Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La gran paradoja

Autor:

Nelson García Santos

La frase breve pero de claridad meridiana de que «en nuestro país nadie está por encima de una resolución, de un decreto y menos aún de la Constitución», en referencia a que muchísimos quebrantan lo establecido, reveló una inmensa verdad verdadera.

Obvio que resulta vital tirar hacia la cuneta ese azote para que la sociedad funcione mejor sin emplear un centavo más.

Claro, clarísimo que si los gobiernos locales fijan un precio esto es de obligatorio cumplimiento para todos los actores económicos. 

Lo recordó con énfasis en intercambio la última semana acá con productores, directivos y dirigentes del Poder Popular y el Partido, el Vicepresidente de la Republica, Salvador Valdés Mesa.

Luego de reconocer el duro esfuerzo que se hace en esta geografía,
ejemplificó con el quebranto de la ley en relación con los precios, lo que más molesta, preocupa y se debate en la tribuna de la calle, analizó problemas vigentes de carácter organizativo, reservas de tierras para explotar que permanecen ociosas, la posibilidad de sumar más módulos pecuarios y el autoconsumo para los trabajadores…

Hubo la comprobación en el mismísimo campo de productores que logran buenas cosechas, mientras otros con semejantes recursos a mano se quedan cortos. Estos que logran más provecho de los cultivos devienen en excepcionales porque empujan y sin teorizar muestran con el hecho tangible.

En realidad el quebranto de la ley en relación con los precios que se fijan lo sustenta el hecho de que casi todos los comerciantes, solo para evitar absolutizar, encandilados por los pesos, han confundido la facultad de imponerlo con un invento, y luego justifican
diciendo que es el mercado de oferta y demanda. Pues bien, si no se han enterado en los reinos de ese sistema se les fija un porciento de ganancia.

La ley puede ser buena o mala, se acuñó hace infinidad de años, pero es la que rige y evita la impunidad, frena a los propensos a transgredir, en fin, asegura el funcionamiento de la sociedad sin desgobierno.

Para cerrar les dejo, respetabilísimo, con este diálogo que presencié en una cuadra de Santa Clara.

—Vecino: Es que tú vendes demasiado caro, compadre. Afloja un poco.

—Carretillero: Deja esa muela. Y menos tú que compras a 30 pesos la cajetilla de Criollos, Titanes o Popular y las vendes hasta más de cien. A otro con ese cuento.

Esa es nuestra gran paradoja: ¡la de quejarnos por los altísimos precios, pero hacemos lo mismito!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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