Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Desempolvando la gastronomía popular

Autor:

Nelson García Santos

El refrán «Para gustos están los colores», atrapa un concepto que se puede aplicar en disímiles esferas de la vida, asumido desde ese ángulo de las posibilidades para escoger, más allá del deseo, a lo que puedo llegarle realmente.

Muchos ejemplos se pueden citar sobre el papel esencial de la diversidad en función del sustento y el poder adquisitivo de cada cual, pero en especial voy sobre la tabla de salvación de los bolsillos menos prodigiosos: la gastronomía popular. ¿Presiento que les brota en la memoria el «si no fuera por esta…»? 

Desempolvo esta frase porque volvió a sonar ese tema, en medio de la tensión por la inflación y los precios fuera del alcance de bolsillos numerosos, durante la visita gubernamental a Villa Clara.

Fue el Primer Ministro, ¡qué bueno!, quien orientó mantener la vitalidad de esa oferta, que a veces se descuida en medio del desenfado por buscar mayores utilidades.

La gastronomía popular integrada por merenderos, restaurantes, cafeterías…, más necesaria en las actuales circunstancias, siempre ha sido un servicio muy apreciado por la población.

El país ha tenido y mantenido esa estrategia hasta en los mejores momentos económicos (¡cómo va a fallar ahora!), por esa esencia de no olvidar a los de menores ingresos.

En el propósito de mantener el vigor de ese servicio va incluida la correcta fijación de los precios para impedir que lo de popular se quede solo en el nombre.

De hecho, el sector estatal debe ser abanderado de los correctos importes que debe pagar el consumidor, que no quiere decir regalar o tirar la casa por la ventana, pero tampoco esquilmar para incrementar fácilmente las ganancias.

El Gobierno ha hablado claro: no se van a permitir precios abusivos ni a las nuevas formas de gestión ni a las empresas del sector estatal; solo las utilidades que resulten adecuadas.

A las estatales les corresponde aplicar mesura en la fijación del valor que debe pagar el consumidor para evitar los malos ejemplos. ¿Cuáles? El de la cuantía que se debe desembolsar, o que otros vendedores, autorizados o por la libre, respondan ante una queja a modo de excusa: «¡Si el Estado vende hasta más caro que nosotros!».

Y en realidad lo que hacen para imponer el precio a muchas de sus mercancías es tomar como referencia al sector estatal: mientras más los incrementa este, de igual modo reaccionan los particulares.

En la situación actual, mientras se vaya encauzando el revolico de los precios, la fortaleza de la gastronomía popular puede devenir verdadero alivio para la mesa de muchos hogares. ¡Que nadie lo dude!

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