Esta tarde un niño mexicano, más bien un adolescente, me ha preguntado: «¿pero... cómo le hacen ustedes, los cubanos, para estar siempre felices... a pesar de las dificultades?»
«Feliz» es una palabra rotunda, difícil, que no siempre asoma en la cáscara; más él lo dice en su tono infantil, cantarín, dulce. Comprendí que debía leer «alegría». Y agregó, como si nada: «cuando estoy en medio de obstáculos, a veces, quisiera ser cubano».
Yo traté de decirle, de argumentarle. Incluso de cantarle aquello de Buena Fe: «Una Cuba, muchas Cubas»; pero esta filosofía nuestra, esta manera del humor frente a las carencias (que a fuer de sincero, no siempre comparto), ese choteo del que hablaba Mañach, esa sonrisa, ese negarse a sucumbir... no es fácil de traducir en frases ni en canciones.
Las palabras de un niño son una revelación.
Y luego, como si nada, me invitó a escalar una pequeña pirámide de juegos. Pirámide de juegos en un jardín (un parque). Está al lado de la llamada Piedra Lisa, una estructura volcánica que escapó de una erupción. Hay que resbalarse en ella para volver. Si es rigurosamente cierto, si una leyenda; poco importa. Las leyendas están para hermosear la vida.
No hay que decir que subí la pirámide de un solo impulso, que resbalé en la piedra aferrado a su mística.
Estoy viviendo intensamente en la tierra de los perritos bailarines. Es uno de los símbolos de Colima: el mayor le traspasa su experiencia al cachorro. Este es uno de los estados más pequeños de México. La grandeza está en su gente, en quienes nacieron o renacieron aquí: Gilda, Lala, Teresa, July. Y Noelis, Ada Aurora, Eva, Blanca, Mitzi, Xóchitl. Colima huele a mujer.
He visto una bandera enorme flotando, rumbo a los cerros y las cascadas, en el municipio de Minatitlán. La bandera del águila sobre el nopal. Ando rodeado de calles empedradas, de estudiantes. Me dejé acariciar por las aguas del Pacífico.
Aquí he revelado mis letras, mis recuerdos. He compartido mi pasión por la lectura. He visto el limón enseñorearse en Tecomán. Me he detenido ante la fronda de las gigantescas parotas. He probado el sabor agridulce de la zarzamora. He estrenado mi paladar ante el chile arrasador.
Colima se enorgullece de Griselda Álvarez Ponce de León, la eximia poeta, la primera gobernadora de un estado en la historia de México. Y es también el pueblo mágico de Comala, nombre sonoro como ninguno, inmortalizado por la pluma de Juan Rulfo.
Estoy de visita, vengo de allá, de mi Isla. Va mi madre sosteniéndome, invisible y eterna; va tanta gente en mis ojos…Y aquí, justo aquí, en la hermosa Colima, al lado de los volcanes, en México, en este país casi un continente, en la patria de Juárez y Sor Juana… hay un muchacho que quiere ser cubano.