«¡Eso es lo que nos hace falta. Los compramos al precio que sea con tal de aislarnos de los ruidos ajenos!». El comentario que pudo parecer jocoso despertó en mí la curiosidad, y al continuar escuchando supe que ellos dos lo que anhelaban era comprar esos auriculares con cancelación de ruido que diferentes compañías en otros países anuncian como el producto del momento.
Aún en fase de prototipo, o sea, de experimentación, estos audífonos ya han sido adquiridos por muchos que desean ignorar ronquidos o ruidos ambientales a la hora de dormir y tal vez «personalizar» los sonidos que escucharán en ese momento del día, como los que producen las olas del mar o las cascadas. Otros los compran porque no quieren interferencias del exterior en la escucha de la música que prefieren, por ejemplo, cuando viajan en un ómnibus.
Indagué sobre el tema y supe entonces que los auriculares con cancelación activa del ruido, además de poseer el relleno que bloquea el sonido de forma pasiva, son capaces de analizar el nivel de ruido ambiental y reflejar ondas de sonido en el oído que lo eliminan. El objetivo es no escuchar nada más que la música, o lo que sea que esté escuchando el usuario.
El micrófono que tiene dentro este tipo de dispositivos capta los sonidos externos y una especie de chip o procesador logra que queden de fondo con un desfase de 180 grados de la onda original.
Explicaciones científicas a un lado, basta saber que existe esta opción, nada barata, a la que las personas acuden con el ánimo de aislarse del entorno de la manera que prefieran. Me preocupa entonces que alguien crea que esa sería la solución para convivir en la Cuba actual. Y no me inquieta por el hecho de que esta tecnología no esté disponible en el país, sino porque si esperamos que invenciones sofisticadas como esta nos «acomoden» la coexistencia, ¿hasta dónde vamos a llegar?
Supongamos que sí, que cada uno de nosotros puede adquirir unos «aisladores» de este tipo… Entonces, nuestros oídos estarán tapados todo el tiempo porque la proliferación de las bocinas ambulantes con la música a todo volumen continúa, y peor aún, seguirá abundando la poca educación y sentido común de sus dueños.
¿Acaso se inventarán también espejuelos que nos muestren bellos paisajes, digamos, para no ver a aquel que bota la basura en la calle aunque el cesto o el contenedor le quede a una cuadra, o las muestras de descortesía que a toda hora se padecen?
Audífonos, espejuelos… ¿qué otro artefacto haría falta para no ver, para no escuchar, para no sentir lo que, por dejadez o falta de sensibilidad, nosotros mismos dejamos que se multiplique en nuestra sociedad?
No estoy en contra de las invenciones tecnológicas ni del uso que cada cual pueda hacer de ella. En cambio sí estoy en total desacuerdo con que las busquemos y nos aferremos a ellas para individualizar más nuestra vida y perpetuar el desinterés en beneficio del colectivo. Todos vivimos rodeados de todos y, al parecer, no hemos aprendido del todo a vivir así.