Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El pálido color del sinsentido

Autor:

Haydée León Moya

La desorganización puede tanto que hasta despinta una esperanza; y eso que la esperanza suele tener un intenso color.

Pude convencerme de eso en Punta de Maisí. Allí, muchas familias que al paso del huracán Matthew perdieron parcial o completamente las techumbres de sus casas y están beneficiadas por un donativo del proyecto venezolano Barrio nuevo tricolor, de seguro coinciden en que, efectivamente, la falta de organización puede quitarle los tintes subidos a una perspectiva.

Primero los techos, todos y con sus componentes de montaje. Después resane de paredes, instalación sanitaria, eléctrica y pintura del inmueble. Esa es la orientación del Consejo de Defensa.

Que lo ejecute el propio beneficiado para avanzar rápido, pues se trata de un plan que abarca a cerca de 500 viviendas. Que se constituyan brigadas populares: carpinteros, albañiles, plomeros… e involucrar en la concreción del proyecto a todo el que sepa algo de construcción en el barrio. Si es preciso, liberar de su trabajo, con orden, a quienes tienen vínculo laboral; esa es otra determinación.

Aunque hay sus excepciones, cuando se habla de resultados concretos en la materialización de tales disposiciones, tanto en Punta de Maisí como en Santa Marta, dos de las comunidades donde más afectaciones en viviendas se reportan, abunda la insatisfacción de la gente.

No es el disgusto ese que a veces aflora en quien necesita resolver su problema y espera tranquilamente o exige, vaya usted a saber con qué derecho, a que alguien se lo solucione.

Por el contrario, es la insatisfacción de no entender cómo es posible que, después de un mes y tanto esperando, llegue una solución, cuando más, a medias o a retazos. Y sobre todo si se viven noches casi a la luz de la luna y días debajo del sol ardiente.

Ana Celia Lores Durand vive con sus dos hijos pequeños en Limones, llegando a Punta de Maisí. Su casa está a la vera del camino. Además de casi todas sus pertenencias, el huracán le arrancó de cuajo el techo de su vivienda con paredes de ladrillos.

Por eso, la solución de su morada está incluida en el proyecto. Ella está muy agradecida. Primero, del trabajo que, de cuerpo presente, hicieron y ahora hacen en otros barrios, venezolanos y venezolanas, casa a casa, para precisar las demandas. También, según la información oportuna ofrecida en su Zona de Defensa, de la respuesta rápida en la llegada de los módulos.

Pero luego del levantamiento desarrollado por los bolivarianos, quedó en manos de las autoridades locales la organización del proceso, que no transita con la agilidad y la calidad que debiera.

Hoy, el rojo del techo de Ana Celia se dibuja solo sobre el comedor y la cocina. Le dieron una parte de las tejas, y las colocaron como pudieron, porque no le entregaron la madera que las sostiene. Movilizaron hace dos domingos a sus compañeros de trabajo para ayudarla, pero la entrega incompleta de esos elementos les hizo perder el tiempo.

Y dice que su vecina, que padece un tipo de demencia, no sabe qué hacer con el montón de tejas que colocaron a la entrada de su casa, ni sabe quién las puso allí.

El presidente de su CDR asegura que pueden ayudarla y ayudar a otros; sin embargo, no sabe nada de la creación de brigadas populares en los barrios. Al parecer, falta información.

Siempre hay gente dispuesta, a quien hay que darle un empujoncito. Pero también existen organizaciones que, en escalones desde la base hasta la superestructura, están para empujar, para compulsar y hacer efectivas las iniciativas.

Otros vecinos lamentan similares desórdenes. Por ejemplo, que hayan comprado y en algunos casos adquirido mediante bonificación o subsidios, un módulo de tejas de fibrocemento, colocado incluso una parte de ellas, e increíblemente tuvieran que desmontarlas. No les tocaban esas, sino las venezolanas de fibra plástica, resistentes y de varios metros de largo.

Las prefiero así, me dijo el maisiense Santos Matos, pero hasta ahora no tengo ni unas ni otras, y de nuevo estoy a cielo abierto.

La desorganización es así, despinta hasta la más colorida de las soluciones y trastoca la más profunda de las intenciones.

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