Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Aeropuertos abiertos, pero...

Autor:

Monica Lezcano Lavandera

Viajar por vía aérea desde y hacia Cuba ya es posible. Lo es para los muchos cubanos que quedaron varados en otros países, debido a la pandemia, también para aquellos que llevan meses sin ver a sus familiares o para quienes desean venir a conocer nuestro archipiélago de gente carismática y hermosas playas.

Con el reinicio el domingo último de las operaciones comerciales, regulares y chárter, del Aeropuerto Internacional José Martí de la capital cubana, quedaron restablecidos todos los servicios en los diez aeropuertos internacionales del país. Poco a poco, y en dependencia de las disposiciones de las aerolíneas, todas las personas que lo necesiten y deseen podrán regresar a la tierra que los vio nacer o visitarla por distintos motivos.

La seguridad en materia de salud que brinda el Gobierno cubano a todos sus nacionales y visitantes es una garantía fundamental a la hora de poner pie en el país. Los resultados alcanzados en estos meses, dan fe del buen manejo que se ha logrado en este país bloqueado y necesitado de tantos insumos. Pero estas ventajas hay que mantenerlas, y no depende únicamente de la gestión del Gobierno.

Imaginemos que cada cubano que llegue al país, luego de hacerse el PCR en el aeropuerto, vaya a su hogar con su familia y, además, que debe usar el nasobuco en casa. Allí, en ese espacio tan íntimo y cercano, en medio de la alegría por el rencuentro, también está la convivencia intergeneracional que nos caracteriza, lo cual implica que de no tomar en serio lo de quedarse en casa, varias personas pudieran contagiarse dentro de la vivienda.

Aun con un cuidado extremo por parte del médico de la familia, si esa persona —que está obligada a permanecer aislada durante diez días según estipula el Ministerio de Salud Pública— incumple las reglas, estaría poniendo en riesgo también a cada lugar que visite: un bar, una cafetería, la casa del vecino… Pensemos también en quienes, anterior a la apertura en La Habana, realizaron viajes interprovinciales para llegar a su destino.

Supongamos, además, que el primer PCR fue negativo. Esto no quiere decir que no haya presencia del coronavirus puesto que, si el viajero se infesta en el avión o en el aeropuerto, es poco probable que esto se refleje en el primer análisis. Por ello se incluye la realización de un segundo PCR al quinto día de estancia en el país, para estar completamente seguros de la ausencia del SARS-CoV-2.

Si en todo este trayecto, la conciencia individual falla, así como el respeto a la convivencia segura y saludable con los otros, el uso del nasobuco, el lavado correcto de las manos y la desinfección de las zonas comunes, estaríamos creando nosotros mismos los focos y los eventos de transmisión local.

Puede suceder lo mismo con los extranjeros, a los que también se les realizan las mismas pruebas. Pero la economía en Cuba necesita del turismo, no es un secreto para nadie. Esta reapertura de todos los aeropuertos permite devolverle un poco de normalidad a nuestros desolados destinos turísticos, y también a los trabajadores por cuenta propia cuya subsistencia depende del flujo de extranjeros. Es por ello que a los viajeros en calidad de turistas se les aplicará el mismo protocolo, en las terminales y hasta su destino final.

Los hoteles, con un personal de salud incrementado, mantendrán una estricta vigilancia sobre los visitantes, como también lo hará la Atención Primaria de Salud en las casas de renta, pero sin la cooperación de todos será imposible detener la propagación del virus.

El llamado a la conciencia cobra una nueva dimensión ahora mismo con la reanudación de los vuelos desde y hacia Cuba. No es matraquilla ni exageración, y eso lo aprendimos en los ya más de siete meses de esta pandemia larga y dolorosa. Esperemos que quienes vengan a conocer Cuba, o quienes repitan por placer o negocios, traigan también consigo las ganas de cuidarse y cuidar a quienes los rodean.

Los números a nivel internacional lo demuestran. No es necesario recalcar lo difícil, desgarradora y temible que ha resultado esta pandemia en pleno siglo XXI, que nos ha impuesto una nueva normalidad en la que escasean los cariños y los rostros andan cubiertos. Por desgracia todavía queda la incertidumbre. Si bien los esfuerzos del país con los candidatos vacunales siguen mostrando resultados alentadores, aún no es un hecho que tengamos la vacuna para enfrentar el nuevo coronavirus.

Entonces la solución sigue siendo el compromiso de cada persona con su salud y la de sus allegados. La reapertura de los aeropuertos, tan ansiada y necesaria, ya es un hecho, pero trae consigo el reto del autocuidado y la responsabilidad. Porque la vida y la salud valen toda la precaución y el cuidado que sean necesarios. Hagamos las cosas bien, sino estaríamos —como dice la canción de Buena Fe y Virulo— volviendo a la cuarentena.

 

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