Tres economistas han estudiado comunidades pobres con métodos de otras ciencias, y han logrado resultados asombrosos
Las últimas noticias sobre los premios Nobel han seguido trayendo buenos debates de la mano. El premio de Economía, en especial, ha recaído este lunes sobre tres investigadores que han intentado hallar pequeños y aleatorios remedios contra un mal generalizado: la pobreza.
Pero si se cree que por pequeños, se trata de remedios vanos, ahí está el mayor error. En realidad, se trata de un trabajo continuado en que los tres economista, de manera aislada, han ido estudiando estrategias de desarrollo factibles en contextos específicos.
El indio Abhijit Banerjee, la francesa Esther Duflo y el estadounidense Michael Kremer son los dueños de la carrera ganadora. Pero el comitpe de la Real Academia de Ciencias sueca no los premió precisamente porque sus causas sean tan humanas, sino porque en su lucha, han empleado metodologías científicas rigurosas y originalmente aplicadas.
Según explicó el comité, los tres investigadores recibieron el reconocimiento por «su enfoque experimental para aliviar la pobreza global».
La academia reconoció el trabajo para luchar contra la pobreza global, concentrándose en aspectos «concretos». Para entender qué quieren decir con eso de experimentales, o concretos, imaginemos que estos economistas no han dudado en usar la aplicación de sus estrategias con métodos similares a los de otras ciencias, como el monitoreo de los resultados en muestras poblacionales, a la manera de los estudios de Medicina, por ejemplo.
En una entrevista concedida al diario español El país en el año 2016, la francesa Esther Duflo explicaba que luchaba por cambiar el mundo de un modo algo sui géneris: precisamente, utilizando pruebas aleatorias controladas, muy parecidas a los ensayos clínicos.
«La medicina selecciona aleatoriamente a personas para que se tomen el fármaco y forma dos grupos. Si al final se encuentra alguna diferencia entre ellos se sabrá que se debe al medicamento. Lo que hacemos con las políticas sociales es muy parecido. Imagina que quieres probar cuál es el impacto de introducir tabletas en los colegios. Lo que tienes que hacer es seleccionar aleatoriamente un grupo de escuelas en las que los niños recibirán las tabletas y otro grupo en el que no. Si comparas la evolución de ambos grupos, sabrás cuál es el efecto del programa».
En 2003, junto a los otros dos premiados, Duflo fundó el laboratorio de la pobreza (J-PAL), que es hoy una red de 136 economistas dedicada a investigar y evaluar programas a base de pruebas aleatorias y monitoreo de largo plazo en diferentes países del mundo (América Latina incluida).
J-Pal hace un símil con el negocio de la tecnología donde todo el tiempo se está buscando optimizar la vía para hacer los productos más baratos y eficientes. Pero aquí se trata de políticas sociales.
En Kenia, por ejemplo, hicieron el siguiente ejercicio: cuántos años adicionales de estudio se logran al invertir 100 dólares en distintas políticas. El resultado sostuvo que al inyectar los recursos en mejores docentes, becas y uniformes, se logran tres años más de estudio, pero si se
invierten en informar y concientizar sobre los beneficios de la educación, se logran 40 años más.
Entre otras soluciones económicas que estos profesionales han descubierto y aplicado destacan, por ejemplo, la estrategia de que con un kilo de lentejas gratis para las familias la tasa de vacunación se multiplicaba por seis. O que dar una vaca a los que sufren pobreza extrema y enseñarles a cuidarla en lugar de consumirla, mejoraba notablemente su situación económica al cabo de los tres años.
Los resultados son apoyados por datos estadísticos en estudios de campo, no tan solo por aseveraciones teóricas. Y el tercer paso del ciclo, convierte sus estudios en verdaderas joyas cientpificas: el equipo ejerce presión para que las estrategias lleguen a convertirse en políticas de gobierno.
De esa manera, la Academia sueca lo reconoció este lunes, han ayudado a más de cinco millones de niños pobres con ideas prácticas y contextualizadas.
Por si fuera poco, en estas estrategias contra la pobreza no se queda lejos el rigor científico: «Los experimentos tardan lo que tarde en aplicarse un programa. En algunos casos hemos estado siguiendo a gente durante 10 años.», explicaba Esther Duflo en la entrevista citada.
Los economistas premiados suelen realizar lo que bien podría calificarse como «viajes misioneros», pero en un concepto que combina el altruismo con la ciencia más precisa.
Una primera inmersión en la sociedad que estudian les asegura comprender el problema y sus factores específicos, lejos de los fríos laboratorios, y en medio de la cotidianidad de la gente.
«No creo que fuera posible hacer un buen trabajo sin pasar tiempo en los países en desarrollo. No soy la única economista de mi campo que lo hace», ha explicado Duflo, quien es además la segunda mujer que logra este galardón en la historia del premio.
Otro ejemplo de esa asociación con el medio ha sido la trascendencia de este laboratorio en India. El experimento para reducir el absentismo escolar, el más famoso del grupo de economistas, aumentó el número de niños en las aulas de manera drástica.
«Lo más efectivo y más barato para que más niños vayan a la escuela es darles una pastilla que les quite los parásitos intestinales», ha asegurado Duflo en 2016.
«Unos 600 millones de niños en edad escolar están infectados con algún tipo de lombriz según la Organización Mundial de la Salud. Sin el tratamiento adecuado, estos parásitos limitan la absorción de micronutrientes. Los niños simplemente están muy cansados para poder ir al colegio. Curarlos puede reducir el absentismo en un 25 porciento e incrementar sus ingresos en el futuro.»
Esta tesis fue acogida por Gobierno de India: 140 millones de niños fueron tratados en las escuelas en febrero de 2016, gracias al estudio y la persistencia de estos tres economistas y los asociados a su trabajo.
Sin embargo, una de las críticas más comunes al trabajo del laboratorio de la pobreza es que por proponer estrategias locales, para in contexto específico, estas no se pueden aplicar a la generalidad del problema.
Acerca de ello, Duflo ha declarado estar tranquila y reconoce que no es posible derrotar la pobreza con una gran teoría: «No hay soluciones milagrosas, explicaba a El País. No llegaremos nunca a un punto en el que una única teoría resuelva los problemas del mundo. Lo que sí podemos hacer es empezar a comprender algunas piezas del puzle».
Por su manera de insertarse en las comunidades más pobres, estudiar sus poblaciones y proponer soluciones locales probadas con método científico, pero además demostrando más preocupación humanitaria que por el ego profesional, estos laureados que cierran los anuncios de los Nobel 2019 deberían llevarse el doble de los aplausos que sus colegas premiados.
No es porque en Detrás de la ciencia tengamos favoritismos, sino porque Laboratorio de la pobreza ejemplifica con dignidad lo que es, realmente, la ciencia bien utilizada.