La compañía Virgin Galactic dio la arrancada recientemente a la promesa del turismo del espacio
Desde hace varios años la rivalidad entre tres posibles iniciadores del turismo espacial a gran escala ha estado en el tintero. Elon Musk, presidente de SpaceX; Jeff Bezos, fundador de Amazon, y Richard Branson, al mando de Virgin Galactic, eran sin duda tres de los nombres más socorridos al hablar del posible iniciador de viajes pagados hacia nuevas fronteras. Pero ha sido el último quien sorprendió domingos atrás, al alcanzar más de 14 mil metros sobre el desierto de Nuevo México, en un avión espacial que llegó al límite de la atmósfera terrestre.
Los dos pilotos y cuatro pasajeros de la nave lograron flotar a más de 85 kilómetros sobre la superficie de nuestro planeta con la altitud suficiente para ver la curvatura de la Tierra y escapar de la gravedad por breves, pero históricos momentos. Históricos porque abren definitivamente la carrera de llevar a turistas a estos «confines» extratmosféricos.
Ciertamente no se trata del primer vuelo de la compañía con tripulación turística. El vuelo espacial de Virgin Galactic es el cuarto con humanos a bordo, pero ha dado el pistoletazo definitivo a la prueba de estos viajes, y se adelantó por solo nueve días al programado por el multimillonario Jeff Bezos, en el New Shepard, un cohete suborbital construido por su empresa, Blue Origin.
El vehículo que protagonizó este hito fue V.S.S. Unity, de Virgin Galactic, y se lanzó en el aire desde una nave nodriza para que alcanzara más de 85 kilómetros de altitud. Mientras completó su ascenso, cayó lentamente por la atmósfera superior. Quince minutos después de separarse de la nave nodriza, el V.S.S. Unity planeó hasta una pista de aterrizaje en Nuevo México y se detuvo. Esa fue toda la trepidante ruta del primer itinerario exclusivo para viaje de placer al espacio próximo de la Tierra.
La misión, llamada Unity 22, representa la mayor tripulación que ha llevado la empresa de Branson, Virgin Galactic, hasta el límite del espacio.
En una conferencia después del aterrizaje, Branson, de 70 años, catalogó el vuelo como la experiencia de su vida.
«Qué día, qué día», dijo a la prensa. «Creo que, como la mayoría de los niños, he soñado con este momento desde que era niño y, sinceramente, nada puede prepararte para ver la Tierra desde el espacio», señaló.
«Mi misión era convertir el sueño de los viajes espaciales en una realidad para mis nietos, para sus nietos, para muchas personas que viven hoy para todos», agregó.
«Y habiendo volado al espacio, he visto cómo Virgin Galactic es la línea espacial para la Tierra. Estamos aquí para hacer que el espacio sea accesible para todos, y queremos convertir a la próxima generación de soñadores en los astronautas de hoy y de mañana».
La primera vez que el multimillonario anunció su intención de volar al espacio fue en 2004, cuando estimó tener listo un servicio comercial para 2007.
Algunas dificultades técnicas obstaculizaron sus planes, incluido un accidente fatal de un vuelo en desarrollo en 2014.
El avión de Branson, conocido como Unity, no despega por sí solo desde la Tierra. Para volar, necesita ser transportado por un avión más grande a una altitud de unos 15 km, desde donde es lanzado, explica BBC.
Luego la nave enciende su motor para impulsarse hasta alcanzar una altura aproximada de 90 kilómetros.
El resto de la tripulación que voló junto a Branson la compusieron los dos pilotos del vehículo, Dave Mackay y Michael Masucci, y tres trabajadores de Galactic: Beth Moses, Colin Bennett y Sirisha Bandla.
Como detalla un artículo de National Geographic al respecto, desde el año 2000 el turismo espacial viene dando este tipo de espectáculos, con varios turistas —por supuesto, multimillonarios— que han gastado decenas de millones de dólares para volar a la Estación Espacial Internacional (EEI).
Además, la NASA ha instado poco a poco a las empresas privadas a que asuman los lanzamientos de carga y astronautas a la EEI. Los vuelos de carga comercial para la NASA comenzaron en 2012 y los vuelos de tripulación comercial, en 2020, con el hito de SpaceX en este campo.
Pero la inclusión de asientos para turistas en vuelos científicos ha traído en todo este tiempo encontronazos entre aquellos que los consideran necesarios para cubrir los enormes gastos de agencias espaciales, y quienes han defendido que la presencia de viajeros no especializados obstaculiza el trabajo de los verdaderos protagonistas del viaje.
No obstante, las capacidades para turistas en vuelos de NASA han permitido recuperar cuantiosas sumas, pero en el horizonte se avistaba desde entonces la futura independencia de vuelos destinados únicamente a los viajeros por placer.
Durante años, empresas como Virgin Galactic y Blue Origin han trabajado en un tipo de vuelo espacial suborbital que permitiría a cualquiera, siempre que tenga cientos de miles de dólares, viajar durante unos minutos hasta la frontera del espacio.
Aunque la frontera con el espacio reconocida internacionalmente se suele fijar a 100 kilómetros de altitud, la denominada línea de Kármán, Estados Unidos utiliza los 80 kilómetros como frontera. El vuelo de Virgin Galactic alcanzó unos 86 kilómetros. Se había previsto que el vuelo del 20 de julio de Blue Origin llegara a unos 105 kilómetros de altitud.
Tras largos años de pruebas para este tipo de viajes, e incluso incidentes letales, como el accidente mortal de un prototipo del avión cohete SpaceShip
Two en 2014, Virgin Galactic y Blue Origin están pasando de los vuelos de prueba a los viajes comerciales de una vez y, sin dudas, con toda la polémica que trae cada nuevo hito, las preguntas de cuán necesario o arriesgado pueda ser, o del manejo egoísta o superfluo del dinero que en tantos asuntos terrestres marca la diferencia en millones de vidas, lo cierto es que a nivel científico y técnico, el vuelo de Virgin Galactic ha sido un antes y un después en el concepto de viajes al espacio.