Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Porque los ojos hablan

Autor:

Osviel Castro Medel

La primera lágrima que mojó mi hombro fue la de mi madre. Una lágrima es, frecuentemente, el lenguaje de una sombra azotando el alma; y la de ella, aquel amanecer de sábado, me supo a un río de sal.

Yo no la había querido despertar ante la mala nueva para no atormentarle la medianoche. Sabía que, como muchos otros, se desvelaría si le contaba. Pero ella, que se desayuna las noticias cada día, se enteró al filo de las cinco de la mañana e inmediatamente sus ojos empezaron a hablar con una tristeza estremecedora, a decirme que una estrella ya no iba estar físicamente en su latitud.

Desde entonces, siempre que mira las imágenes por la televisión, finge una fortaleza inexistente y suspira hondo. «¡Ay, Fidel... Fidel... parece mentira!», y cuando lo dice en voz baja, me sacude de la cabeza a los pies, me trae una llovizna a mi día.

Ver a una madre adolorida es como sentir un desajuste en el corazón, un jadeo interior que uno trata de disimular con conversaciones sobre cualquier tema menor.

Desde ese día he visto otras lágrimas; he mirado a otros, cercanos o lejanos, revelando con sus ojos un sentimiento de tamaño celestial, una aflicción que ahora no sé describir.

Los he mirado en la plaza —la de Bayamo o la de La Habana— con la pupila húmeda, el rostro sin luces, la flor en la mano, el retrato en el pecho.

Son lágrimas que nacen espontáneas, a veces arropadas por una bandera tricolor o por un verso. Ruedan, sin decretos, por cada mejilla, mientras una canción de Silvio hace crecer la solemnidad suprema.

Alguno, al pasar en larga fila, intenta encubrirlas con unas gafas o con el desvío de la cara, pero los dolores, cuando son mayúsculos, no deben ocultarse; los dolores llegan, punzan, rebasan circunstancias.

Lo escribo y pienso en aquella primera lágrima de mi madre cuando supo que Fidel se había ido a la sobrevida. Todos estos días la abrazaré en silencio, acaso intentando aplacar sus nubes.

Pienso en el leve secreto de una lágrima. Una lágrima desahoga el pesar de una madrugada, cuenta una historia en un segundo, quiebra el abismo del silencio, sigue avivando la leyenda y los latidos de un Hombre.

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