por el cual las moléculas orgánicas se conservan durante decenas o cientos de millones de años supone un importante desafío.
Se cree, por ejemplo, que las proteínas se degradan significativamente en períodos de tiempo mucho más cortos, de apenas unas pocas decenas de miles de años. Por esta razón varios estudios intentan explorar mecanismos potenciales que expliquen la conservación excepcional de tejidos blandos en restos de dinosaurios.
En estos acercamientos, el factor más obvio es probablemente el del clima de las regiones donde estos hallazgos se han conservado: el frío extremo.
La verdad acerca de otros factores, o incluso, la apertura de una nueva etapa de debates sobre el datado de la Tierra y sus especies, tendrá que esperar por los resultados más conclusivos de estos descubrimientos. Pero sin dudas, el hecho de tener ahora material blando para aclarar doblemente la información que recibimos sobre estas especies abrirá un nuevo horizonte para la paleontología. Y esta vez será gracias al esfuerzo pocas veces reconocido de un grupo de estudiantes apasionados por la ciencia.