Considerado el científico moderno más influyente después de Einstein, Stephen Hawking murió dejando varias leyendas
Stephen Hawking, por muchos considerado la mente más brillante del mundo contemporáneo reciente, falleció este 14 de marzo por complicaciones derivadas de la esclerosis lateral amiotrófica, después de una vida que lo convirtió en leyenda de la cultura mundial.
Nacido en la ciudad británica de Oxford, había cumplido los 76 años en Cambridge, ciudad de la universidad que fue el hogar académico del físico, astrofísico y cosmólogo.
Sin embargo, a pesar de la ola de publicaciones estampadas con su nombre, el colapso del sitio digital que publicaba su tesis de grado, y las elegías cuasirreligiosas que siguieron al anuncio, Hawking parecería inagotable si se trata de explicarlo o resumirlo. Precisamente porque ni una sola ciencia ni una sola mirada bastarían para leerlo.
Cuando el joven Hawking hizo su entrada a la comunidad científica del siglo XX, por un lado la relatividad general, de Albert Einstein, ya explicaba el universo a partir de leyes macro de lo general, y por otro la física cuántica ya miraba lo que ocurre a nivel de las partículas que componen todo lo que existe. Ambos campos habían conformado una dicotomía aparentemente irreconciliable en el mundo de la física que los estudiosos no soñaban con lograr relacionar.
Pero a un joven británico obstinado en las ciencias con la pasión de un niño feliz no se le ocurrió mejor pasatiempo. Por ese sueño se le debe el haber logrado, al menos a nivel teórico, el matrimonio feliz de ambas áreas, con su revolucionaria termodinámica de los agujeros negros.
Básicamente, sus teorías al respecto, basadas en los antecedentes de los rusos Yákov Zeldóvich y Alekséi Starobinski, propusieron una nueva idea de esas estructuras.
Al formular que no solo absorben la luz, sino que también pueden emitir partículas y reducirse, cambió para siempre la astrofísica conocida con la descripción de cómo estos agujeros van emitiendo radiación a la vez que se evaporan. Por primera vez se planteaba que los agujeros negros no eran totalmente negros, sino que también generaban o «devolvían» luz.
Tras años de estudio en este campo, Hawking guardaba la esperanza de vivir la verificación práctica de su teoría, un deseo que no logró realizar.
Por desgracia, los agujeros negros son realmente muy oscuros y su fuerza gravitatoria atrapa en su interior la luz, así que hoy no podemos saber ni siquiera qué pasa dentro de ellos más allá de su superficie.
La tecnología con que contamos no fue capaz tampoco de cumplir esa nueva obsesión de la astrofísica. Y mientras solo se lograba observar la materia en los entornos y los estallidos de radiación cuando algo es engullido, las teorías de Hawking permanecieron como tales, nunca comprobadas, un detalle que le robó a la mente más brillante de la última mitad del siglo XX el minuto feliz del Nobel.
Asombrosamente no fue solo en la física y lo cosmología que Hawking vivió la vieja contrariedad de oscuridad y luz. En la vida, su épica lucha contra la enfermedad ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica) —una condición neurodegenerativa que debilita gradualmente los músculos hasta la muerte— adquirió rasgos literarios que lo convirtieron en una especie de héroe de la sicología positiva y la cultura motivacional de millones de habitantes del planeta.
Diagnosticado a sus apenas 21 años, el joven científico vivió la batalla mental de la depresión cuando le anunciaron, como cuentan sus biógrafos, que su pronóstico de vida no sobrepasaría los 24 meses.
Cuando se aferró a los años y superó su pronóstico, Hawking desarrolló la mayor parte de su carrera desde una silla de ruedas, y con unos pocos músculos funcionales asombró una vez más al mundo y se convirtió en algo así como el tema de la espera mundial.
La sorpresa por un año más de vida y su resiliente actitud lo convirtieron en bandera de la superación humana que inspirara a cientos. De paso, la cibernética y el diseño probaron en su silla de ruedas los avances más descollantes de sus áreas.
