«RECORTE» podría ser un vocablo apropiado para retratar con solo una palabra lo mucho que tienen en común los gobiernos de Argentina y Brasil. Y si se quiere una fotografía más acabada de esas sociedades la otra sería «injusticia», aunque las que se han visto durante los últimos meses hasta hoy, podrían palidecer ante las que se avecinan…
Los argentinos abrieron 2016 con Mauricio Macri recién llegado al poder y han pasado el año padeciendo ajustes mediante los cuales, dice el mandatario, el país volverá a crecer. Votó la mayoría a favor del «cambio» anunciado por el candidato, y 12 meses de gestión los deja con cientos de miles de desempleados, caída del salario, alza en las tarifas de los servicios básicos y tijeretazos en el área social a diestra y siniestra, que reducen los presupuestos en esferas trascendentes a largo plazo.
Muy preocupantes son para los argentinos, por ejemplo, las rebajas en la esfera de la educación y la investigación científica, que han provocado hasta la toma del Ministerio de Ciencia en señal de protesta. Según un sitio alternativo denominado APP (Agencia Periodística Patagónica), se trata de un «duro recorte presupuestario» que afectará el funcionamiento de las universidades nacionales y de organismos descentralizados de ciencia y técnica que, además, «podrían perder profesionales de larga trayectoria en una nueva fuga de cerebros».
En su afán por «ahorrar» quitándole al área social, Macri vetó este mismo lunes dos leyes aprobadas en 2015 por unanimidad, encaminadas, una, a restablecer el salario mínimo y profesional en los contratos de trabajo y, la otra, a declarar de interés nacional la protección de personas con trombofilia: concretamente, se trataba de crear un programa para proteger a las embarazadas frente al riesgo de que sus bebés nacieran con la enfermedad.
Pero los apretones podrían ser en lo adelante más fuertes, tomando en cuenta que el recién nombrado ministro de Hacienda de Argentina, Nicolás Dujovne, es un hombre experto en macroeconomía, que sirvió primero al Estado, pero hace años se dedicaba a las finanzas privadas (dirigía un banco). Y su misión primera es «armonizar» el presupuesto con las cuentas públicas.
En Brasil, en tanto, los signos de restar están trazados ya para 2017. La muy protestada promulgación de la reforma constitucional (PEC 55) —que congelará los gastos públicos durante ¡20 años!— ha resultado todavía más drástica que los recortes argentinos, porque fija el rasero de un golpe, y con independencia de lo que ocurrirá.
Según ha trascendido, solo hasta dentro de diez años podrá revisarse el presupuesto para gasto social, sujeto por ahora al índice de inflación.
Como Macri, el mandatario brasileño Michel Temer —quien ni siquiera fue electo y llegó al Palacio de Planalto gracias a la democión de Dilma Rousseff— ha anunciado que en virtud de medidas como esa, la economía brasileña volverá a crecer el año próximo.
Sabedor seguramente de que más del 50 por ciento de los brasileños quiere elecciones adelantadas para salir de él, Temer formuló esas aseveraciones la antevíspera durante una alocución que duró apenas cuatro minutos… Tal vez no quería enojar a la gente después de las protestas escenificadas por miles de brasileños en 13 de los 27 estados del país, en contra del congelamiento del gasto público.
Y dio más señas para seguir dejando ver el cariz de su política a partir de enero: «Mi desafío es desburocratizar el Estado y mejorar la calidad de la administración pública: eso es lo que yo llamo democracia de la eficiencia».
Macri y Temer no solo recortan… También han sido cortados con las mismas tijeras.