Volvimos a tropezar con la misma piedra… ¿Y qué? ¿Dónde está la novedad? Disculpe el patinazo y siga, siga la lectura de esta premisa sobre cómo se enredó lo legislado que abrió el sendero para llevar al plato esa carne roja y apetitosa, por ahora causante de ilegalidades.
Empezó bien. Fue un bálsamo para ganaderos y para la población, que rápido calculó que así se iba a empatar con esa proteína sin tener que caer en la maraña de arriesgar y comprar por las tinieblas.
Sí, ya sé, lo entiendo: que acabe el floreo y aterrice. Hablo del frenazo que sobrevino tras la aprobación de la disposición para la venta de carne de ganado bovino por parte de sus dueños… a partir del incremento del rebaño. Es decir, de más nacimientos en su masa ganadera y la previa satisfacción del encargo estatal, por mencionar solo esas condiciones.
Ocurrió —ocurre al menos en Villa Clara— que debido a esos tejemanejes reiterativos de cambiar partes de las normas, y la demora de quienes las ejecutan, lo único favorecido fue la ceba burocrática, y no del toro para comer, sino del papeleo para indigestar.
Bien que se haya hecho, reitero, si era para mejorar el control. Pero desencadenó más de un por qué, aunque se ampare en que rectificar sea sinónimo de inteligencia.
¿Fue necesario decretarlo de sopetón, sin acoplar adecuadamente el engranaje administrativo para que simultáneamente se aboliera la norma inicial y entrara la nueva en acción? ¿Se analizó si había condiciones para enfrentar el cambio? Verdad también que a veces, o muchas veces, la base enfrenta la llamada capacitación de lo que viene con retraso…
¿Y qué ocurrió? Un cambio de metodología. La aplicada el año pasado se concretaba mediante la cooperativa, que contrataba con los productores y certificaba el cumplimiento del contrato. Ahora deben certificar el acatamiento de los planes de leche y carne con las empresas láctea y cárnica directamente.
¿El desenlace? Demoras en la entrega de esa certificación a las delegaciones municipales para que el productor pueda hacer la solicitud a la comisión adecuada y que finalmente se le apruebe el sacrificio de sus ejemplares.
La situación ha llegado a tal extremo que este año hay un apreciable por ciento de productores que todavía no han podido comerse o vender un bovino, a pesar de haber cumplido los requisitos reguladores para hacerlo.
Lo afirmó quien bien lo conoce: el ingeniero Miguel Rodríguez Gálvez, subdelegado de la agricultura en Villa Clara, al responder al agudo colega Jesús Álvarez López, quien de primicia desempolvó el tema. Se dice que es inminente la solución del papeleo y que saldrán las firmas causantes del parón. Pero, ¿fue inevitable?
Dejo en la alforja cualquier referencia a lo que usted piensa ahora mismo sobre a cuánto cobrarán la libra de carne en estos momentos, al margen de esa realidad candente y asfixiante.
Para mí resultan más preocupantes esos resbalones predecibles con tufo a actuación a la ligera, justo cuando requerimos que pensamiento y acción ayuden a capear el temporal. ¡Qué nadie lo soslaye!