De la aglomeración surgen palabras sobre el irrespeto, la odisea y un ¡Hasta cuándoooo! en un Do mayor kilométrico, mientras la expresión de contrariedad en los rostros supera aquella clásica definición de que una foto vale más que mil palabras.
¿Qué desencadenó el verbo encendido? Una de esas incongruencias a galope tendido de nuestra cotidianidad que le imprimen vida a más de lo mismo por falta de... ¿de qué? De predecir, respetabilísimo.
¿Hacia cuál vericueto voy? Hacia uno de esos que usted, ahora mismito, puede estar soportando y se rompe la cabeza sin hallar la explicación convincente. Veamos.
No me enrumbo tras la huella de abastecimientos alimenticios que dependen de recursos, ni de efectos para el hogar, ni ropa, calzado… en fin, todo lo que sabemos que anda con presencia menguada y valores en las nubes.
Se trata, nada más y nada menos, que de las tarjetas magnéticas. Su función esencial para facilitar el cobro o los pagos y agilizar transacciones ha caído en un bache inimaginable, que se escapa a la explicación lógica del más docto de los doctos en la materia.
Nadie digiere saludablemente (imposible hacerlo) el hecho de que no tengan dinero los cajeros automáticos, como se ha hecho costumbre en Santa Clara, en el centro de la Isla, y quizá un poco más allá, por la rápida generalización de los desatinos.
En horario nocturno y los fines de semana el asunto es más candente, aunque ocurre también en otros días, cuando el respaldo en efectivo se va de vacaciones.
Funcionarios del sistema bancario han explicado, como causas posibles, el incremento de usuarios con tarjetas y, consecuentemente, su mayor empleo, más el incremento de costos que determinan un aumento de las cantidades a extraer, mientras otras alternativas son aún pocos utilizadas.
Bien, aceptemos las aclaraciones que, de hecho, aunque no lo dicen explícitamente, reflejan también la falta de predicción sobre un fenómeno cuando se nos encima. ¿Cuál es la sorpresa ahora?
En realidad, ¿qué impide mantener abastecidos los cajeros, sin esos baches que tantísima molestia causan? Porque los clientes, más que explicaciones, reclaman tener a mano su dinero en el momento que deseen o les apremia, y para eso hace falta la reposición y el suministro de dinero a esos cajeros frecuentemente. Y si por determinado motivo llega a agotarse, debería reponerse de inmediato.
Así evitaríamos la molestia, las palabras de irrespeto, de odisea y de concebible irritación por parte de los clientes, a quienes asiste toda la razón.
La tarjeta constituye una obligación para la entidad estatal y su uso no admite el alegato de que no hay dinero. Espantemos, espantemos la desconfianza de esas máquinas, tan útiles, a cualquier hora y en cualquier lugar.