Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Y el buen gusto, ¿dónde quedó?

Autor:

Dorelys Canivell Canal

La música sobrepasaba los límites y no era necesario un equipo especializado para comprobarlo. La cama vibraba, incluso las almohadas. Era imposible ver la televisión. Mas todo eso habría sido poco o nada importante si la propuesta hubiese tenido calidad. Pero su paciencia tenía límites y no soportaba más continuar escuchando que el sujeto era marca mandarina y que le dolía luego esta o aquella parte del cuerpo.

Así pasaron varias noches. La lista de reproducción de música grabada era la misma, sin que apareciese un cantante en persona, un animador de lujo que propiciara juegos de participación, que promoviera el baile; era/es más de lo mismo y un espacio amplio, abierto, divino para el disfrute sano quedaba, otra vez, desaprovechado.

En la más occidental de las provincias, Pinar del Río, tierra de altos valores identitarios y de una cultura por el buen gusto también musical, se adolece de una planificación certera que otorgue valor de uso a una buena parte de sus instituciones y espacios culturales que allí existen.

¿Cuánto cuesta hoy la presentación de una agrupación de primer nivel? ¿Qué montos de dineros se destinan para audios y tecnología? ¿Por qué las orquestas del patio muchas veces tocan en un parque, en tanto espacios como la Plaza Provisional permanecen solo con música grabada y no de la mejor selección?

Hablamos de sumas cuantiosas de dinero que se destinan para el disfrute sano, fundamentalmente de los jóvenes, y el territorio ha protegido en términos de cobertura de electricidad este lugar para que las personas tengan en las jornadas de verano un lugar al cual ir.

Entonces, por qué no aprovecharlo con talentosos artistas del terruño, esos que desde inicios de julio se han sumado a las brigadas artísticas de la Asociación Hermanos Saíz, de la Escuela Profesional de Arte, de la Guerrilla Aniversario 50 de la Brigada de Instructores de Arte José Martí; de la brigada artística provincial Verano junto a ti, integrada por profesionales y aficionados, y a los talleres vocacionales y de verano que han llegado hasta los barrios y comunidades.

Tiene Vueltabajo, además, un grupo de orquestas, de músicos, integrantes del catálogo de la empresa comercializadora de la música y los espectáculos Miguelito Cuní, con atractivas propuestas de excelente factura, que apenas se ven en los diferentes estrados de la provincia, más allá de que en los últimos tiempos agrupaciones nacionales como Anacaona y Wil Campa han deleitado al público en algunos municipios.

Tampoco ha tenido el teatro Milanés una etapa estival de efervescencia y ya no hay espectáculo de tradiciones en el cabaré Rumayor, insigne centro cultural por sus shows, conocido, incluso, más allá de nuestras fronteras. ¿Acaso podemos conformarnos en esta batalla por la descolonización cultural con un poco de música de la mejor o peor factura, según el gusto dudoso de quien la proyecta?

¿Podemos darnos el lujo de permanecer impasibles cuando ante esa propuesta casi vana se nos llena la plaza? ¿Por qué no darle ese espacio al menos dos veces por semana a los jóvenes artistas, a las nuevas promesas, al que trae una timba, un rap, un bolero, o la más atrevida de las mezclas de un DJ?

Urge llenar con lo más auténtico y buen gusto esos lugares, sobre todo, porque son gratis, precisamente ahora que es tan caro acceder a un bar, una disco, aunque se reconoce que varios de estos centros han hecho alianzas con las universidades del territorio. Las brechas están ahí para ser aprovechadas y la industria cultural no perdona. Por estos días una colega decía que Pinar del Río era una ciudad de silencios. Quizá es una ciudad también de ruidos.

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