Desidia es negligencia, falta de cuidado y de interés. Lo dice el concepto básico que define a esta palabra, En algunas otras partes se dice, ya un poco más etimológicamente, que es un abandono que acaba denotando pereza. Lo cierto es que, de una forma o de otra, su presencia en el entorno social donde nos desempeñamos ha ganado un peligroso y lamentable auge.
No cuesta mucho esfuerzo tropezar con esa actitud en nuestro día a día, incluso muchos de nosotros, una que otra vez, puede que la hayamos tomado del brazo con mayor o menor fuerza, porque la desidia asoma su oreja peluda en muchas partes: en el desgano de quienes deben ser ágiles y eficientes a la hora de atendernos cuando tramitamos algún asunto o cuando compramos una sencilla mercancía, y muestran esa indiferencia dolorosa que les impide el más pequeño de los gestos amables, o la mínima preocupación por dejarnos satisfechos.
La desidia florece en la basura que se amontona frente a un establecimiento de servicio o centro de trabajo, y permanece allí, a la vista de todos, saltada o esquivada, «invisible» y perpetua; la desidia navega en esos salideros de aguas limpias o sucias, que de tanto rodar han labrado ya un cauce y se burlan día y noche de quienes cruzan sobre ellos, mojando de impotencia sus zapatos; la desidia salta de los autos y de los transeúntes junto a la lata vacía, el pote usado y el papel deshecho, que caen sin el menor recato en plena calle para dolor de los que sueñan con una ciudad más limpia y ordenada.
La desidia triunfa sobre los maestros que permanecen impasibles ante el uniforme desaliñado de sus alumnos; y muchísimas personas sufren ante los muebles descuidados y rotos en cualquier salón de espera; ante los baños precarios de los lugares públicos; ante el viejo cartel que anuncia el evento pasado; ante la puerta cerrada del lugar que se debe abrir con respeto a un horario.
La amenaza que esta forma de actuar entraña para nuestro proyecto social es considerable, pues detrás de sus pesadas cortinas ensayan sus actos otros actores negativos que, poco a poco, salen a escena, entre ellos el irrespeto por las normas de convivencia, la insensibilidad, la falta de profesionalidad y la obnubilación de los sentidos ante lo feo, lo sucio y chapucero. La desidia es una aliada insuperable del pesimismo y de los que se contentan con el éxito diminuto de sus propias vidas, pretendiendo que puertas afuera de sus casas la vida es un caos que no merece orden.
Personas e instituciones tenemos grandes responsabilidades en luchar contra esa lacra del comportamiento humano; no debemos ser indiferentes a lo que ocurre, pues acarreamos el riesgo de ver caer en saco vacío una gran parte del esfuerzo que hace el país por salir adelante.