Por estos días casi nos hemos habituado a la invariabilidad de las predicciones meteorológicas: «(…) mucho calor y algunos chubascos y tormentas eléctricas, que serán aislados en el territorio nacional».
La instauración de varios récords de temperatura máxima ha sido el tema de muchos cubanos por estos meses. El calentamiento global ya no es una preocupación del futuro: ahí está. El asunto, que parece nuevo, ha inquietado al hombre desde tiempos pretéritos, al atribuírsele a esta condición atmosférica cierto simbolismo relacionado con la salud y las interacciones humanas.
En el pensamiento médico de diferentes sabidurías africanas de antaño, se atribuía al balance entre el fresco y el calor un sentido que podía ir más allá de la Medicina. El fresco era asociado con la belleza y la buena salud, en contraste con el calor y el fuego, los cuales eran vinculados con los conflictos, la ira y las enfermedades, como si se tratara de energías destructivas y fuera de control.
Hace poco un paciente me preguntaba: «¿Si esto que tengo no es un golpe de calor, entonces qué es?». Había llegado muy sudoroso; pedía asistencia médica por presentar mucha fatiga, un pulso cardíaco muy rápido y deseos de vomitar. Sus manifestaciones estaban relacionadas con el calor soportado tras una caminata al sol en horas del mediodía.
El enfermo, preocupado, ha escuchado en distintos medios de comunicación lo que ha estado ocurriendo recientemente en diferentes puntos de la geografía mundial. Se trata de las calamidades sufridas en el presente año como consecuencia de las intensas olas de calor, que han llegado a causar muertes en la India (cerca de 2 000), Paquistán (unas 800), Bélgica (más de 400), Corea del Sur, España…
Un artículo del Doctor José Rubiera, publicado en las Crónicas del tiempo del sitio web Cubadebate, a principios del mes de junio de 2015, me resultó útil para brindar un poco más de información al paciente. El meteorólogo destacó que en nuestra Isla, a pesar de que experimentamos un calor muy molesto —y añadiría «sofocante»—, este no llega a ser peligroso porque el cuerpo humano no perderá una cantidad grande de líquido a través del sudor, que no logra evaporarse mucho como consecuencia de la elevada humedad que nos rodea (humedad relativa).
Es esa una de las razones por las cuales en nuestro medio no es habitual el temido «golpe de calor», una enfermedad capaz de causar muertes y caracterizada por la presencia de fiebre superior a los 40 grados Celsius, junto a graves daños del sistema nervioso y de otros órganos.
Pero existen otras afecciones relacionadas con las temperaturas altas que deben tenerse en cuenta por estos días. Son padecimientos bien descritos en la Medicina en los que no es necesario que aparezca una temperatura corporal elevada, tales como el agotamiento —esta fue la enfermedad que tuvo el paciente antes referido—, el síncope (desmayo), la tetania (contracciones dolorosas de los músculos), los calambres, el edema (inflamación de partes del cuerpo por acumulación de líquido) y el sarpullido.
Por el momento, para evitar enfermarnos con el embate de un calentamiento, debemos considerar algunas advertencias como tomar mucha agua, evitar salir desde el momento en que el sol se arrima a su cenit y refugiarnos en cada espacio de sombra que esté a nuestro alcance; todo esto mientras albergamos la esperanza de que arribe el poco frío que nos ofrecerán los próximos meses de invierno, si es que el calentamiento global lo permite.
* Doctor en Ciencias Médicas y especialista de Segundo Grado en Medicina Interna