Algunos contribuyentes pretenden montarse en el papel de «Al Capones» tropicales, mientras en el país se busca incentivar una cultura tributaria, asociada a la diversificación de las formas de la propiedad, y a la urgencia de estimular esquemas de solidaridad y responsabilidad social ajustadas al nuevo escenario económico.
Como el personaje evaden impuestos, engañan al fisco, ocultan bienes e ingresos con el fin de pagar menos tributos y dejar más dinero en sus bolsillos.
Delito allá, acullá y aquí; la evasión fiscal es sancionada por la Ley Penal de Cuba, y además de «una afectación al Presupuesto del Estado de uno de sus medios más importantes de obtención de ingresos», constituye un acto deshonesto, si bien a determinados implicados ni les interese tal palabra.
La principal causa de esa infracción está en la ausencia de una conciencia tributaria individual y colectiva que es preciso cultivar. Afirmaciones como «ese dinero es para pagarles a muchos que no trabajan»; o «yo no sé qué hacen con eso», pueden escucharse entre algunos trabajadores por cuenta propia.
En Cienfuegos una decena de contribuyentes de la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) fueron denunciados por conductas evasoras durante el presente año, y la mitad de ellos sancionados con penas privativas de libertad, subsidiadas en casos muy aislados por trabajo correccional con y sin internamiento. Ello ocurre pese a los criterios de gradualidad para la aplicación de sanciones ante este tipo de infracciones y los principios legales por los cuales están obligadas a guiarse las autoridades competentes.
En esta provincia los demás procesos están pendientes de las decisiones a adoptar por el órgano judicial y se preparan otros casos para ponerlos a disposición de la Fiscalía y el Tribunal.
Incumplir con los ingresos y esconder o mentir en la declaración jurada no será nunca una solución para aumentar la rentabilidad de un negocio, y los responsables de la ONAT tienen los mecanismos para determinar los ingresos reales de los contribuyentes.
El impago de gravámenes no es una acción de hombres honrados o de negocios honestos, por el contrario, desprestigia esa actividad sustentadora, y pone en duda la legalidad de las «entradas monetarias».
Peor actitud es la de quienes aceptan sobornos para encubrir tales actos delictivos, porque como bien reza el refrán «hay de todo en la viña del señor». Incluso hay quienes nunca han tributado porque las autoridades no han sido capaces de detectarlos y duermen con la conciencia tranquila. «Triste calma» que demuestra que no les interesa en lo más mínimo la prosperidad de la nación.
Nuestra cruzada tributaria es joven, y podríamos ahorrarnos muchos de los fenómenos que en este aspecto se dan en el mundo, donde no son pocos los que evaden los impuestos, desde estrellas del arte hasta famosos futbolistas.
Pero como en la conocida película homónima de Brian de Palma, a la corta, más que a la larga, la Ley siempre cae sobre estos hijitos bastardos de Al Capone.