En la lista de los «oportudorados», los más detestables y usureros son los vendepatrias, esos sumisos al aguilucho imperial en busca de dinero y soñando con el poder.
Se puede o no estar de acuerdo con nuestro proyecto social, discrepar sobre una u otra cuestión, ventilar la inconformidad en diálogos con las autoridades, como ha ocurrido. Pero ponerse a favor del imperio en función de Caballo de Troya… ¡le ronca el mango!
Las engañifas de estos vendepatrias comienzan siempre por las redes sociales, con inventos de toda índole basados en un verbo mercenario (tampoco puede ser de otra manera), fotos, videos y cuanto se les ocurre. Luego esa verborrea, sin el menor recato, la replican las plataformas digitales de trascendentes medios de comunicación, a veces con cierto retoque o agregándoles cuestiones fuera de contexto, con el fin de oficializarla a los ojos del mundo.
Así se fragua ese impúdico espaldarazo, acompañado de inmediato por
voces que piden aceptar lo inaceptable, haciendo gala de un desconocimiento olímpico sobre por qué hemos llegado hasta aquí a sangre y fuego bajo el acoso del imperio.
Como si no les bastara esa jugarreta, luego silencian o tergiversan nuestra contundente respuesta, porque en el delirio de su borrachera quieren que nos atemos de manos y cerremos la boca. ¡Y ese sueño solo le cuesta a su amo que les paga!
Esos personajes siempre están «en talla» con su águila imperial, y sustentan al modernísimo Caballo de Troya que cabalga en las redes sociales para la subversión contra nuestro país. Pero nada dicen sobre el tratamiento diferenciado de los dueños de esas redes.
Recordemos solo un hecho relativamente reciente: Twitter suspendió la cuenta del expresidente Trump después de que este la utilizara para animar a la gente a participar en la manifestación que se convirtió en el violento asalto al Capitolio de Estados Unidos; y resultó vetada, temporal o permanentemente, por otras grandes plataformas como Facebook, Instagram, YouTube y Snapchat, del mismo modo que aplican borrón y cuenta nueva de inmediato a otros contenidos que han molestado a los poderosos.
Sin embargo, nada dicen los papagayos, más bien se alegran, al comprobar que esas grandes plataformas se hacen de la vista gorda cuando desde allí se alienta a la violencia, la desobediencia y el caos contra nuestro país.
Otro gallo canta de inmediato cuando, en legítima defensa, Cuba aplica una medida de protección. Enseguida empieza el cacareo de los derechos humanos y de la libertad de expresión ¡Qué clase de cara, compay!
En realidad, propiciar el diálogo, analizar las diferencias y convivir en paz, no les importa un comino. Eso lo sabe casi todo el mundo. Llevan muchísimos años con el fin, entre ceja y ceja, de revertir nuestro sistema social y político.
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