Por esos irónicos caminos el británico alcanzó áreas que ni él sospechaba abarcar: las ramas de la salud mental y la medicina gozaron de una amplia zona de reflexión alrededor de su experiencia de determinación por la supervivencia, forjada con tintes románticos.
La luz de la sobrevida que escapó del agujero de la ELA sí fue vista por todos los que oían noticias de sus nuevos estudios, apariciones públicas y conferencias. Probablemente de esa unión fascinante de impacto científico de nivel mundial e historia de heroísmo cotidiano se forjó otra de sus dimensiones: la de estrella pop.
Con haber llegado hasta ahí Stephen Hawking habría tenido asegurada su estrella en la historia, pero a alguien que se propuso generar una teoría del todo no le bastaba tan poco.
La divulgación de sus estudios en un lenguaje claro lo erigieron el divulgador científico por excelencia, y su Breve historia del tiempo es aún a las alturas de 2018 el libro de ciencias más vendido del mundo.
Con la seguridad de que «cada ecuación reduce en un diez por ciento el índice de ventas», y por lo tanto, de personas que se acercan al conocimiento, reeditó varias veces la versión reducida y mucho más accesible para el público general Brevísima historia del tiempo (uno de los libros, por cierto, que Fidel atesoraba con interesante placer entre sus lecturas).
Pero el Hawking que trascendió en la imaginación de muchos que el pasado miércoles escucharon sobre su muerte fue el superhéroe: el Stephen que de acuerdo con sus propias palabras era «irresistible en una silla de ruedas», el ícono de cultura pop posmoderna.
Y aquí son la culturología y las ciencias sociales los ámbitos en los que sin proponérselo incursionó.
En pleno apogeo del vocoder y elautotune (los filtros de voz de la canción de los 90), cuando llegaba la revolución tecnológica en su tierno nacimiento, el científico no dudó en prestar su voz electrónica para escucharse en algunas de las canciones de Pink Floyd, que la utilizaron en su División Bell y la recuperaron en The Endless River, y también en alguna de las puestas en escena de U2 y los Monty Phyton.
Seguirían apariciones en series tan populares como la norteamericana The Big Ban’s theory, que no dejó de homenajearlo hace muy poco, y en los emblemáticos The Simpsons, donde su animada figura en color amarillo quedó perpetuada en la mente del público estadounidense.
Su vida sería recreada por el cine en La teoría del todo, protagonizada por el brillante Eddy Redmayne, que logró un Oscar entrando en la piel del científico.
Y esa revolución también en el campo mental del público general, ya no tan relacionada con logros de ciencia, se debía, según los expertos de la culturología, a la imagen del hombre débil que alcanzaba las estrellas del éxito desde su propia limitación, el ícono por excelencia de los héroes del siglo XXI.
A una semana de su muerte, Hawking parece burlarse aún de la oscuridad, cuando los medios replican el anuncio de su última teoría: una propuesta de la existencia de universos paralelos junto a su colega británico Thomas Hertog, del Instituto de Física Teórica de Lovaina (Bélgica), que ya se puede consultar en un archivo en línea de la Universidad de Cornell (EE. UU.). Se atrevió nada menos que a la provocación para obtener una prueba experimental de que existe un «multiverso», una de las conclusiones que se desprenden de sus investigaciones sobre el big bang en la década de los años 80’s.
Nos quedará entonces esperar pacientemente por la comprobación del horizontre de sucesos de un agujero negro y la existencia de los universos paralelos. Y si diéramos con ellos, de seguro, extrañaríamos no encontrar en alguno, a un superhéroe al más puro estilo Hawking.
«Si descubrimos una teoría completa, debería ser entendible por todos. Entonces todos, filósofos, científicos y la gente normal serían capaces de tomar parte en la discusión de por qué existimos nosotros y el universo»
Además de sus apariciones con figuras de la nobleza británica y de la vida política, Hawking apareció en series como Los Simpson y prestó su voz electrónica a Óptimus Prime, según su idea de difundir ciencia desde los medios.