Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Yo tomé café con Mongo

Autor:

Yordan Romero

A Mongo Treto lo conocí cuando me enamoré en Güinía de Miranda a principios de los años 90. Junto a Puro Villalobos y otros héroes, configura la esencia que inspira el personaje de Mongo Castillo y que Doimeadiós nos devuelve humano en una de las caracterizaciones de nuestro campesinado más hermosa y lograda que he disfrutado en pantalla.

Mongo era vecino de mis suegros en la salida a Trinidad de dicho pueblo, frecuentemente pasaba a tomar café, cosa que repetía en otras casas del barrio. Lo recuerdo a caballo, vestido de verde olivo con su machete a la cintura, la gorra y un mocho de tabaco. La gente contaba historias ocurrentes, quizá leyendas, como el día en que llamó a su esposa luego de ver una foto en el periódico:

—¡Cundinga mira que clase de accidente hubo aquí!

—¿Qué accidente Mongo? ¡Tienes el periódico al revés!

Esa y otras tantas pueden ser ciertas. Se sabe que muchos de aquellos hombres y mujeres no sabían ni escribir su nombre, que la ignorancia le pudo jugar una mala pasada a algunos y llevarlos a cometer errores, mientras otros olfatearon el camino a la razón. Puede que no supieran leer, pero esos guajiros portaban la parte más sana y desnuda de nuestra cultura. Mongo Treto fue un hombre humilde, corajudo y del lado de la razón.

Aquella guerra me la narraron muy de cerca. ¡Mi madre tiene miedo a tantas cosas! La marcó la noche que junto a mis abuelos y sus tres hermanas sintió el paso de los alzados por el patio de su casa en el Palomar, a pocos kilómetros de Cuatro Vientos. Nunca olvidó el sonido de sus botas. En medio de todo aquello, dos de sus adolescentes hermanas se fueron a aprender corte y costura y luego a dar clases como maestras. Varias veces llegó a su casa El Caballo de Mayagüara, personaje interpretado por Fernando Hechavarría, y la impresionaba, porque la bravura de aquel hombre corría hecha historia de boca en boca. Aquella guerra dejó heridas, hechos horrendos, separó familias, tenía que acabar y acabó gracias al valor de aquellos hombres.

Luego, en toda la libertad que ofrecía el monte del barrio El Chorrito en Topes de Collantes, transcurrieron los días más felices de mis vacaciones y mi infancia. A veces, me asomaba detrás de un escaparate grande para ver el fusil FAL con que mi querido tío salía en La Limpia del Escambray a buscar «alimañas» y desafiar la muerte. Él me dio un bálsamo contra el olvido cuando me llevó donde mataron a Alberto Delgado y me repitió la dosis con Conrado Benítez. Un niño, décadas después, podía respirar crueldad en aquellos sitios. Pero mi tío, de eso, me habló poco y de él nada.

Ese Ramón Treto es el Mongo del pueblo de Güinía de Miranda, la tierra de Carolina Valladares de Sarduy quien lideró el Club patriótico de mujeres que redactó la primera proclama por los derechos de la mujer a luchar y apoyar la libertad de Cuba en el 68. La del brigadier Lino Pérez Muñoz, aquel que blandió el machete en las tres guerras de independencia y de otros tantos héroes medio olvidados, como ha de haber en otros lares.

En fin, mis respetos a todos aquellos hombres, mi amor a Güinía de Miranda y las gracias a los realizadores y el elenco de LCB: La otra guerra.

 

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